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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Veracruz: reír para no llorar
Miguel Molina
8 de febrero de 2018
alcalorpolitico.com
La prensa, que todo lo dice, o casi todo, a veces pierde la memoria. Hace un par de semanas, minutos más o menos, informaba que el Servicio de Administración Tributaria (SAT), embargaría bienes hasta por quinientos millones de pesos al diputado federal de PRI Tarek Abdalá, quien fue tesorero en el gobierno de Javier Duarte.
 
Nos enteramos de que Abdalá está inhabilitado desde hace dos años para ocupar cargos públicos (lo que no impidió que llegara a ser diputado, que es un cargo privado, como todos sabemos), y que las autoridades consideran que tuvo que ver con el desvío de veintitrés mil millones de pesos.
 
El PRI, que se juega tantas cosas en las elecciones de julio, no ha permitido que Abdalá pierda el fuero y responda a las acusaciones que se le hacen. Sería tan sencillo. Pero si el partido ha callado, la prensa parece haber olvidado. Y ya no sabemos en qué paró la cosa. Aunque sabemos que el SAT determinó que Abdalá, el intocable, tiene cuando menos quinientos millones de pesos.
 

Si no fuera triste daría risa.
 
Otras risas y otras lágrimas
 
Da risa pero lo triste es el estado de la política veracruzana, que esta semana nos ofreció el espectáculo de un alcalde que declaró que le habían dado mala leche en las despensas que tenía que distribuir con urgencia entre las familias afectadas por las inundaciones en Minatitlán.
 

El anuncio del alcalde (del Movimiento de Regeneración Nacional, Morena) provocó una reacción casi inmediata del gobernador Miguel Ángel Yunes, quien aseguró que no había leche mala en las despensas. Y vinieron los dimes y los diretes. Hasta la fecha, aunque el ayuntamiento de Minatitlán dice que tiene elementos para probar que había leche vencida (o que de plano había despensas sin leche), pero no ha dado a conocer nada.
 
En Xalapa, el cabildo no ha podido aprobar el presupuesto de egresos porque algunos regidores encontraron serias inconsistencias en los documentos que les entregaron. Las diferencias entre dos versiones del presupuesto despertaron sospechas entre algunos regidores, que encontraron cambios presupuestales inexplicables.
 
El tesorero Roberto Tejero Castañeda (cuya experiencia es invaluable para la capital de Veracruz, donde no hubo nadie que estuviera tan preparado como él) y el regidor Primero Eric Juárez Valladares aseguran que se trató de un error de impresión.
 

Pero al parecer hay cincuenta y tantos errores en esa impresión. Las sumas involucradas significan mucho dinero en tiempos normales y hacen pensar en otras cosas cuando se trata de temporada electoral.
 
El poder Judicial también contribuyó al espectáculo: el Instituto Veracruzano de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales (Ivai) le dio una calificación de dos puntos y medio – de diez puntos posibles – por no cumplir con lo que manda la ley que nos da a los incrédulos el derecho a saber qué, quién, cuánto, cómo y dónde según documentos oficiales.
 
El magistrado presidente Edel Álvarez Peña declaró que "fueron varios temas los que nos afectaron, pero vamos a tomar cartas en el asunto para que esto no se repita". Y al leer esa declaración se da uno cuenta de que no dijo nada, o de que no se entiende lo que dijo. Y que el Ivai tiene razón.
 

La diputada que defendió a su abogado
 
El Congreso de Veracruz también tiene lo suyo. No hace mucho vimos lo que pasó durante la comparecencia del Fiscal General Jorge Winckler en la cámara de diputados.
 
Cuando la ética y el decoro recomendaban que la diputada Josefina Gamboa se excusara de participar en la comparecencia de Winckler (quien fue su abogado defensor cuando la ahora diputada fue detenida y procesada por la muerte de un peatón), nadie vio y nadie denunció el claro conflicto de intereses.
 

Y el quilombo fue más claro cuando la diputada intentó impedir que la legisladora Cinthya Lobato interrogara al funcionario, que había ido al Congreso a rendir cuentas pero no llevaba información sobre los logros de su encargo, ni sobre los retos que tiene ante sí la procuración de justicia, ni mucho menos. Bonita cosa.
 
Carta de Madrid
 
Hace diez años consideré la idea de dejar la BBC, alquilar un apartamento en Madrid y trabajar como reportero freelance. La crisis echó abajo mis planes.
 

Pero volví – volvimos – la semana pasada. Madrid era una fiesta helada. Pasamos varios días en una parranda de museos y visitas esporádicas al Bar de Platería, donde compartimos con Ángela historias de Suiza como habíamos compartido hace diez años anécdotas de Londres, y la vida pasó entre desayunos de carajillo, almuerzos de callos y estofados que acompañamos con vinos de Rioja, siestas prolongadas, y bocadillos de calamares casi a la medianoche en El Brillante...
 
Entre otras, vimos cosas que hizo Goya de joven y de viejo, las playas de Sorolla, los alucines del Bosco. Y un día, muy temprano, fuimos al museo Reina Sofía y esperamos a que abrieran las puertas. Subimos al segundo piso, entramos a la sala 206 — a esa hora desierta y silenciosa — y durante cinco o diez minutos tuvimos el Guernica para nosotros solos. Un miércoles me encontré en el museo Thyssen Bornemisza a un viejo amigo y colega de los tiempos de Punto y Aparte. Nos dio gusto. Y después cada quien se perdió en la callada admiración del arte que llena esos muros.
 
Terminé pensando en Xalapa, en Veracruz. Y para no llorar solté una carcajada silenciosa. Después, no mucho después, me tomé un brandy largo.