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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Malena es un nombre de tango
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
19 de enero de 2017
alcalorpolitico.com
Ambientada en Madrid, en los años 60s, en la extensa novela Malena es un nombre de tango, Almudena Grandes narra, en voz de Malena como narradora-protagonista, un período de unos treinta años en la vida de una chica que cuenta sus azarosas aventuras, sobre todo amorosas y eróticas, a partir de los nueve o diez años hasta el momento en que los avatares de la vida le dan una cierta estabilidad emocional, sobre todo por la llegada de un hijo que le asienta las neuronas: «Tener un hijo significaba renunciar a la irresponsabilidad que todavía cultivaba de vez en cuando como un vicio secreto, gozoso e íntimo. Adiós al alcohol, adiós a las drogas, a los amantes ocasionales, al sexo accidental, a las largas noches de palabras cálidas y vacías con gente tan irresponsable como yo… más madre que mujer ya para siempre, mi cuerpo un templo de generosidad y amor infinitos, un recinto sagrado que a nadie le interesaría profanar nunca más. El cambio no me gustaba, pero todo eso contaba mucho menos que la posibilidad de parir a un desdichado» (p. 536 en la edición MaxiTusquets).
 
Criada en una familia pequeñoburguesa de la capital española, Malena es una chica liberal, independiente, atrevida, y heredera de la enjundia de sus ascendientes, sobre todo de Pedro, su abuelo materno, y Soledad, su abuela paterna. Ambos personajes muy bien logrados, en sus confidencias a la nieta Malena nos regalan las mejores páginas de la novela, adicionadas, al final de la obra, a las revelaciones hechas a Malena por la tía-monja-exmonja, Magda-Àgueda-Magda, sobre las secretas aventuras de su propio padre, Jaime.
 
Las confidencias hechas a la nieta por los abuelos Pedro y Soledad le (nos) permiten entender la trama familiar tejida con las aventuras, los amores, los defectos, las creencias, las convicciones políticas y las infidelidades (especialmente del abuelo). Por este, por Pedro, sabremos del maleficio que le viene de su tío Rodrigo («la sangre rosa de Rodrigo»), aventurero en las selvas amazónicas de las cuales obtiene y preserva una gran esmeralda, que llegará a Malena como un tesoro del cual deberá echar mano solo cuando de ello dependa su supervivencia. En la conversación tierna y dolorosa con su abuela paterna, Malena se enterará de la relación amorosa de la propia Soledad y su esposo, Jaime, convencido republicano por cuyas ideas es sacrificado durante la Guerra Civil Española.
 

Pero, además de esta herencia tan especial que le marca su temperamento, la vida de Malena enfrenta la difícil relación con su hermana melliza, Reina («la niña perfecta»). Con ella, por sus personalidades tan contrastantes, constantemente entrará en tan fuerte conflicto que hasta la hace desear fervientemente haber sido niño y no niña, y que culminará al final de la novela, cuando Malena descubra que su hermana ha intervenido más de lo que ella imaginaba en el devenir de sus amores, desde su fugaz y apasionado enamoramiento juvenil con su medio primo Fernando hasta el clímax de casarse con quien era su formal esposo y padre de su hijo.
 
No es fácil en estos tiempos tan acelerados leer un libro de 760 páginas. Sin embargo, con tenacidad, sobre todo al principio, y una vez entendido el estilo en espiral [con muchos adelantos y retrocesos en el tiempo (analepsis y prolepsis)], de la escritora española Almudena Grandes, esta su tercera novela, Malena es un nombre de tango, resulta una buena experiencia, sin trascender demasiado en su producción literaria en donde sobresalen otras obras como Las tres bodas de Manolita, Los años difíciles o, especialmente, El lector de Julio Verne.
 
En el año 1995, la novela fue llevada al cine por el director Gerardo Herrero, con Ariadna Gil como Malena.
 

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