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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Populismo lingüista
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
6 de diciembre de 2018
alcalorpolitico.com
Los eminentes miembros de la Real Academia Española y sus 22 instituciones que forman la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), representando a los 570 millones de hispanoparlantes, han de estar, una vez más, algo exasperados. Recién acabada de publicar su más reciente creación: El Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica, tienen que enfrentar nuevamente las críticas más acerbas. Pero estas no vienen, como era costumbre, del ala más radical y extremosa del liberalismo lingüista, rayano en la anarquía, que propugna por una emancipación total del absolutismo de los académicos de la lengua. Ahora han recibido las críticas de quienes defienden la pureza del idioma al aceptar giros y expresiones del más puro estilo populachero.
 
Este nuevo manual del español se refiere al «estilo», es decir, a la manera en que debe hablarse y escribirse el idioma para, al mismo tiempo, respetar la norma y aceptar el uso que cada hablante o escribiente desee darle. Y más, con la atención puesta especialmente en algunos usuarios que han salido respondones: feministas, políticos populistas y usuarios de las redes sociales que están queriendo, unos por las buenas y otros por demagogia o ignorancia, acomodar el idioma a su modo.
 
En el portal de la RAE se lee que este «es un manual de corrección y estilo del español donde se muestra la evolución que en los últimos años han experimentado ciertas cuestiones gramaticales, ortográficas y léxicas, con especial atención a la escritura digital» (http://www.rae.es/noticias/presentacion-del-libro-de-estilo-de-la-lengua-espanola).
 

En realidad, la mayoría de lo ahí expuesto, según los informantes de la RAE, no contiene grandes novedades. Se refiere a expresiones propias del lenguaje de las nuevas tecnologías de la información, especialmente de las redes sociales. Que si debe decirse yutubero en vez de youtuber, wasap en lugar de whatsapp o guasap, tuiter en lugar de twitter y cosas parecidas, es simplemente anecdótico.
 
Esta españolización de extranjerismos no es nada nuevo. Ya antes encontramos perfectamente aceptables güisqui por whisky, tique por ticket, chequear y checar por cotejar, o vagón (que no es un descomunal vago), por wagon, el vehículo ferrocarrilero. En general, la RAE dice que cualquier palabra extranjera es bienvenida y mejor si se translitera a los fonemas y a los caracteres españoles.
 
Lo demás, que si ahora es válido escribir tqm o xti o suprimir los signos iniciales de la interrogación y la admiración (al estilo inglés, para variar), o solo repetirlos hasta tres veces en lugar del fastidioso «¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡tqm!!!!!!!!!!!!!!» para hacer público el mucho amor que no se practica en la vida real, no son sino concesiones populistas que tratan de justificar otras garrapatas ya aceptadas anteriormente. Por ejemplo, eso de «iros a dormir» que usan los españoles y que los académicos ya exorcizaron «porque son de uso común» o el mamarracho de güey por buey (por persona tonta) y «álzalas, güey» para referirse a quien da un trompicón.
 

Por lo demás, aquello de evitar la duplicidad de palabras como lo de «diputados y diputadas», «niños y niñas», «adolescentes y adolescentas», «jóvenes y jóvenas» y otras chucherías con las que algunos (algunas) piensan remediar el «abandono» y el «ocultamiento» a los que, dicen, los machistas tienen sometidas a las mujeres, ya es disco rayado. Aunque en estos días la misma RAE va a hacer una declaración al respecto, y esto suscitado por la petición expresa que le hizo la vicepresidenta del gobierno español de que se actualizara en ese sentido su Constitución, no se esperan novedades. Ya la Academia ha dictado sentencia: «No hace falta forzar para duplicar, no hablamos así». Y en esto hay razón: el sexismo no se da en el lenguaje en sí sino en su uso. Y así, «telefonista» o «recepcionista» pueden ser hombre o mujer y «estudiante» o «testigo» o «modelo» también pueden ser hombre o mujer. El sexo no es asunto gramatical sino biológico. O usar «género» en lugar de sexo, lo que es, como dice el lingüista Alex Grijelmo, «una mala traducción de la voz gender, que a su vez funcionaba en inglés como eufemismo de “sexo” por influencia del puritanismo victoriano». Y aquello de las acepciones insultantes («zorra», etc.), volvemos a lo mismo: recoger en un diccionario la acepción de una palabra no es aprobarla ni bendecirla ni recomendarla. Esto lo hace el uso no el registro.
 
El secretario general de la Asale, el venezolano Francisco Javier Pérez, ha dicho que «ningún país es titular del español» y que este «es un libro que plantea usos, no impone ni pontifica, sino que recomienda y alerta de imprecisiones, pero sin dogmatismos». https://elpais.com/cultura/2018/11/26/actualidad/1543232021_887311.html).
 
En fin, que otras muchas cosas que dicen contiene este Libro de estilo ya están en la gramática y en la ortografía, Lo que hace falta es conocerlas y usarlas. Sea así.
 

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