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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Febrícula y diputados
Miguel Molina
14 de septiembre de 2017
alcalorpolitico.com
Entre el verano que no se quiere ir y el otoño que no se anima a llegar, uno comprueba que el cuerpo ya no está para filigranas y se queda en la cama a descansar el resfriado, con pañuelos y líquidos y libros al alcance de la mano, y el silencio quebrantado por los niños de la vecina de abajo.
 
El primer libro de la pila es El Contrato Social, de Juan Jacobo Rousseau. El ginebrino llegó a la conclusión de que – como ciudadano de un Estado libre – el derecho a votar impone la obligación de informarse sobre los asuntos públicos "pese a la poca influencia que mi voz pueda tener en ellos". Y se puso a pensar en voz alta.
 
Lo primero que Rousseau vio fue que el hombre nace libre pero está encadenado por todas partes. Pese al resfriado, uno se da cuenta de que el contrato social es una de esas cadenas: el ciudadano cede parte de su libertad a la ley, que regula las relaciones entre personas y entre personas y el Estado.
 

Paciencia, que vamos para allá. En este equilibrio entre la libertad y sus cadenas (la Musa me falla en el resfriado) el legislador es "el ingeniero que inventa la máquina, mientras que el príncipe – el gobernante – es quien la instala y la maneja", aunque es importante tener en cuenta que "quien manda a las personas no debe mandar las leyes".
 
La febrícula me llevó a rincones insospechados. Dormido o despierto, leí sobre el más reciente escándalo legislativo de Veracruz, que tiene que ver con la Junta de Coordinación Política y el manejo de importantes cantidades de dinero y otras cosas mayores y menores.
 
Según la ley, el presidente de la Junta es el coordinador de la bancada con mayoría absoluta. Como ningún partido alcanzó la mayoría absoluta en el Congreso se acordó que la fracción de Acción Nacional presidiera la Junta hasta mediados de año, y después seguiría la fracción del Movimiento Regeneración Nacional.
 

Pero el PAN se niega a entregar el puesto. La más reciente jugada fue convencer a dos diputados priistas – cuyos nombres no vale la pena mencionar aquí – de desertar y cambiarse de color, con lo que la bancada azul tiene veintiún diputados y el control, al menos en teoría.
 
Si uno lee el precepto que gobierna al poder Legislativo comprende que la jugada es de sociedad de alumnos y no sirve para nada, porque el supuesto panista violenta la letra y el espíritu de la ley. Habría que ser muy denso para no darse cuenta, aunque sin duda hubo quien pensó que nadie se fijaría en lo que dicen los párrafos segundo y quinto del artículo treinta y uno de la Ley Orgánica.
 
(Los lectores interesados o curiosos pueden consultar el texto aquí: http://www.legisver.gob.mx/leyes/LeyesPDF/LEGISLATIVO211212.pdf)
 

Ese es el nivel del debate político en Veracruz. Si siguen los pleitos aldeanos, el Congreso podría estancarse y paralizarse más de lo que ya está...
 
Sé que mi voz de reportero no tiene ni la misma altura ni la misma profundidad que la de Rousseau. Tal vez lo único que tenemos en común es que caminamos por las mismas calles y vimos el mismo lago y las mismas montañas cuando terminaba el verano y el otoño asomaba a la puerta de los jardines, aunque nadie camina dos veces por las mismas calles ni ve el mismo lago ni las mismas montañas.
 
La febrícula me hizo pensar un rato. Terminé por darme cuenta de que el filósofo se refería a un tipo de personas que no tienen que ver con quienes ocupan las curules del Palacio Legislativo de Veracruz, ocupados en asuntos propios de la codicia y la sed de poder más que de la cosa pública. Me serví un whisky y tomé el libro que seguía.
 

La eficiencia en seguridad
 
En los alrededores de la calle Justino Sarmiento opera un grupo que se dedica a robar a quien se pueda, con ayuda del taxi de número económico 2688. En el caso más reciente, cuando llegó la policía (seis elementos en dos patrullas), los agentes se limitaron a tomar datos del asalto.
 
Cuando una de las víctimas les dijo que el taxi participa en los robos, los agentes reconocieron que ya sabían eso. "Lo maneja un señor cojito", dijeron. Pero no los han podido encontrar. Quién sabe qué más necesitan. Viva la eficiencia en la seguridad.
 

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Este fin de semana me voy de agregado cultural a un curso intensivo de francés en un pueblito no muy lejos de donde vivo. El viaje me dará tiempo de revisar trabajos pendientes y pensar en otras cosas que no tengan que ver con la clase política veracruzana, así que durante las próximas tres semanas no aparecerá esta columna. Como dije, el cuerpo ya no está para filigranas. Zas.