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Columnas y artículos de opinión
Zeitgeist
Acumulación de capital y cambio estructural: antecedentes históricos de la planificación
Armando Chama Tlaxcalteco
4 de abril de 2011
alcalorpolitico.com
“La planificación económica no se aplica de manera genérica en una economía de mercado, para todos y cada uno de los agentes económicos, solamente porque se trate de una economía capitalista; sino que son las realidades particulares de cada entidad económica, tanto internas como externas, las que determinan la vigencia del proceso de planificación” Dr. Adalberto Ceballos Piedra.
 
Continuando con la exposición del artículo anterior y como lo he mencionado ya en repetidas ocasiones, es en la dinámica capitalista a través de la economía de mercado, donde verificativo el proceso de concentración primero, y luego, centralización del capital, pero, ¿Qué sobre la prehistoria capitalista? ¿Es el simple paso de una etapa a otra? ¿Es acaso un proceso que no produce ningún tipo de indigestión social? La respuestas a estos cuestionamientos plantean la respuesta del porque la planeación no aplica para todos los agentes económicos.
 
En una economía de subsistencia, la sociedad no presenta una estructura compleja en cuanto al modo de producción, no existe la división del trabajo por lo que no hay trabajo cooperativo; el productor presenta un producto iniciado y terminado por el mismo; si se requiriera conocer las vicisitudes y límites de dicha economía, lo sabríamos conociendo tan solo las limitantes del productor; en ese sentido se refleja el nulo carácter social de la producción, por ser esta una economía totalmente desvinculada. En una economía así lo que realmente importa es producir para la satisfacción de las necesidades personales, no existe la productividad, pues, para incrementar la producción basta con intensificar el uso de los factores productivos (tierra, trabajo y capital), y así el problema queda resuelto.
 
Ante esas circunstancias, dado el carácter atomizado de la riqueza, la economía presenta un muy escaso dinamismo, que se traduce en estancamiento, con niveles de vida precarios para esa sociedad, que por lo tanto está condenada a la pobreza. Es aquí, donde el capitalismo, en especial la planificación, en tanto categoría histórica cobra sentido, a partir de la necesidad de cambiar una estructura arcaica conforme al nuevo modo de producción. Para que ello fuera posible, se requirió de un evento, de un choque externo, que le venga desde fuera, que la sacuda, y que esa sacudida sea tal que la producción adquiera un carácter social (producción a escala ampliada con el respectivo reacomodo de la estructura social), con una continua consolidación de las relaciones de intercambio, que es condición necesaria para el desarrollo económico, dentro de una economía de corte capitalista
 
Ese evento lo constituye el proceso de acumulación originaria, que para fines de brevedad hace alusión al proceso histórico de separación entre el productor directo y los medios que proveen la vida (medios de producción). Es esa separación la que crea la condición sine qua non para el desarrollo de dichas relaciones de intercambio, que según:
 
“…Las cuales tendrían como mercancía primigenia a la fuerza de trabajo, pues una vez consumada la disociación productor-medios de producción, el productor convertido en proletario, no tenía otro recurso para asegurar la subsistencia familiar que vender su fuerza de trabajo; de esta manera el proletario, resultado de la acumulación originaria, al vender su fuerza de trabajo realizaba una oferta para posteriormente, y a partir de allí ejercer una demanda de los bienes de subsistencia que ya no podría producir por su cuenta...”1
 
De ese modo, el impacto que sufren las relaciones de producción rudimentarias (normalmente basadas en el trueque, por la escasa monetización de la economía), sienta las bases de una economía basada en las relaciones de intercambio generando con ello los bienes y los servicios que pueden intercambiarse (oferta), y el flujo de demanda lo genera el mismo sector que fue expoliado. Así, la acumulación originaria se constituye como el germen histórico del modo de producción capitalista cuya exigencia es por un lado, una incipiente concentración de los medios que proveen la vida en unas pocas manos, que superen la producción familiar de subsistencia generando una relación patrón-trabajador y por otro, producir una cantidad importante de mano de obra desposeída, incapaz de generar por sí misma un proceso de producción (proceso de centralización-proletarización)2.
 
De lo anterior se desprende otro concepto que da fe del proceso de planificación, en tanto categoría histórica: el llamado cambio estructural 3, que dentro de la dinámica del capitalismo se entiende como el proceso de reconversión de los sectores y/o agentes que normalmente se desempeñaban dentro de un régimen de economía de subsistencia (que como se mencionó, tan solo producen para la sustento familiar) a una economía de mercado sustentada en el grado de madurez y consolidación de las relaciones de intercambio (dimensión social de la gestión de capital) y por otra parte, el ámbito individual que está acotado por el tamaño del capital, evidenciándose así el relieve de la bidimensionalidad de la gestión del capital y por lo tanto de la planificación. Al propósito, el Estado debe ser agente proactivo, promotor e impulsor de ese cambio estructural, en aras de optimizar el tiempo en el proceso de propiciar las condiciones de arranque hacia el desarrollo económico.
 
En ese sentido y dado el carácter gradual del proceso de acumulación originaria debe ser claro el hecho de que el desarrollo de las relaciones sociales de producción presentan una cuasi-nula homogeneidad entre un país y otro, más aun al interior de cada país, esto según las necesidades económicas de los agentes de cada sociedad, en tanto requisito histórico-instrumental para una nueva racionalidad de las unidades productivas, ya que con ello se podrían esquivar con éxito los embates de la competencia en el mercado
 
Por lo anterior adquiere especial importancia el hecho de la expansión de las relaciones de intercambio, lo que permite la compactación de los espacios económicos4, es decir rellenar las lagunas que existan en los sectores que operan bajo el régimen de economía de subsistencia, con los brazos expandibles de las relaciones de intercambio materializadas en la expansión de las redes productivas.
 
En ese mismo orden de ideas el termino globalización se ha vulgarizado, perdiendo con ello su connotación esencial, por lo que en una adecuación debemos circunscribir este fenómeno en el ámbito de la economía nacional y/o regional, pues a ese respecto la globalización tendría como razón de ser la conformación de bloques a la vez de rediseñar la función de los mismos en las relaciones de producción capitalistas; por lo que a título personal concluyo:
 
Globalización…sí… pero al interior de la economía nacional, comencemos por la casa ¿Cómo? dinamizando los sectores rezagados, fomentando la articulación del espacio económico, puesto que aun coexisten sectores en economía de subsistencia y otros que se desempeñan en la economía de mercado, lidiando con las brechas entre regiones fuertemente disímiles, abatiendo el rezago del sector de las micro y pequeñas empresas, que son el grueso del sector industrial (al menos en México). Por lo que es urgente un profundo cambio estructural a través del proceso de acumulación originaria, aunque es importante tener conciencia que propiciar estas condiciones necesarias para el desarrollo económico, implica un costo social que se tiene que asumir.
 
1 Ceballos Piedra Adalberto, “Los desafíos del marxismo contemporáneo”, Facultad de Economía, Universidad Veracruzana, México 2002, Pág.15.
 
2 Ceballos Piedra Adalberto, “Planificación económica y cambio social en América Latina”, Divulgación Universidad Veracruzana, Xalapa Ver., México 1994, Pág.58.
 
3 Que dentro del enfoque Cepalino, se concibe como el mejoramiento del sistema de transportes, un acceso creciente a financiamientos, propiciar el incremento en el nivel de competitividad en los mercados internacionales, fomentar el desarrollo tecnológico, y muy importante, una reforma en las estructuras agrarias. Lo que se ha convertido en un verdadero punto fuerte de crítica al pensamiento latinoamericano, pues dicho cambio queda reducido a un problema de modernización, al no trastocar la estructura social.
4 Ibíd. Pág.69
 
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