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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
El reino de este mundo
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
5 de enero de 2017
alcalorpolitico.com
El reino de este mundo, novela de Alejo Carpentier, es la triste historia del pueblo haitiano, sometido históricamente, primero por los hacendados franceses, después por un personaje de pacotilla, Henri Christophe, negro hábil y marrullero que logra pasar de cocinero en una fonda a implantar la primera monarquía haitiana y se convierte en tirano de su propia gente, de sus propios congéneres negros, y, por último, por los mulatos republicanos, unos peores que los otros.
 
Como antecedente de esa tiranía, Carpentier narra la aventura de un personaje mítico, dotado de la capacidad de metamorfosearse y ligado a la práctica del vodú, Francois Mackandal, héroe de la independencia haitiana de la dominación francesa en 1791. Cuando este es aprehendido y quemado en una hoguera, para escarmiento de los negros, logra transformarse en una mariposa, suceso que solo es visto por los de su misma raza. La historia de Mackandal se liga al entrañable personaje y protagonista, Ti Noel, cuya voz es la del narrador presente en toda la novela.
 
Ti Noel es un esclavo negro, al servicio del hacendado francés Monsieur Lenormand de Mézy, quien sufre la pérdida de sus propiedades y de su familia en un levantamiento de los negros encabezado por Boukman, sucesor de Mackandal. Después, cuando la insurrección es aplastada, sus vicios hacen derrochar al hacendado lo poco que le quedó de vender en Cuba una docena de negros, incluido Noel. Este reúne un poco de dinero y regresa a Haití, y hace su casa de las ruinas de la hacienda de su examo. Un día emprende un viaje hacia un pueblo mítico, Sans-Souci, donde se sorprende al descubrir a Christophe, el antiguo cocinero que él conoció, convertido ahora en dictador de sus propios hermanos de raza y color, a quienes explota y trata peor de cómo los trataron los colonizadores franceses. El mismo Ti Noel es apresado y obligado a trabajar en la construcción de un maravilloso palacio, en el que el nuevo monarca forma una cohorte de vasallos como burlesca réplica de los palacetes franceses.
 

El reinado de Christophe llega a su decimosegundo año en medio del odio generalizado de sus congéneres. Ti Noel ha logrado escapar de su infortunio y ahora va a ser testigo del derrumbamiento de este nuevo tirano, peor que los mismos colonizadores franceses. Víctima de alucinaciones, provocadas por la práctica del vodú en su contra, Christophe cae enfermo y cuando logra reponerse solo lo hace para contemplar como ese majestuoso palacio, esa ciudadela y ese boato que había construido con el fin de eternizarse en el poder van cayendo y siendo destruidos sin ningún miramiento por sus esclavizados siervos, enfurecidos por tantos años de explotación por su mismo hermano de raza. Vestido con su más ceremonioso ropaje, el rey negro se suicida y abandona su palacio al saqueo de la frenética muchedumbre. Su familia huye a Europa, protegida por Solimán, un antiguo lacayo y masajista de Paulina Bonaparte, cuando esta vivió en Haití.
 
Ti Noel ha participado en el saqueo y con lo hurtado emperifolla su rústica morada en las ruinas de la que fue la hacienda de su amo francés. Su orgullo se ve colmado al vestirse una lujosa casaca que adquirió en el palacio real: la casaca del rey negro Christophe. Con ella, Ti Noel se siente rey, rey de nadie, pero rey. Pero su felicidad es efímera. Pronto llegan nuevos conquistadores, ahora representados por un grupo de Mulatos Republicanos que hablan francés y que vienen a tomar posesión del mostrenco territorio haitiano. Ti Noel ve a los negros trabajar ahora bajo la tralla de los nuevos amos. El viejo negro intenta rebelarse, pero un viento verde surgido del océano arrasó cuanto encontró a su paso, incluido Ti Noel: «Un cansancio cósmico, de planeta cargado de piedras, caía sobre sus hombros descarnados por tantos golpes, sudores y rebeldías» (151).Desde entonces, nadie supo nada más del viejo negro rebelde, testigo de la persistente furia del hombre contra el mismo hombre, sea cual sea su raza y color.
 
El reino de este mundo es una novela impresionante que tiene, como todas las obras inmortales, una permanente actualidad. Muchas veces postergada, cuando por fin me decidí a leerla me fascinó de tal manera que, una vez terminada la lectura, la inicié de nuevo. Y con esas dos lecturas, admiré más a Alejo Carpentier, escritor cubano del que previamente había leído El recurso del método y el cuento «Fugitivos», que es, él solito, una obra de arte literario.
 

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