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Columnas y artículos de opinión
La lógica de los mercados
Helí Herrera Hernández
20 de febrero de 2017
alcalorpolitico.com
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Twitter: HELÍHERRERA.es
 
El presidente Donald Trump presentó los pilares de su propuesta económica para impulsar el crecimiento económico del país que gobierna, la cual se basa en una reducción tributaria para empresas y familias trabajadoras que detonarían, en primer término, la generación de empleos y la reactivación de su mercado interno, al disponer los estadounidenses de mas efectivo para sus necesidades.
 
Actualmente la tasa mayor tributaria que pagan las empresas e industrias es casi del 40% (39.6), sin importar que estén instaladas en esa nación o fuera de ella, dado que al ingresar las ganancias que reciben en otras naciones tienen que pagar ese porcentaje, razón por la cual muchas de ellas las ubican en países que son paraísos fiscales, que evitan la creación de círculos virtuosos que abatirían el desempleo de 4.9% que registro en 2016.  

 
La propuesta de Donald en primer término es bajarla al 33 por ciento hasta llevarla al 25% que, indudablemente, hay que aceptarlo, redundaría en la reinversión de esas ganancias que generarían empleos; empero, dicha propuesta Trumpista viene a ser, increíblemente contraria a los planes de razias y deportaciones que está realizando el mandatario, porque los trabajos que los migrantes mexicanos y de otras naciones realizan allá no los quieren hacer ni los gringos de color ni los blancos, y que la mayoría de estas industrias tampoco están dispuestas a contratarlos porque tendrían que cubrirles un 100 por ciento más de salario, lo que provocaría que todas sus mercancías subieran sus costos y en consecuencia, dejarían de ser competitivas y hasta podrían salir del mercado, generando una recesión con los daños colaterales que esto genera.
 
Lo explico: a) las razias y deportaciones crearán falta de mano de obra en varias ramas de la economía norteamericana que no las cubrirían ciudadanos norteamericanos, porque jamás han aceptado esos empleos por ser rudos. Allí se provocaría su primer cuello de botella porque podrían cerrar esas industrias tanto por falta de mano de obra como por pagarla al doble si es que algunos gringos (es una suposición, solamente), decidieran aceptarlos.
 
b) De bajar los impuestos 15 por ciento a todas las empresas e industrias, así como a las familias, habría mucho dinero que de no invertirse en infraestructura se iría al capital especulativo con el riesgo que ello conlleva (crack de 1929), y la crisis financiera de 2006, 2007 y 2008 provocada por la burbuja inmobiliaria (crisis de la hipotecas subprime), que enfermaron la economía norteamericana y generó desempleo y pobreza, y por ende, contagió a todas las economías del mundo que tienen intercambio comercial y financiero, como México, con ese país.

 
c) De invertir esos millonarios recursos económicos en plantas que produzcan bienes, Estados Unidos agravaría mas su problema de falta de mano de obra, primero porque no han ocupado los puestos vacantes dejados por los mexicanos deportados y segundo, por el proceso inversor generador de empleos. Entonces ¿Por qué bajar las tasas de impuestos si estos van a generar empleos y no hay un ejército de trabajadores en reserva?
 
Ahuyentar la mano de obra existente en países con migrantes no resulta razonable frente a la lógica matemática y estadística. Ésta advierte que hay una apremiante necesidad de trabajadores foráneos que pueden llenar los cada vez mayores vacíos laborables.
 
Para Estados Unidos y para su gobierno que desea bajar impuestos, atraer mano de obra internacional en el mediano y largo plazo es de vida o muerte. Si no desiste de las rázias y deportaciones, y abren realmente su mercado de trabajo a los migrantes, los estadounidenses no podrán remontar su sangría demográfica ni mantener su competitividad global, o continuar un crecimiento económico sostenido y mucho menos conservar sus sistemas de bienestar.

 
Pongo un ejemplo: en 2012 cuando el Partido Popular llegó al gobierno de España, una de las primeras medidas que tomó fue la de anular un programa de migración temporal con Marruecos para recoger fresas en el sur del país, en Huelva, el cual llegó a contar con 13 mil trabajadores anuales. El partido Popular argumentó que había 5 millones de desempleados en España que exigían esos empleos. El resultado fue terrible; las autoridades se encontraron con que las fresas no se recogían porque ni siquiera los españoles desempleados, incluyendo muchos marroquíes ya radicados en España, estaban dispuestos a trabajar por 600 euros al mes recogiendo fresas durante nueve horas diarias. Prefirieron seguir ganando 400 euros del seguro del desempleo sin trabajar. Puede parecer económicamente ilógico pero tuvieron que reestablecer ese sistema y traer de la noche a la mañana miles de trabajadores de Marruecos para que no se pudrieran las fresas.
 
En el caso de Los Estados Unidos algo similar ocurrirá primordialmente en el sector turismo (restaurantes-hoteles), en la construcción y en el sector agrícola. Por sobrevivencia misma del sistema económico de Los Estados Unidos cesa el gobierno sus actividades racistas y xenofóbicas contra los migrantes, o los aires del Watergate volverán a soplar en la Casa Blanca porque en efecto, para el capitalismo, el dinero es todo.