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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La agonía del café
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
24 de enero de 2019
alcalorpolitico.com
El café, como cultivo y como infusión, ha sufrido el embate de varios enemigos. El cultivo, especialmente en la zona centro del estado de Veracruz, enfrentó desde hace unos 50 años la acometida de otro cultivo: la caña de azúcar. Desde que los ingenios azucareros emprendieron la conquista de tierras destinadas a extender ese cultivo, las plantaciones de café fueron sufriendo cada año daños más severos. En aquellos tiempos, se llegó a afirmar, entre los productores, que algunos ingenios rociaban ciertas sustancias que dañaban las plantas de café, haciendo que estas mermaran su producción y al poco murieran. En cambio, estos ingenios propiciaban el cultivo de la gramínea ofreciendo créditos y avíos a los campesinos, a más de asegurarles la compra total de la producción firmando convenios muy a propósito. Pero, aparte de esto que pudo o no ser cierto, de manera sistemática los cafeticultores fueron sustituyendo ese cultivo por la caña, hasta llegar a la situación actual en que escasean a ojos vistas las plantaciones del aromático grano. A esto ha contribuido, eso sí, sin discusión, la erosión de las tierras, las plagas cada vez más agresivas y el mínimo precio que el productor recibe por su cosecha, debido especialmente a la especulación de industriales y comerciantes (y a los agentes de las casas de Bolsa que negocian con un producto que ni siquiera conocen).
 
Sabido es que la planta de café es más amable que la caña de azúcar, especialmente porque permite realimentar la tierra en donde se produce. La caña de azúcar agota severamente los terrenos, consume con avidez el humus y los nutrientes y poco se puede hacer para evitarlo. Además, los fertilizantes son preferentemente químicos y los herbicidas e insecticidas contribuyen a ese deterioro. Cuando se ha realizado el corte de la caña (y más si ha sido quemada previamente), el tlazole es quemado y quedan los campos yermos. Y, lo que es peor, la caña de azúcar no permite la sombra, pues es avara con el sol y el agua, de ahí que quien siembra esa gramínea no tiene más oportunidad para cultivar otros productos. En cambio, el cafetal, una vez finalizada la cosecha, tira la hoja que regenera la tierra, es más propicio para los abonos naturales y favorece la siembra de árboles frutales y de vegetales que en mucho palian las necesidades alimentarias de los agricultores.
 
Entre las especies que más se cultivan en esta zona están la arábica y la robusta, esta, especialmente en las zonas de menor altura sobre el nivel del mar. La diferencia entre ambas es grande: la robusta es planta de mayor porte, su producción es muy grande, pero su calidad es menor: el café es áspero, poco perfumado, más amargo y es ácido (usado especialmente para los cafés solubles). La arábica, en cambio, es de porte más accesible al cortador, su sabor es más agradable y delicado, aromático, dulce, agradablemente amargo y poco ácido, lo que le da el calificativo de “suave”.
 

Entre los enemigos a los que enfrenta el cultivo del café, aparte del cada vez mayor consumo de tés y bebidas embotelladas, están las plagas, como la roya y la broca, cuyo origen y procedencia, al decir de los propios campesinos, se sospecha sean bien identificables por las guerras que se dan entre los países productores y, como afirma alguno que otro suspicaz, por convenir así a los industrializadores y comerciantes a quienes la calidad del producto les importa un bledo e, incluso, a alguno que otro poderoso país a quien conviene la pobreza de los países productores de materias primas, como sucedía en la época porfirista con las tiendas de raya: mientras tengas hambre tendrás que pedirme de comer.
 
Según una investigación publicada en la revista Science Advances, «La mayoría de las especies silvestres de café corren el peligro de desaparecer en las próximas décadas. De algunas solo quedan tres o cuatro plantas y de otras no hay noticias desde hace casi un siglo. Una de las amenazadas es la Coffea arabica, de la que proceden la mayor parte de las variedades cultivadas. Aunque solo tres especies tienen hoy interés comercial, la extinción de solo una de las demás amenaza el futuro tanto del café silvestre como del cultivado. Casi el 100% de los 10 millones de toneladas de café en grano que se van a cosechar esta temporada son arábica o robusta (Coffea robusta)» (https://elpais.com/elpais/2019/01/16/ciencia/1547618734_434560.html).
 
Últimamente, aparte de la desidia del gobierno por apoyar a los cafeticultores (mientras a quienes roban gasolina les darán dinero, a los productores los asesorarán en cómo podar sus matas y en cómo se maneja la bolsa de valores…), se ha sumado la ambición de meter mano en la misma estructura genética de los cafetos para obtener más y más producto, y dinero, con variedades transgénicas, como ha sucedido con el maíz.
 

Total, la alimentación, la salud y la vida del pueblo ¿a quién diablos le importan?
 
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