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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La SEP y sus estrategias
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
1 de marzo de 2018
alcalorpolitico.com
Ante el manifiesto fracaso en la reciente prueba Planea, en donde resultó que el 64,5% de los estudiantes de tercero de secundaria no pueden resolver problemas con fracciones y decimales, operaciones que ya desde primaria deben dominar, y solo un 8% es capaz de evaluar la información de textos literarios complejos, el señor Carlos Slim, que de negocios de comunicaciones sabrá mucho, pero de pedagogía poco y nada, le ha ofrecido a la SEP su apoyo para enfrentar la próxima evaluación que la OCDE hará y en cuyas pruebas de años anteriores México ha demostrado su absoluta ineficacia. En la última prueba aplicada (PISA 2015), «menos de 1 por ciento de los alumnos de 15 y 16 años que han concluido su educación básica o cursan su primer grado de bachillerato, se ubica en los niveles más altos de competencia en matemáticas, lectura y ciencias. En contraste, los alumnos con bajo rendimiento en matemáticas alcanzan 56.6 por ciento; en lectura, 41.7 por ciento, y en ciencias, 47.8 por ciento« (http://jornada.unam.mx/2018/02/15/sociedad/037n3soc).
 
La oferta del señor Slim se inscribe en un programa de la SEP, llamado Aplícate, que lleva ese fin anotado y comprende varias estrategias: una) «la realización de una primera prueba ensayo para alumnos del 5 al 9 de marzo, y una segunda del 12 al 18 de abril, como esquema de preparación para la evaluación estandarizada PISA 2018, cuyos resultados se darán a conocer en 2019». Dos) «los maestros de tercer grado de secundaria y primer año de bachillerato cuentan con guías, propuestas didácticas para el desarrollo de competencias y cursos para fortalecer su desempeño en el proceso de enseñanza y en la incorporación de las competencias que evaluará PISA». Tres) «no sólo contempla impartir en el aula sesiones de reforzamiento de al menos 80 minutos, sino también que los adolescentes se entrenen con pruebas de familiarización en línea para aprender a responder el examen PISA 2018» (Ibid).
 
En esta tercera estrategia es donde entra en escena el señor Slim. Utilizando su benemérita y nada interesada Fundación Slim, el empresario beneficiario de las políticas neoliberales de los últimos gobiernos (sean del color que sean, eso a él ni le va ni le viene) pone a disposición de la SEP un portal electrónico «para incentivar a estudiantes y docentes a realizar prácticas de reactivos y problemas, y propone que los docentes tomen el curso Familiarizándonos con PISA a partir de este mes».
 

Y asunto resuelto. Ya verán cómo, sin necesidad de los nada envidiables programas de matemáticas, español y ciencias que la SEP obliga a los estudiantes a cursar y a los maestros a impartir desde la primaria hasta el bachillerato, los alumnos saldrán airosos, y con mucho orgullo este gobierno podrá pregonar el envidiable éxito de una de sus notables reformas: la educativa, tan cuestionada porque quienes no saben (no sabemos) apreciar las cosas buenas que se han hecho en los últimos tiempos.
 
Desgraciadamente, esas estrategias, que son como mandar apagar un incendio a sombrerazos, si algún beneficio llegan a reportar solo será, ahora sí, una llamarada de petate. La educación integral y de calidad, que exige la Constitución y que, por lo tanto, es mandato popular, no se puede alcanzar con estrategias pragmatistas y programas de refilón.
 
Desde muchos ángulos y desde distintas tribunas se ha insistido en que la educación basada en remedios caseros suele resultar tan sólida y firme como un traje zurcido con alfileres. Hacen falta, en todas las áreas del saber, contenidos sólidos y didácticas y procedimientos más eficaces que garanticen resultados permanentes y que verdaderamente permitan a los alumnos enfrentar los difíciles y complejos retos que presenta el mundo actual del conocimiento.
 

No podemos entender, ni siquiera echando a andar la imaginación y la fantasía más audaces, cómo puede levantarse el nivel educativo y lograr esa educación de calidad que tanto pregonan los funcionarios político-educativos con «sesiones de reforzamiento de 80 minutos y que los adolescentes se entrenen con pruebas de familiarización en línea para aprender a responder el examen PISA 2018». Esto es simplemente dar atole con palillos.
 
Quizá, efectivamente, se logre mejorar, o que sean menos malos, los resultados en una prueba que aplica un organismo que solo ve con un ojo (y nada sano) el progreso y desarrollo de un país, y que, gracias a que su presidente es hijo del sistema político mexicano (léase CSdeG), ha sabido aplaudir las reformas estructurales que los últimos gobiernos han querido aplicar y que responden al diseño y a los propósitos precisamente de ese mismo organismo. No olvidemos la eufórica y académica recomendación que el mismo presidente de la OCDE hizo a los funcionarios de Relaciones Exteriores de que fueran por el mundo «a cacarear los huevos» que ya puso la gallina.
 
A cacarear los huevos, pues, aunque sean hueros.
 

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