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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Tocar y luchar
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
14 de septiembre de 2017
alcalorpolitico.com
En los tiempos y circunstancias que vivimos quizá pueda parecer (o tal vez lo sea) un despropósito hablar o escribir sobre un país que por allá, hace unos doce años, tenía cerca de 250 000 niños y jóvenes estudiando y tocando música clásica, y más si ese país no es europeo, no pertenece a la élite del primer mundo, no es desarrollado y actualmente se encuentra sumido en una fuerte crisis social. Me refiero a Venezuela y a su Sistema, como es conocido el «Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles». Este monumental proyecto cultural y social sin precedentes en ninguna otra parte del mundo «fue concebido y fundado en 1975 por el maestro y músico venezolano José Antonio Abreu (quien recibió en 2001 el Premio Nobel Alternativo), para sistematizar la instrucción y la práctica colectiva e individual de la música a través de orquestas sinfónicas y coros, como instrumentos de organización social y de desarrollo humanístico», según su portal oficial (http://fundamusical.org.ve/category/el-sistema/que-es-el-sistema/#.Wbchr9FLfIU).
 
El impacto de este trabajo ha sido contundente. Músicos y directores de orquesta afamados mundialmente (como Claudio Abbado, Plácido Domingo, Daniel Barenboim y Simon Rattle), han asistido a dirigir estas orquestas infantiles y juveniles y a impartir sus conocimientos y experiencias para dar respaldo y mayor impulso a un proyecto titánico, cuyos frutos son no solo el desarrollo de niños y jóvenes que, por natural inclinación, descubren el valor de la música, sino también que «salva a los jóvenes de la calle, de la criminalidad, de la droga y les ofrece la oportunidad -gratuita- de adquirir una cultura, lo que, en última instancia, significa hacerse una vida», en palabras del afamado director Claudio Abbado. Quien añade: «Durante mi permanencia en Caracas hablé con muchachos y muchachas, una gran parte de los cuales vive en los barrios periféricos de Caracas y me contaron que, gracias a la música, ellos están ahora en capacidad de vivir en condiciones sociales dignas. Las dos cosas que más me impresionaron fueron el entusiasmo y la energía que proyectan: dicen que se sienten afortunados. Cabe destacar otros aspectos: el ser solista, el prevalecer sobre los demás, son conceptos ajenos a estos muchachos. A ellos les interesa tocar juntos en la orquesta por encima de todo, tienen un bellísimo enfoque colectivo en relación con la música. Metafóricamente se puede describir tal sistema como si se tratara de una pirámide: en la base están las orquestas infantiles, en el medio las juveniles, en la cúspide la orquesta profesional Simón Bolívar». (https://elpais.com/diario/2006/12/30).  
 
Paralelamente a la formación musical en sí, la tarea se agiganta al considerar que el Sistema, originalmente llamado Tocar y luchar y al que se ha añadido cantar, «encarna el reto sustantivo que ha significado, en más de dos décadas, formar a los miles de maestros y directores de orquestas que se han necesitado para fundar los núcleos de El Sistema en todo el territorio venezolano, quienes también han llevado su experiencia por toda América y el mundo como misioneros de la música», explica el maestro José Antonio Abreu. Y el reto ha sido enorme: fundar una orquesta y un coro de música clásica en cada pueblo y, ahora, exportar su experiencia a otros países sudamericanos, los cuales, como he señalado antes, no son del primer mundo y padecen grandes carencias económicas y, por lo tanto, sociales.
 

Y precisamente, como uno de los frutos de este trabajo, Gustavo Dudamel, quien ya dirigía la orquesta juvenil a sus 25 años y a esa edad fue invitado a dirigir la ópera Don Giovanni, en la Scala de Milán, así como en otras salas renombradas de Europa y EEUU, señala: «La idea de Abreu (fundador y director del Sistema) es hacer una música de la mayoría para la mayoría, con todos los pueblos de Venezuela con una orquesta y un coro. Cada año se crean cuatro o cinco orquestas nuevas. Entre infantiles y juveniles vamos ya por las 320 [¡esto hace doce años!]. No todos se harán músicos profesionales, pero se reciclan como enseñantes y tienen la sensibilidad musical muy formada. Entre un 70% y un 80% del público que asiste a los conciertos tiene menos de 30 años. Y hasta en los barrios más pobres y conflictivos de Venezuela se respeta a los niños del Sistema» (https://elpais.com/diario/2006/12/30).
 
Parte de este excepcional trabajo se muestra en el documental de Alberto Arvelo, Tocar y luchar, producido en el 2005, que permite admirar el entusiasmo de los niños y jóvenes músicos, así como la profunda transformación que se ejerce en ellos al vivir la experiencia musical sin prejuicios ni restricciones.  
 
Al ver este documental, hemos recordado proyectos estatales o locales que se quedaron truncos: el Centro de Iniciación Musical de la UV (aquel de la maestra Eloísa), el Instituto Superior de Música en Xalapa, los trabajos del maestro Eduardo Sánchez Carrasco en Orizaba, del maestro Antonio Tornero en Veracruz, del joven pianista Salomón Hernández en Córdoba. Todos estropeados por el desinterés de los políticos pero, quizá, porque para lograr lo que han hecho los venezolanos no fue suficiente tocar, sino luchar con más denuedo, sabiendo que hasta en un país empobrecido, saqueado, corrompido y endrogado (en todo sentido) por sus gobernantes y demás, aún es posible una utopía.
 

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