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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Aguas
Miguel Molina
2 de marzo de 2018
alcalorpolitico.com
Lo primero que uno se imagina es una falange de empleados del gobierno cerrando las llaves un lunes de abril, o de junio o de julio, aunque las fechas siempre pueden cambiar. De lo que no hay duda es que un día – más temprano que tarde – la ciudad se quedará sin agua.
 
Esa ciudad no es Xalapa sino Ciudad del Cabo, cuyas reservas de agua han ido disminuyendo a niveles históricos. Más o menos medio millón de personas tendrán que aceptar la realidad y hacer colas para recibir la dotación que puede ofrecer el gobierno: cincuenta litros de agua por persona al día para cubrir las necesidades que ha creado la vida civilizada, y nada más, hasta que llueva y se vuelvan a llenar las presas.
 
Esta crisis, que no es única ni será la última, hace que uno se ponga a pensar en otros lugares, en otros países, en otro ámbitos donde comienza a verse con claridad que el agua es uno de los problemas grandes de nuestro tiempo.
 

Pero este problema se manifiesta de varias maneras. Una de ellas es la sequía, que afecta a comunidades — entre ellas a Ciudad del Cabo — que dependen de los ríos y otros caudales para actividades agrícolas y para que la vida siga siendo como la conocemos quienes vivimos en este siglo sin luces.
 
La otra manera es la violencia, explícita o implícita, que busca sacar ventaja cuando otros no tienen fácil acceso al agua, que ha sido objeto de conflicto y arma de guerra desde que el hombre es hombre (uno puede encontrar varios ejemplos en esta cronología: http://www.worldwater.org/conflict/cronologia_conflictos_agua_2008.pdf),
 
En esta categoría está Veracruz, que no sufre escasez de líquido pero ha recibido amenazas de quienes controlan el acceso al agua en varias partes del estado.
 

Todavía flota en el aire del sur la advertencia del alcalde de Tatahuicapan, Esteban Bautista Hernández: si Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque no pagan veintiún millones de pesos a más tardar a finales de marzo, tomará decisiones drásticas como la de interrumpir el abasto de agua de la presa Yuribia a esos municipios, sobre todo a Coatzacoalcos.
 
En teoría, el dinero se usará para hacer obras (caminos, remozamiento de un edificio de la UPAV — que sigue sin dar cuentas de lo que recibe por colegiaturas — electrificación, relleno sanitario, eventos sociales, culturales y deportivos), y los municipios vigilarán que no se distraiga en otras cosas.
 
Sin embargo, parece que el alcalde y quienes lo apoyan no pensaron mucho lo que dijeron. Hasta esta mañana, las tierras y las aguas de México eran propiedad de la Nación, como indica el artículo veintisiete de la Constitución, aunque nadie le haya explicado eso al señor Bautista.
 

Pero la vaina no se limita a los municipios del sur del estado. También Xalapa lleva años escuchando amenazas parecidas de comunidades poblanas dispuestas a cortar el abasto de agua, aunque en este caso hubo gobiernos estatales que cedieron y pagaban una suma mensual a los chantajistas.
 
Varias comunidades veracruzanas han expresado descontento ante proyectos (reales o inventados) de construir presas mayores y menores, y hay movimientos colectivos en varias partes del país que se oponen a planes (ciertos o falsos) de privatizar el agua.
 
Hay descontento y hay desinformación, monedas valiosas para quienes quieren ganancias políticas, sobre todo en tiempos electorales que cada tanto ofrecen la vaga esperanza de que algo va a cambiar. Pero muchas cosas siguen igual, o peor.
 

No hay respuestas fáciles, sobre todo porque no ha habido conversaciones profundas entre quienes reclaman la propiedad del agua, quienes buscan administrarla, y el resto de los mexicanos, que consumen el agua y son mayoría. Ninguna autoridad ha dicho nada ni ha hecho nada para aclarar las cosas.
 
Uno termina preguntándose en qué va a parar todo esto, dónde está la Patria, a quién pertenece la Nación, qué parte de la República corresponde a cada uno, y lo único que nos queda es el eslogan que hace tiempo advertía que Dios da el agua pero no la entuba, aunque eso no sirva de mucho porque nunca dijo de quién es esa agua.
 
Y así como llegará el día en que cierren las llaves del agua en Ciudad del Cabo, si nadie hace nada vendrá el día en que se cumplan las amenazas y la violencia ensucie ríos y presas de Veracruz y de otras partes que son de todos porque no son de ninguno.