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Columnas y artículos de opinión
Kairós
Sentarse en el trono
Francisco Montfort Guillén
23 de noviembre de 2016
alcalorpolitico.com
Es una de las expresiones más comunes. Equivale a sentirse cómodo. A tener intimidad y pensar secretos. Sentirse a sus anchas. No depender de nadie. Es un acto de verdadera autonomía. De soberanía. De ejercicio del poder. Por lo menos del autodominio. Y en una acción que data de hace más de 3000 años. Aunque cobró mayor fama en la Roma Imperial. En Estados Unidos se expandió como nunca antes en la historia. Ahora es anhelado por China y por India.
 
Es un descubrimiento sin autor. Pero ha determinado la calidad de vida de miles de millones de personas. De sociedades enteras. Es un invento humano. Un descubrimiento revolucionario. Ha modificado las relaciones entre autoridades y pueblos enteros, entre familiares, también en las relaciones entre amigos y vecinos. Pero también es el centro de enormes disputas cotidianas. En todos lados, sobre todo en donde existen carencias.
 
De ahí que se celebre su día. Y que exista un “Míster Trono”. En efecto, en India se da ahora este curioso festejo y surge este no menos singular título. Es en Francia en donde al parecer surgió la frase “sentarse en el trono”. Y en donde pude constatar, personalmente, la veneración sagrada por el “Trono”. En muchos aparadores aparece en las vitrinas como símbolo de comodidad, de voluntad suprema, de confort inigualable.
 

Sí, el WC, la silla sanitaria o el simple excusado es de las invenciones anónimas que han sido de las más útiles en la evolución del desarrollo material, de las condiciones de bienestar. Yo diría que ahora es una expresión suprema del individualismo moderno. Nos proporciona minutos, cuando menos, de placer, que muchos alargan porque en la vida moderna también funge como cuarto de lectura, como refugio frente a las discusiones maritales o entre padres e hijos. Y por lo menos para muchos adolescentes masculinos, es una de las cuevas en donde pueden masturbarse con toda serenidad.
 
Sin embargo, el WC, del cual existe un gran museo en India, representa la síntesis de la evolución del sistema sanitario. Roma es una ciudad clave en cuanto a evolución de sistemas urbanos sanitarios y funcionales. Igual que Pompeya, en donde fueron localizados al menos 400 baños/tronos individuales. Los aztecas también avanzaron bastante en la recolección/trato de los desechos humanos y en el sistema urbano que contemplaba también el baño como cuarto de lavado y aseo personal, de disfrute de las aguas corrientes y de las aguas termales.
 
La defecación al aire libre es un problema de contaminación poco discutido en Veracruz, pero muy grave. En India 685 millones de personas no cuentan con WC. En México no conozco el número de personas que defecan al aire libre. Tampoco sé la cifra exacta de veracruzanos que se esconden entre la maleza para “hacer sus necesidades”. Pero lo que sí me consta es que los dineros destinados durante el gobierno de Fidel Herrera al programa “Pisos, letrinas y fogones”, destinado sobre todo a mejorar las condiciones de vida de los indígenas, terminaron en los bolsillos de algunos de quienes debían haber mitigado, con tan importante programa, las desventuras e incomodidades de familias enteras, a todo lo largo del estado.
 

La ausencia del WC y del sistema de tratamiento de aguas negras es una carencia que genera problemas más allá de las incomodidades personales y familiares. Es un problema, y grave, de sanidad pública. La inexistencia de ambos está en el origen de infecciones que cuestan al gobierno cientos de millones de pesos en el sector salud, cientos de millones de pesos por días laborales perdidos y por improductividad, debido a las enfermedades de los trabajadores del campo y la ciudad. Atender esta carencia, un tanto invisible en nuestras comunidades, debiera ser otra de las prioridades que se nos han acumulado por corrupción e impunidad en el manejo de los presupuestos públicos.
 
Cuando participé en el Programa Especial de Seguridad Alimentaria (PESA) promovido por la FAO, entre las comunidades del norte de Veracruz, decidimos que podía agregarse a tan importante y generoso programa, el instituido por el Gobierno del Estado denominado “Pisos, fogones y letrinas”. El PESA se estrenaba en Veracruz gracias a la iniciativa de la doctora Angélica Gutiérrez, en aquel entonces directora del IIESES. Asistimos a la inauguración del programa gubernamental, en una comunidad de la sierra.
 
Después del acto protocolario, nuestro equipo continuó con el programa alimentario. Cuando cerramos nuestra participación, meses después, vimos como las “letrinas secas” fueron abandonadas a la intemperie en las calles, pues nunca habían sido colocadas, como tampoco las cocinas o fogones ecológicos, ni el piso firme. Los niños indígenas jugaban entre las letrinas, abandonadas por montones en la sierra.
 

En ese programa vivimos uno de los principales obstáculos para cambiar y mejorar las formas de vida, mediante la construcción de condiciones mínimas de higiene y comodidad y bienestar material: La modificación de los hábitos. No obstante las incomodidades y los riesgos, sobre todo nocturnos, para las mujeres y los niños, al esconderse en el monte para “hacer sus necesidades”, una gran mayoría de personas preferían hacerlo al aire libre, según observamos, y constatamos, de acuerdo a los reportes de estudios sociológicos y antropológicos.
 
El mal uso de los sanitarios no es exclusivo de las zonas excluidas y marginadas. En plena ciudad es constatable el desdén de las mayorías hacia las instalaciones sanitarias. En restaurantes, hoteles, en la Universidad Veracruzana y otros centros escolares, en fábricas, talleres y en otros lugares, el descuido de los sanitarios es considerable. Todavía peor son los baños de las carreteras y gasolineras. Verdaderos focos de infección, con olores tan desagradables que en ocasiones imposibilitan su uso. Sólo con la llegada de los hoteles y restaurantes de cadenas nacionales e internacionales fue posible contar con baños decentes en el puerto de Veracruz y en general en todas las ciudades. Más allá, todo es contaminación nauseabunda.
 
Así que “sentarse en el trono” no es precisamente un placer en nuestro estado. O cuando menos no en condiciones de higiene, confort y privacidad. “Ir al baño” en Veracruz puede resultar una experiencia sumamente desagradable. Además los sistemas sanitarios son de pésima calidad y sus redes de drenaje regularmente desembocan en los ríos, lagunas, esteros y en el mar, multiplicando así las cadenas de contaminación de zoonosis. Encontrar en el mar tremendos mojones es una desagradable sorpresa para bañistas.
 

Si agregamos a la contaminación fecal humana, la urbana causada por animales domésticos, y la rural causada por animales de rancho y granjas, entonces podremos imaginar que los veracruzanos podríamos vernos como pequeñas linternas, pues si el excremento fuera fosforescente, entonces todos brillaríamos por las noches, como cocuyos, y asumiríamos que vivimos en medio de una gran putrefacción ambiental. Igual que la putrefacción política, la que deja el todavía equipo de gobierno en funciones. Y sin tronos para todos.