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Columnas y artículos de opinión
Cabos Sueltos
Silvia Sigüenza
25 de mayo de 2017
alcalorpolitico.com
(Hay variedad de tumbas, como hay variedad de dolores) Ramón López Velarde (1887-1921)
 
Y toda la razón le sigue asistiendo al poeta. Hace ya dos o tres sexenios de gobierno estatal en que se fue recrudeciendo (un poco menos descarado con Miguel Alemán) el desaseo en las acciones dictadas y ejecutadas por los gobernadores y su primer cuadro de colaboradores con grado oficial, a saber: Secretario de Gobierno, Subsecretario, Tesorero, y séquitos que les han rodeado en su momento a cada uno.
 
Con Miguel Alemán, hombre bien educado, de buenas maneras, tono medido y bien modulado de voz, una esposa que no trató de sobresalir o como dijéramos los del pueblo, de enterarnos por su presencia en diversos lugares incluso no oficiales, lo que no obstó para que el entonces gobernador, nos diera atole con el pulgar, nos brindara su cuasi permanente ausencia del Estado. Él tenía su mundo en la capital y allá se trasladaba casi toda la semana, una tras la otra.
 

En el Estado, tuvo pocas obras que consignar, y cuando se tenía que quedar casi toda una semana por así requerirlo sus tareas de gobernante, pues se pasaba esos días en el puerto de Veracruz. Incluso llegó a pensar y algún día lo expresó entre su equipo, y como suele suceder nos llegaba a todos los ciudadanos. Quizá era su manera de sondear el terreno, ya que su recóndita y firma y siempre acariciado sueño fue que el asiento de los poderes estatales fuera el puerto jarocho. La actitud y la práctica de esta forma de gobernar en el Estado pero fuera de la capital, que es lo obligado, permeó en su heredero Fidel Herrera Beltrán, quien hasta departamento tenía y su centro de trabajo, grilla nacional e internacional, se efectuaba en el World Trade Center.
 
Don Miguel bajita la mano, pian pianito, con su voz suave y bien modulada, su impecable traje o guayabera, se hizo de una flotilla de aviones, que constituyen una línea que viaja incluso al extranjero. Y algunas otras propiedades, llamó siempre la atención que su domicilio particular, suyo de él, en Las Ánimas ostentaba una placa que decía “Casa del Diputado Miguel Alemán V. y los jalapeños siempre decíamos ¿y cuándo no sea diputado, qué va a poner? pues nada así se quedó.
 
Una idea brillante, funcional y plausible económicamente en aquel entonces, era la de construir una ciudad de gobierno, allá por la parte trasera de Plaza Chedraui. Lo que hubiera solucionado varias situaciones; el congestionamiento de autos de sus ayudantes y ad láteres en la calle principal, las manifestaciones en el centro de la ciudad, en la Plaza Lerdo, en fin. Realmente habría sido una obra para agradecerla. Pero por algo que sólo él supo y sabe, no realizó el proyecto.
 

Y así sin gloria y con algo de decoro, terminó su periodo gubernamental y retornó al D.F. con sus negocios.
 
Lamentablemente, tal como la tradición de su partido señaló por años, él designó a su sucesor y, nos comenzó a llevar el interoceánico. Fidel Herrera Beltrán, un joven, para entonces ya no tanto, impetuoso, inteligente innegablemente, pero con una ambición desmedida quizá con raíces muy hondas de resentimiento social. De incongruencias familiares, en fin, llevó a cabo una campaña de dispendio en el estado. Gobernó con muchísimos billetes en permanente reparto que alcanzó a casi todos los sectores: taxistas, camioneros, líderes de todo tipo, medida y calaña,  
 
Sus relaciones fueron un tanto extrañas e inexplicables con algunos sectores y conocidos grupos de choque al servicio de quien pagara.
 

Se dio el lujo despreciable de haber obtenido, con haber asistido a tres clases, rodeado de su séquito de seguridad, los posgrados universitarios de Maestría y Doctorado, con la amable $$$ condescendencia del entonces rector de la UV, Raúl Arias Lovillo. Lo que le costó a la UV, perder el subsidio de esos posgrados. No he checado sí ya se resolvió el asunto.
 
Entre el inconmensurable daño patrimonial que efectuó Fidel, se cuentan: el edificio, que contra toda ley, hizo frente a la parte trasera del palacio de gobierno, con una altura que sobrepasa en mucho la del palacio de gobierno. Lo que está prohibido. No debe ni puede (Fidel sí pudo) haber un edificio más alto que el palacio de gobierno. Muchos hotelitos incluso en calles aledañas al centro, que obsequió a sus amistades. Repartió el dinero público en tener de su lado a los pobres, desempleados y algunas damas. Su estilo de desgobernar fue muy Herrera Beltrán. Viajes, francachelas, en fin, lo acostumbrado en este país para los poderosos con el dinero del pueblo.
 
A Fidel, que nos cobró puentes que no existen o existe un pedazo, que dejó a sus achichincles meter y duro, sin medida, la mano en el cajón de los dineros del pueblo; más otras amistades caras de diversos tipos, una gran parte de ciudadanos le guardan agradecimiento porque les ayudó cuando necesitaban.
 

A cambio nos dejó la peor herencia, a su cuasi hijo y consen de doña Rosita Borunda, huérfano del temblor que costó tantas vidas en el DF.
 
Y realmente fue como la medida del odio que vaya usted a saber por qué nos tenían Fidel y su esposa, quien por cierto en coordinación con la hoy huésped de Pacho, Gina Domínguez Colío, tuvieron varios y diversos negocios.
 
Finalmente Fidel se fue del estado y del país, en carácter de Cónsul a España. De donde ya retornó o lo retornaron con el escándalo de su hijo putativo Javier Duarte de Ochoa. De quien pa´ qué les cuento si lo estamos viendo. Pero si quieren les doy su vida política en la próxima entrega.
 

Mención y espacio especiales requiere la señora Presidente que él acuerpó. Doña Elizabeth Morales. Quien vía telefónica y unos tecochoniles de por medio, a través de un amigo y desde la casa de este amigo, le bajó la presidencia Municipal a Ameriquito que ya la tenía en la mano, gracias a las gestiones y amistad de su papi, el profesor Zúñiga Martínez.