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Columnas y artículos de opinión
Zeitgeist
La política mexicana: una forma discrecional de hacer política
Armando Chama Tlaxcalteco
20 de marzo de 2011
alcalorpolitico.com
La mañana del lunes pasado mirando la televisión, (por cierto… ejercicio que hay que hacer con algo de escepticismo por el sesgo en la información que presenta el duopolio mexicano), vi con profunda consternación como una tercia de políticos de diferentes colores se atacaban entre ellos haciendo alusión a sus personas, a sus secuaces y al latrocinio que todos han llevado a cabo y que por no saber negociar sus argucias, compromisos pactados y prebendas, hacen de la diatriba y la mendacidad una forma de ganar simpatizantes.
 
Digo consternación porque a pesar de ser muy optimista sobre mi pesimismo, en el fondo ilusamente me niego a aceptar que la concepción de ciencia política que tienen los políticos de nuestro país se rebaje a la acción de proferir improperios, vilipendios, cifras falsas y toda suerte de elucubraciones que en nada ayudan al debate de las verdaderas ideas en aras de emprender el derrotero hacia el crecimiento primero y posteriormente al ansiado desarrollo.
 
De súbito recordé un pasaje de la biblia en el que Moisés y Aarón arrojan una vara que transmuta en serpiente ante la vista del faraón para demostrar que llevan el mensaje del ser supremo y ésta a su vez devora las serpientes encantadas de los hechiceros, y vino a mi mente la idea de cierto parangón, solo que en contrario sensu, es decir, no políticos ofideófagos sino más bien ofidios que regurgitan a sus propios enemigos.
 
Es bien sabido que todo cuanto existe en este país, las relaciones de poder, la parafernalia alrededor del mismo, las redes de negociación y organización, en suma, toda la infraestructura, fue construida desde sus cimientos por el otrora Partido Nacional Revolucionario (PNR) o lo que hoy se conoce como el PRI; poco más de siete décadas bastaron para constituir, conformar y darle verdadera magnificencia a una máquina de poder cuyos engranajes, pese a ser perversos, embonaron con perfección casi celestial, y que cuya función fue (¿o es?) tomar cuanto quería, comprar cuanto se podía, cortar vidas de tajo cuando así se requería, además de sostener o socavar toda forma de organización en términos de sus intereses.
 
Sin embargo y pese a que tal maquinaria aparentemente fue requisada y abducida del taller y cuyo operador también fue relevado de su cargo durante casi ya doce años, ésta se encuentra en excelentes condiciones, casi intacta, lista para operar al servicio de la concepción mexicana del poder, algo que solo ésta entiende de manera excelsa pues para ello fue diseñada por ser ese su motivo y su razón de ser.
 
De ello se desprende la idea que ante semejante mecanismo, también, siempre existieron los rezagados y los olvidados, los que políticamente no estuvieron ad hoc, los que por circunstancias económicas y porque no hasta de ideales no siguieron el llamamiento a la alineación y que ante la eventual pérdida de beneficios, la mejor opción fue la de revolver el matiz tricolor para generar un panorama policromático que obedece más al otorgamiento de canonjías que a un verdadero compromiso social.
 
De esa forma, durante la mesa de debate a la que hago alusión al principio de estas líneas, vi a un ex gobernador, Humberto Moreira (uno de los hijos predilectos del PRI formado bajo el calor de la maquinaria que acabo de describir) políticamente vigoroso, rozagante, presto para retar y proferir frases tan poco serias como “con alianza o sin alianza el PRI sigue siendo el rey” o “el PRI llegará a los Pinos por encima de alianzas gay”. Además insistió en que el trabajo de los legisladores de su partido ha sido el detonador para que México no esté estancado y avance de manera fuerte y decidida. Por supuesto estamos de acuerdo que no hay nada más apartado de la realidad que eso.
 
Acusó de neoliberales a los panistas, cosa que es totalmente cierta, es solo que…a Moreira se le olvida que es en el sexenio de Miguel de la Madrid priista por cierto, donde tiene verificativo histórico la apertura a la inversión privada nacional y extrajera, la venta de paraestatales a diestra y siniestra entre algunas otras TELMEX y Mexicana de aviación (en 1983 el Estado contaba con 1155 paraestatales y para 1988 mantuvo solo 412), la cuasi nula intervención del gobierno en la economía mediante la restricción del gasto, especialmente el gasto social en aras del cumplimiento de los pagos por el servicio de la deuda.
 
Por su parte Gustavo Madero del PAN no hizo más que demostrar su pánico escénico ante las cámaras de Chapultepec pues fue el que menos tuvo participación y cuando intervenía lo hacía con frases hechas, coloquiales y hasta corrientes; se aventó la puntada de decir que “el país es lo doble de rico que hace 10 años” y que muestra de ello es el incremento en el PIB per cápita.
 
Pero a ver… desmenucemos el dicho de este señor: primero, el PIB por habitante es un indicador de desarrollo no de crecimiento, y la economía mexicana a penas y quiere empezar a crecer; segundo, bajo el supuesto de que lo que Madero dijo sea cierto, es deseable que este indicador se incremente pues muestra una sociedad que no solo está creciendo sino que también se está desarrollando, pero el incremento no basta pues una vez que éste aumento es necesario inquirir si tales niveles de riqueza están repartidos de una manera socialmente deseable o si se encuentran concentrados en unas cuantas manos ; si se trata del primer caso, entonces estaremos en presencia de una sociedad poco dispersa con un importante nivel desarrollo económico y social, además de un muy aceptable nivel de gobernabilidad y porque no, hasta de gobernanza; si se trata del segundo caso, es decir concentración de la riqueza, donde pocos tienen mucho y muchos tienen nada, en ese caso no es necesario agregar nada pues es la realidad que a usted y a mí nos toca vivir a diario.
 
En el que se supone seria el contrapeso ideal, la izquierda, (que más bien parece un injerto de la mano izquierda en el lado derecho del Estado) me refiero a Jesús Ortega del PRD un político comodino, simple, un dirigente que dice ser de centro izquierda aunque de facto tiende del centro a la derecha, una izquierda vulgar, vendida; una posición política que para no perder los favores de Los Pinos vende su ideología cual mercancía, pues lleva a cabo juicios de valor distintos de acuerdo a sus tiempos y conveniencias. Ortega dice reconocer al presidente constitucional del país a costa de la división de su propio partido y así asegurar que el botín solo se reparta entre la fracción perredista alineada y no entre dos partes.
 
Ortega dice llevar a cabo alianzas estratégicas y no alianzas ideológicas, ¿Acaso no es antinatural hacer alianzas con posiciones totalmente disimiles en tanto principios rectores se refiere? ¿Qué acaso la aprobación del aborto y de los matrimonios entre personas del mismo sexo, no es razón suficiente para romper una alianza un partido que pregona lo contrario? Es claro que las posiciones y los colores pueden cambiar si se les llega al precio y también es evidente que los ejes rectores de “la plataforma política” son un cheque en blanco al portador. La opinión del PRD en este caso es irrelevante pues no ha sido gobierno tal vez por eso ellos mismo se permiten tales disparates.
 
De lo anterior y justificando la analogía que mencione es justo recordar que sea por el motivo que sea casi todas las asociaciones políticas de nuestro país, a acepción del PAN, emergieron de entre los resentidos priistas, aunque usted recordará que en antaño había un refrán aludiendo al albiazul que rezaba más o menos algo como que este último “era el mismo roedor solo que con algo de fango”.
 
Sin ánimo de ofender a los políticos, pues desearía que existiera por lo menos uno sensato, hay que decir que si existe una acepción vulgar de la palabra política, sin duda esa es la que surge en el ejercicio de la política mexicana, o peor aún, la política (por cierto muy vulgar insisto) que opera en México se limita al jaloneo que existe en el sistema de partidos, lástima que en esa reyerta los más perjudicados siempre terminen igual, olvidados y marginados.
 
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