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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Operativo mochila...
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
26 de enero de 2017
alcalorpolitico.com
Después de la noticia del adolescente (cazador e hijo de un cazador poseedor, en su hogar, de un arsenal) que disparó contra su maestra y varios compañeros para después hacerlo contra él mismo, se desencadenó una retahíla de declaraciones tratando explicar este acto por el cual, como lo publicó El Mundo de Córdoba, «México experimentó el horror de la violencia armada en las aulas».  
 
A este crimen se añade el inexplicable asesinato de una pequeña de 12 años a manos de otros adolescentes por la posesión de un celular, ocurrido hace unos días en Fortín.  
 
Según el director de la Red por los Derechos de la Infancia, Juan Martín Pérez, en México esta clase de incidentes «son hechos aislados (...), pero hay un alto riesgo de que esto se use para criminalizar a los adolescentes» (elmundodecordoba.com/primera-plana/25307/19/1/17).
 

El señor Juan Martín puede estar tranquilo. No se va a criminalizar a los adolescentes. Ellos no son los criminales que, con premeditación, alevosía, ventaja, impunidad y suficiente dinero, son importadores de armas de EEUU y practican tiro al corazón y a la cabeza de monigotes antropomorfos. Ellos no tienen franquicia de traficantes ni pertenecen a lo que Julio Hernández, columnista de La Jornada, define como la delincuencia políticamente organizada, ni a las dependencias de salud del gobierno ni son funcionarios de las instituciones oficiales en las cuales sí abundan esos malvivientes de saco y corbata que han desatado esta furia de violencia que vive nuestro país, nuestro estado, nuestro municipio, nuestro barrio...
 
Los adolescentes asesinos, tanto el de Nuevo León como los de Fortín, son casos ejemplares de lo que se fragua a diario en las mentes de niños y jóvenes que son sistemática e impunemente acribillados por un sistema que ha hecho del abuso, la violencia y la perversión política un modo de vida.
 
Es inútil que el presidente de la república y todo el séquito de funcionarios, especialmente del ramo educativo, hagan declaraciones y expresen que «como padres de familia y como gobernantes les “duele mucho” lo sucedido y se unen al dolor y consternación de las familias y de la comunidad escolar». Este hecho debería servir para sacudirles un poco las neuronas y la conciencia y así se percaten de la responsabilidad que les compete al haber favorecido un clima de frustración, de desaliento, de resentimiento y de agresividad que ha ennegrecido y trastornado sobremanera las relaciones humanas entre los mismos mexicanos. «Lamentamos el caso, porque no son niños maleados, sino producto de una violencia interna» dijo el director de la escuela secundaria donde estudiaba la niña asesinada.
 

Ahora vivimos en un estado de desconfianza, de miedo, de zozobra. Cada día aparecen más y más latrocinios y perversiones de quienes son los responsables de que el país se encuentre sumido en la vorágine de la violencia, cuando su obligación es velar por la paz, la tranquilidad, el bienestar y el respeto a los derechos humanos y constitucionales de los habitantes de su país, de su estado, de su ciudad.  
 
Diariamente los medios de comunicación (los aún no corrompidos por los sobornos oficiales) siguen desgranando noticias con hechos delictivos de funcionarios y exfuncionarios de todos los órdenes. Noticias que son acompañadas, generalmente, por el corolario de la impunidad y la desvergüenza de que esos mismos hacen gala. Muy recientemente, uno de los responsables de la debacle económica, política, social y moral que se vive actualmente declaraba cínicamente: «Yo creo en la juventud de México, creo en los principios morales y éticos del servicio público, el apego a la ley para servir a nuestros conciudadanos. Yo no puedo asumir responsabilidades por quienes no se parecen a mí, por quienes no actuaron como yo o por quienes no sirvieron a Veracruz como yo lo hice» (¡sic!).
 
Por eso, el señor Juan Martín y todos los juanes-martín pueden estar tranquilos. No se va a criminalizar a todos los adolescentes mexicanos ni veracruzanos ni gringos ni rusos ni árabes… Los que sí son criminales son los que diariamente, minuto a minuto y segundo a segundo están tolerando y hasta fomentando la ruptura del orden natural, la destrucción del tejido social, la deformación de la mente y de la conciencia personal, hasta hacer sentir y pensar a un niño, a un adolescente, a un joven o a un adulto que el poder, de cualquier signo y nivel que sea, es una patente de corso por la que se obtiene el derecho de pisotear, dañar y hasta asesinar a un enfermo, a un compañero, a una comunidad estatal o a todo un país.
 

Para esto no sirve ningún ridículo «operativo mochila».
 
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