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Columnas y artículos de opinión
Candidato intruso e iluso
Helí Herrera Hernández
4 de diciembre de 2017
alcalorpolitico.com
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twitter: HELÍHERRERA.es
 
Hasta dónde estará de podrido el Partido Revolucionario Institucional que han acogido como su candidato, por primera vez en su larga historia, a un personaje no militante de ese instituto político, confesando con ello que cualquiera de los priístas que buscaban serlo eran incapaces de remontar el desprestigio que los envuelve, con justa razón, diría yo.
 
¿Cómo es posible que el slogan que están ya presumiendo los militantes de ese partido a lo largo y ancho del país de su candidato es que “su mayor atributo es que no es priísta, como si por ese simple hecho José Antonio Meade vaya a resolver toda el cochinero que ha dejado en estos cinco años Enrique Peña Nieto?

 
La decisión tomada por Peña de imponerle a los priistas un candidato intruso habla de lo desprestigiado que está ese partido político, por mucho que afirmen desde Palacio Nacional todo lo contrario. Es un reconocimiento tácito del jefe nato de ese partido del grado de descomposición en que se encuentra un instituto político que no sólo ha tolerado la corrupción, sino que la ha vuelto una práctica de sus gobernantes.
 
Allí están las cárceles con varios de sus preclaros funcionarios sin que estén todos los que debieran estar, gracias a la inmunidad que, desde Los Pinos, palacios de gobierno y otras muchas instancias, incluso del Poder Judicial, les brindan a miles de ellos que basta con que sean presidentes municipales o gobernadores para que acumulen fortunas que en su vida lograrían con trabajo honrado diario.
 
Han hipotecado la nación a los organismos financieros internacionales para favorecer pandillas, pero nunca para beneficiar a la sociedad a la que han conducido a estándares de pobreza, miseria, insalubridad, inseguridad y ayuno cultural y educativo como nunca en la etapa postrevolucionaria.

 
Por eso Peña Nieto hace caso a las encuestas reales que tiene sobre su escritorio que le revelan el grado de pudrición en que se halla el partido tricolor y por eso no unge a Osorio Chong, el mejor posicionado en ellas, sino a Meade, porque sus asesores mercadotécnicos le aconsejaron que tiene que marcar un distanciamiento en este proceso electoral federal entre el PRI y su candidato, como si no identificáramos al mismo como parte de esa podredumbre.
 
Si José Antonio Meade fuera un hombre pulcro no hubiera aceptado formar parte de los gobiernos de Felipe Calderón, de Vicente Fox y del que aún está, o tendría que haber renunciado al puesto tan pronto se habría enterado de las corruptelas que desde allí se daban. Pero no, nunca lo hizo lo que lo convirtió en cómplice de los desfalcos multimillonarios que se realizaron por diferentes gobiernos dado que estaba obligado a denunciarlos.
 
Hoy Meade es un candidato iluso que piensa que no distinguimos el cordón umbilical que lo une con el PRI-infecto, el PRI-destructor de las conquistas sociales, el PRI que desmanteló al sector estatal de la economía que generaba bienestar y en donde él, pasiva o activamente ha sido partícipe de ello, es decir, no es un priísta de afiliación sino de acción, de esos tecnócratas neoliberales de educación exquisita para expoliar al pueblo.

 
El cascaron está podrido, huele feo y al aceptar José Antonio Meade la postulación por ese cascaron demuestra sus coincidencias con el pensamiento y la práctica del mismo. Sus años de gobierno a su lado lo acostumbraron al hedor.