icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Políticos travestis
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
4 de mayo de 2017
alcalorpolitico.com
En una entrevista radiofónica hace unos tiempos, un candidato a diputado federal confesó, casi compungido, que él constató en su campaña que la gente «ya no cree en los políticos». Esta podría parecer una verdad de Perogrullo en un México que ha visto ya tantas cosas en su historia y, sin embargo, da pie para una reflexión acerca del berenjenal en que están metidos precisamente los partidos políticos.
 
La gente, es decir, Juan Pueblo, ve con mucha curiosidad la actual transmutación de los candidatos (travestis políticos). Parado en la esquina del parque (como el pilar de la esquina del edificio, al que todos golpean y en el que todos se recargan), el pueblo ve cómo Fulanito, que era del PRI, ahora es candidato del PRD, y Zutano, que era del PAN, ya se pasó al PRD o PT, y Mengano, que era del Movimiento Ciudadano (¿?) ahora es Moreno, y el expriísta y expanista ahora es convencido verdecologista o independiente (¿?), y así sucesivamente, como diría Sergio Pitol, en un “desfile de carnaval”. Ahora tenemos que saludar al político preguntándole: ¿y en qué partido amaneciste hoy?
 
Uno se interroga: los partidos políticos, ¿tienen Declaración de principios? Es decir, ¿tienen una ideología bien diferenciada que postular y defender? ¿Tienen un ramajo de propuestas políticas, económicas, culturales, sociales, etc., que los distingan entre sí? Pero que de verdad los diferencien, de tal manera que Juan Pueblo pueda decir: voto por Fulano porque estoy de acuerdo con lo que propone su partido, por ejemplo, para el campo, para la industria, para la educación, para la democracia, para los medios de comunicación, en lo relativo a impuestos, etc., etc. Pero no las mugres promesas demagógicas, sino serios y verdaderos postulados.
 

El problema medular de los partidos políticos –en una perspectiva llana y de primera lectura– es que sus principios y postulados son meras entelequias, tan insustanciales que no le dicen nada al pueblo. Y por eso los votos duros se están ablandando cada vez más y el grueso votante es una masa de gelatina…
 
Si preguntamos a Juan Pueblo por qué vota por algún partido, no nos responderá que lo hace por estar de acuerdo con su Declaración de principios. Pues estos, además, son tan generales que la mayoría se vuelven comunes. Decir: luchamos por la justicia social, o por una educación para todos o laica, o por lograr un crecimiento económico sostenido, es pregonar postulados generales y ambiguos, válidos para el PRI, el PRD, Morena, ¡hasta para el PAN! y toda la chiquillería política. Y lo que vale para todo vale para nada.
 
La gente vota por una persona, por un candidato, y estos coquetean (o chaquetean, en el sentido de cambiar de chaqueta, de chamarra… de camiseta, pues). Un día amanecen en un partido y anochecen en el contrario. Brincan de partido en partido, como saltamontes o, más poéticamente, como mariposas, libando la flor que tiene más miel… Y pregunte a alguien por qué dejó el PRI y se fue al PRD o al PAN, o al PVE y espere una respuesta curiosa. Si el entrevistado es sincero –¿por qué habríamos de dudar?–, no nos dirá: «porque me convence más la declaración de principios de este otro partido y en ella dice que…». Nos dará respuestas prácticas: «la gente ya no cree en ese partido», «porque ese partido es una camarilla de corruptos», «porque allí no le dan oportunidades a los jóvenes o a las mujeres», «porque ese partido es un clan familiar», etc.
 

Cuando los partidos políticos asuman un compromiso formal y real por una causa, entonces tendremos ideologías en lucha y en opción. Por ahora, son famas en competencia, luchas de respaldos e intereses económicos, ínsulas de poder, grupos corporativos; pero no políticas, no líneas de acción, no postulados y compromisos sociales.
 
Solo muy relativamente los partidos son de clases. El PAN tiene respaldo de empresarios o comerciantes solo porque atrás del candidato está una familia de empresarios o comerciantes, con socios, amigos, parientes, clubes sociales. Pero pregunten al empresario si apoya a ese candidato porque coincide él, el empresario, con la Declaración de principios del partido que cobija al candidato, o pregúnteles por principios o postulados de otros partidos y tendremos sorpresas mayúsculas. Lo que hacen algunos es prenderle una veladora a Dios y otra al diablo, o les dan dinero a todos.
 
Veamos: el PAN se ha caracterizado por elevar cruel, despiadada y vorazmente los impuestos: ISR, predial, traslación de dominio, basura, etc. Pero también lo hizo aquel Miguel Alemán que es es (¿o era?) del PRI. ¿O será que ese señor mutó su mentalidad empresarial y ya priísta convencido se preocupó por la justicia social? ¿No saqueó el fondo de Pensiones? Y lo mismo han sido gobernantes perredistas y panistas. ¿Qué pasaría en el Estado si Dante volviera a ser gobernador? ¿Gobernaría con una ideología diferente a la que defendió con tanto entusiasmo cuando fue gobernador priísta?
 

Creo que los partidos políticos tienen que definirse. Y definirse es dejar de ser ambiguos y vagos en sus principios (por más contundentes que puedan parecer). Deben representar opciones políticas, económicas, educativas, agrícolas, culturales bien claras y precisas. Si uno va sobre los campesinos y los obreros, que lo diga claro y abierto; que diga que va a favor de una acumulación elitista de la riqueza. Y si otro va a defender los intereses obreros, que se palpe su orientación, que en los hechos lo pruebe. Pero resulta que todos dicen que van por la justicia social y, a la hora de la verdad, todos van por la acumulación de riqueza y poder pero en sus propias manos y cuentas bancarias. Las más fuertes privatizaciones las hizo el priísta Salinas de Gortari y resulta que después el PRI se opuso, ya con el PAN en el poder, a la participación de los particulares en la producción y venta de los recursos petroleros “por razones políticas” y ahora el PRI, de nuevo montado en el poder, es el que regresa a esa propuesta y la aprueba y la cacarea. ¿Entonces? ¿Cuál es el principio ideológico que aquí defiende un partido y al cual se opone el otro?
 
El pueblo dice: todos los políticos están cortados por la misma tijera y por ahora la tijera está en manos de estos, pero… ¿no sería interesante una democracia con opciones políticas, económicas, agrícolas, educativas, culturales, etc.?
 
Mientras, la guerra sigue entre personas con pocas ideas y el voto está en peligro de defunción… por decepción.
 

ginorauldegasperin.blogspot.com