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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Reforma enterrada ¿y ahora, qué?
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
23 de agosto de 2018
alcalorpolitico.com
En una extraña (pero prevista) coincidencia, la recién desempacada Elba Esther Gordillo, otrora todopoderosa lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y el electo nuevo presidente de la república, haciendo eco a la aguerrida Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), ahora misteriosamente silenciada, «enterraron» la reforma educativa que pretendió implantar el gobierno actual. Y justo en el día en que se iniciaron las clases en todo el país, al menos, formalmente, porque millares de niños, adolescentes y jóvenes se quedaron esperando a los maestros, algunos de los cuales desde el ciclo anterior no han llegado.
 
El sepelio de la reforma que prometía una educación de calidad para todos los educandos, por lo demás, se hace precisamente el día en que, según el anuncio oficial, entra el vigor el «Nuevo» Modelo Educativo. Modelo que ha sido severamente criticado, no solo porque llega después de que maniataron a los maestros con una reestructuración administrativa que pasó la asignación de las plazas de las sucias manos de muchos líderes sindicales a las no menos corruptas manos de muchos funcionarios de la SEP, sino porque no resulta (el Modelo) sino un refrito de reformas y reformitas de sexenios anteriores.
 
Como muchos padecemos de amnesia progresiva, habrá que hacer un esfuerzo para recordar que, a finales del gobierno de Calderón, se hizo otra reforma que no reformó nada esencial, pues los alumnos siguieron aprendiendo poco y nada a ser mejores personas, mejores ciudadanos y, en su caso, mejores profesionistas. Más aún, el nuevo (y estéril) currículo de las escuelas Normales se puso en marcha en el último mes de ese gobierno panista, y se supone que en este sexenio egresaron apenas los primeros de esos “nuevos” maestros y se quedaron en camino otros muchos más.
 

Ahora las preguntas son: ¿Qué reforma va a hacer este gobierno? ¿Se echarán por la borda los millones de libros que los alumnos ya tienen en sus manos? ¿Se empezarán haciendo, como siempre, foros para consultar lo que ya se tiene pensado hacer? ¿Cuántos años se necesitarán para «consultar al pueblo» y sacar unas conclusiones en las que nadie encuentra sus aportaciones? ¿Se modificará nuevamente la Constitución para acomodar los fines del sistema educativo a los requerimientos políticos de la nueva administración? ¿Se modificará el sistema de evaluación de los alumnos, otra vez, y acomodar las escalas de calificaciones para que aparezca que se eleva el rendimiento escolar? ¿Se cambiará el punitivo sistema de evaluación de los docentes para acomodarles otro sistema que mejor convenga a la «austeridad» oficial?
 
Hay muchas más preguntas, pero lo esencial seguirá siendo: los fines, objetivos, métodos, recursos humanos y económicos; el currículo escolar: planes y programas de estudio, y formación de los docentes. Es decir, reformar otra vez el sistema educativo nacional implicará un trabajo académico que no puede soslayar las preguntas básicas: qué es lo que necesitan los estudiantes mexicanos, desde preescolar hasta educación superior, para tener un desarrollo integral de su persona y ser capaces de enfrentar los retos de este destartalado mundo actual, y del que viene surgiendo cada nuevo día.
 
No parece ser una tarea fácil, sobre todo cuando estos supremos objetivos se mezclan con intereses de grupos política, ideológica y económicamente poderosos, que solo tienen la mira puesta en su propia consolidación en la estructura nacional.
 

Desde luego que esta reforma, ya «enterrada» oficialmente tanto por el futuro (o ya presente) gobierno como por la futura (o ya presente) lideresa del «nuevo» SNTE, ha adolecido, como tanto se ha dicho, de innumerables fallas. Desde su imposición por intereses ajenos a los nobles fines que debe tener un sistema educativo, sean extra o intranacionales, como por su orientación estrictamente tecnócrata, mercantilista y utilitarista. Y, esencialmente, porque se ha olvidado que un sistema educativo debe formar, antes que médicos, abogados, escritores, arquitectos, programadores; o chinos, marroquíes, franceses, rusos o mexicanos, seres humanos íntegros y capaces de crear y sostener un país y una sociedad donde se viva con dignidad o, por lo menos, donde se pueda vivir.
 
Total, que cada gobierno hace su reforma educativa según sus conveniencias políticas. Para la mayoría, la conveniencia ha sido un pueblo deseducado, ignorante, acrítico. Si este dice que hará las cosas distintas (o sea, bien), por lo menos deberá, con hechos, desmentir lo anterior. Pero no se puede seguir jugando y experimentando con una nación y con la vida y la dignidad de sus habitantes, y menos si ambas están in extremis.
 
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