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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Qué sed de saber cuánto
Miguel Molina
16 de febrero de 2017
alcalorpolitico.com
A ver: uno quiere tener una idea clara de lo que están haciendo las instituciones, y busca la información. Unos van a las oficinas, otros llaman, otros escriben correos y cartas, y otros le preguntan a la diosa Google. Algunos hacen todas esas cosas, pero nadie sabe. Literalmente nadie sabe.
 
Que uno quiere saber qué propuestas y qué iniciativas se han debatido o votado en la Legislatura. Va y busca en el sitio de internet del Congreso de Veracruz. Buena suerte. Qué uno quiere saber cuánto dinero ha llegado a las flacas arcas estatales y cuánto dinero ha salido de ellas. Allá uno. Que uno quiere saber cómo va la cosa pública. No se puede.
 
Que uno siente el deseo morboso de saber qué piensan los partidos políticos sobre lo que pasa en Veracruz. A ver si encuentra dónde le dicen a uno eso. Que uno quiere ir más allá de la percepción (es decir, del miedo, que es una herramienta de la violencia) y quiere ver a cuántos han metido a la cárcel, las cifras del mal y del bien, no las halla.
 

Habría que coincidir con la opinión oficial de que muchas cosas ya no tienen remedio. Se viene a la memoria el caso del Instituto de Pensiones, agrietado por la bancarrota y forzado a vender parte de lo que tiene, frente a un futuro más que incierto.
 
A la incertidumbre de los pensionados se suman la esperanza de que algo pasará y la confusión porque no saben exactamente qué está pasando. Y la vaina es inevitable y nadie tiene la culpa, aunque el prófugo no iba con maletas vacías y salía con las valijas llenas cuando estaba saqueando al IPE. Como dice Neruda en su Oda a los Números, qué sed de saber cuánto...
 
Pero es verdad que algo falta. No basta con que el gobernador – que es de por sí una persona ocupada – invierta buena parte de su tiempo en reuniones de información pública: alguien más tiene que hacerlo, para dar tiempo a que el ejecutivo se ocupe de asuntos que pueden hacer otros, y para que uno entienda que las palabras del gobernador se reservan para casos de suma importancia.
 

Deciden cosas que no comprenden
 
Lo mismo puede aplicarse a otras instituciones, sobre todo a las que pensaron que habían llegado al siglo XXI porque tenían computadoras y crearon una página de internet. "Es que quienes hacen las leyes y las aplican no están versados en las tecnologías de la información", me dijo un día Toomas Hendrik Ilves, quien fue presidente de Estonia hasta el año pasado: hay quienes legislan y toman decisiones sobre cosas que no comprenden.
 
Por más que el desconocimiento de los nuevos medios sea todavía un asunto universal, lo que uno – o cualquiera – esperaría es que uno – o cualquiera – pudiera encontrar fácilmente la información que busca, en vez de esperar a que alguien decida si las cosas se pueden saber. No es difícil. Bastaría con ponerse en el lugar de quienes no tienen respuestas para saber qué cosas preguntaría la gente.
 

Lo difícil es romper con las tradiciones. La información sigue siendo poder. No importa qué se haya prometido en campaña o fuera della, no importa qué dijeron los candidatos que ahora tienen cargos públicos, nadie va a ofrecer información relevante, con datos que permitan tener idea de qué está pasando, de qué se está haciendo, y cómo vamos a salir de esto.
 
Y cuando la gente no tiene acceso a ese tipo de información termina por creer lo primero que le dicen, sobre todo en las redes sociales y a veces en los taxis, o en los pasillos de los supermercados, o en las mesas de cantina o de café, y acaba por encontrar razonables los soliloquios de amigos de las conspiraciones y los fanfarrones que quieren decir lo que sea. Una sociedad desinformada es víctima fácil, como parece mostrar el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
 
Hay que hacer algo. Todos necesitan tener una idea clara, sobre todo en el siglo de la internet. Hasta las autoridades.
 

Y todavía
 
Ningún aviador – persona que cobraba un sueldo sin trabajar – ha pisado el umbral de los juzgados.