icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Un mundo de mentiras
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
5 de abril de 2018
alcalorpolitico.com
Vivimos en un mundo de mentiras. De aquellas que creamos nosotros mismos, por conveniencia, por costumbre (mitomanías), por atraer las miradas o, simplemente, por la desidia de aplicar el razonamiento, la lógica, y crearlas, aceptarlas o propagarlas sin hacer el esfuerzo por confirmar o, precisamente, por desmentir. Esta costumbre o este afán de mentir, o hasta de engañar cuando hay dolo y mala fe, se ven reforzados por la misma usanza ordinaria y extraordinaria tanto de muchos medios informativos tradicionales (radio, prensa, televisión, cine), como de las ya ni tan modernas redes sociales y, ni se diga, por políticos, religiosos, comerciantes, etc., que en ello encuentran una fuente de lucro y de manipulación.
 
En algunos países, especialmente de la Comunidad Económica Europea, el asunto de las mentiras, noticias falsas o bulos ha creado tal malestar y perturbación que han insistido en la necesidad de establecer leyes severas para impedir su difusión. Tales han sido los casos de Inglaterra, en donde se ha confirmado que su salida de la Unión Europea fue producto de una manipulación informativa; de Francia y Alemania cuyos procesos electorales fueron intervenidos con el mismo recurso, y del reciente movimiento independentista de la provincia catalana. «Las noticias falsas –dijo el eurodiputado español Esteban González Pons– son un instrumento que los enemigos de la democracia usan para que fracase Europa. Necesitamos una normativa que proteja a la democracia de las noticias falsas. Ningún país podrá luchar contra este problema en solitario, necesitamos una normativa europea». Con él coincidió el comisario europeo de Seguridad, el británico Julian King, quien pidió «“medidas de obligado cumplimiento” ante la grave amenaza que la desinformación supone para la democracia. De hecho, King se ha visto obligado a gestionar la crisis que para Londres y Bruselas supone el triunfo del sí en el referéndum del Brexit, también manipulado por las noticias falsas». (https://elpais.com/internacional/2018/04/02/actualidad/1522694360_002636.html).
 
Sin embargo, estas iniciativas y exigencias de una legislación no han sido respaldadas al interior de la comisión encargada de decidir sobre el caso. «La comisaria de Agenda Digital, la búlgara Mariya Gabriel, se ha dado hasta el 25 de abril de plazo para presentar su propia propuesta contra la desinformación, y aunque entre sus opciones estaba proponer leyes, estas han sido descartadas, según confirma su propio equipo». En lugar de ello, la comisión parece confiar mejor «en programas educativos y la autorregulación en las redes sociales». Como señaló uno de los miembros de la comisión: «“No queremos que se nos acuse de querer ser un ministerio de la verdad. No queremos que haya una legislación que diga: ahora vamos a decir lo que es cierto y lo que es falso. Aquí hay ya leyes suficientes”. De momento, insisten esas mismas fuentes, la Comisión confía en la autorregulación, es decir, limitarse a emitir códigos de buenas prácticas» (Ibid).
 

Este problema de las mentiras y noticias falsas ha llegado a tal grado que el propio jefe científico de Twitter, Deb Roy, ha proporcionado datos y financiamiento a un equipo de investigadores del MIT, el cual ha concluido que, en promedio, «las informaciones falsas reciben un 70% más retuits que las veraces, es decir, que los usuarios las comparten mucho más entre sus seguidores, ayudando a multiplicar su difusión. Del análisis pormenorizado de 126.000 afirmaciones difundidas en Twitter entre 2006 y 2017 los investigadores han descubierto que las mentiras, además, triunfan porque suelen provocar respuestas de temor, indignación y sorpresa». Y son las mentiras políticas las que acaparan los índices más altos, sobrepasando a las relativas a actos de terrorismo, desastres naturales, información financiera, leyendas urbanas y noticias científicas. El informe señala que «las mentiras políticas no solo se comparten más, es que corren como la pólvora: alcanzan a más de 20.000 personas casi tres veces más rápido de lo que tarda el resto de noticias falsas en llegar a 10.000 individuos, según han calculado en este trabajo» (https://elpais.com/elpais/2018/03/08/ciencia/1520470465_910496.html?rel=mas).
 
Y, como dato adicional y, por cierto, muy revelador, el estudio de estos investigadores señala que estas mentiras son propagadas más por los humanos que por las cuentas tramposas (robots): «Al contrario de lo que se cree, los robots aceleraron la difusión de noticias verdaderas y falsas al mismo ritmo, lo que implica que las noticias falsas se extienden más que la verdad porque los humanos, no los robots, tienen más probabilidades de propagarlo» (Ibid).
 
Desgraciadamente, pero los hechos lo confirman, es la persona, el ser humano, quien es más eficaz en esa propagación de mentiras (especialmente, políticas) pues, como dice el estudio citado, las personas  «prefieren creer lo que confirma lo que ya creen. Es mentalmente demasiado exigente para las personas cambiar de opinión y lo evitan incluso en presencia de evidencia en contra de sus creencias anteriores».
 

Mientras, aquí, siguen voraces las campañas políticas…
 
[email protected]