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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Los cuatro efectos
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
5 de octubre de 2017
alcalorpolitico.com
Tanto los ciclones y tempestades como los sismos recientes, que tuvieron la mala iniciativa de conjuntarse en el mes de septiembre, han dejado cuatro efectos importantes. Uno, desde luego, ha sido las desgracias de tantas familias que por unos y otros perdieron a sus familiares o vieron destrozadas sus casas y sus pertenencias. Sin duda, ver destruida una vida por las acometidas de la naturaleza es un sufrimiento indecible que solo con alma templada y voluntad de hierro se pude soportar. Y, aunque no sean de la misma intensidad, las penalidades por la pérdida del abrigo de una casa y de un hogar no dejan de ser menos dolorosas y dejar una huella de pesar en el alma.
 
Hay un segundo efecto y es reflexionar en las causas de estas calamidades que nos trae la misma naturaleza, sea por sí misma como ocurre con los seísmos, de cuya ocurrencia somos, como humanidad, absolutamente ajenos, o sea de las que nosotros le ayudamos a provocar, como sucede con los ciclones, las tempestades, las inundaciones y demás, en las que los humanos tenemos mucho qué ver, a pesar de la cínica indiferencia que muestran algunos en los asuntos de la ecología. Y no solo me refiero a ese hombre que, desde el poder supremo de los Estados Unidos, se niega a reconocer la culpa y frenar el tremendo impacto de la contaminación, sino también a los simples mortales que contribuyen con su desorden e indiferencia a emporcar este planeta que los latinos llamaron mundo, es decir, limpio y sano, y los griegos cosmos, por ordenado y bello.
 
El tercer efecto que produjeron estos desastres naturales fue poner de manifiesto, al menos en lo que pudimos apreciar, las reacciones y los comportamientos humanos. Mientras unos, afortunadamente pocos, contribuyeron al daño con la rapiña o con su ambición, muchos se olvidaron de sus propios males y, con un entusiasmo y una entrega sin límites, corrieron a auxiliar a los damnificados y ayudar sin descanso en las tareas de rescate y, ahora, de rehabilitación de los hogares destruidos. La solidaridad fue ejemplar y, sin hacer menos a nadie, es de reconocer especialmente la ayuda humanitaria de rescatistas de otros países que acudieron prestos a brindar sus conocimientos y experiencia en desastres similares. Pero también fue de notarse el entusiasmo y la entrega de los jóvenes que no midieron ni tiempos ni esfuerzos y, como inspirados por el mismo sentir, demostraron su espíritu humano y solidario.
 

Desde luego, hay un cuarto efecto, y este es el importante descubrimiento, la toma de consciencia de la fuerza de una sociedad que, al margen y aun en contra de los encargados y primeros responsables del bienestar social, es decir, de aquellos que se llaman gobernantes o representantes populares, ha quedado de manifiesto de forma sorprendente.  
 
Muchos se preguntan por qué esta sociedad civil, como la llaman para aislarla de la simple comunidad nacional que incluiría a sus gobernantes, siendo tan solidaria, consciente, y con esta enorme capacidad de autogobierno, de auto-organización, no se hace más patente y efectiva en otros momentos, si no tan dramáticos como los que padecimos en septiembre, sí son de trascendencia para la vida de ella misma. Vida que debe ser normal, que debe ser pacífica, que debe ser segura, que debe contar con los recursos suficientes, materiales, culturales, sociales, éticos, educacionales, etc., para ser tan digna como todo ser humano se merece y está obligado a buscar, crear, disfrutar.
 
Si quedó una vez más al descubierto que este sistema de gobierno es ineficaz y esta forma de democracia es una charada, ¿por qué no demostrar, buscar, lograr que quienes deben gobernar sean quienes realmente vean por el bien común y no quienes lucran en su propio beneficio? ¿Por qué no aprovechar ese resquicio que son las elecciones, aun con todos los partidos políticos y los vicios que las han enlodado en su provecho? ¿Por qué no hacer uso del derecho básico a ser gobernado por personas decentes?  
 

La sociedad civil (sin duda, el quinto poder) ha demostrado ser la fuerza de este país y en sus manos debe estar su presente y su futuro.
 
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