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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Educación: no hay tiempo que perder
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
7 de febrero de 2019
alcalorpolitico.com
No basta, no basta el anuncio hecho en campaña y reiterado en su ascensión al poder presidencial del jefe del Ejecutivo para que las cosas empiecen a cambiar, esperamos que ahora para bien, en el ramo educativo. El tiempo apremia, porque muchos niños y jóvenes mexicanos tienen ya casi seis meses, cientos de horas, acudiendo a las escuelas a recibir más de lo mismo: mediocridad.
 
El secretario de educación del estado de Veracruz, Zenyazen Escobar Martínez, dijo que están en espera por parte del Congreso Federal de la abrogación de la fallida reforma educativa peñista, «lo que traerá grandes beneficios para la población», y que la idea es «sacar el tema para marzo o mayo y posteriormente las reglas operativas».
 
Si de procedimientos legales se trata, se haya razonable la demora y la parsimonia, no obstante que para otras cosas («Ley Taibo», por ejemplo) se procedió con inusitada premura y no hubo que esperar mucho para cumplir las instrucciones del jefe del ejecutivo. Sin embargo, pasan y pasan las horas, los días, los meses, y los educandos y maestros siguen en la rutina de una dizque reforma burocrática, insulsa, imprudente, inicua que emprendió contra viento y granizada el extinto régimen peñista.
 

Planes y programas de estudio son responsabilidad propia y absoluta de la SEP, según el marco legal existente. Ningún estado (por muy soberano que sea según las leyes) y ningún organismo del rubro que sea pueden elaborar sus propios programas y contenidos, por lo menos en la educación básica y media superior, si no es con la anuencia de la centralista SEP (que ya sabemos, hace sus generosas excepciones, según la conveniencia). Y eso no sabemos si persistirá en aras de la consabida importancia estratégica que la educación tiene, no solo en la conformación de una nación, sino en la persistencia de un modelo político, sea del cuño que sea. Y, según vemos, ahora más necesitado por la nueva línea gubernamental.
 
Pero, sea por los motivos que sean argüidos, no se puede olvidar, esconder o soslayar que el principal objetivo de la educación es el desarrollo del propio individuo, del propio educando, y que si este es armónico, justo, razonable, idóneo, indiscutiblemente repercutirá en la conformación de la sociedad en su conjunto.
 
El presidente repite como retintín en cada mitin que el principal problema del país es la corrupción y la impunidad. Sí, es verdad. Pero habrá que preguntarse qué tanto ha contribuido a eso un sistema educativo también corrupto e impune en su mediocridad. Y esto permeado desde las alturas del poder y no surgido de las entrañas de quienes lo padecen y bajo cuyas normas actúan. Por eso, también, preocupa que el secretario de educación pública haya dicho que con la nueva reforma educativa los alumnos no solo podrán sino «deberán» copiar, porque así aprenderán a «trabajar en equipo». Lo que no es sino consolidar la corrupción en las aulas, por si aún hiciera falta hacerlo.
 

Los maestros de filosofía, pertenecientes tanto a la Asociación Filosófica de México como al Observatorio Filosófico Nacional y respaldados por otros organismos de pares, reunidos en el XIX Congreso Internacional de Filosofía celebrado en noviembre del 2018, dirigieron sendas cartas al presidente de la república y al Congreso Federal para insistir en que «Una verdadera transformación de México exige la formación de un nuevo tipo de ciudadano crítico y ético. La filosofía contribuye a elevar el nivel de conciencia y la responsabilidad de los individuos frente a la crisis presente. Sin embargo, hasta ahora, la filosofía mexicana no ha sido considerada como un factor indispensable para la solución de los grandes problemas que afectan al país, como la violencia, la inseguridad, la desigualdad, la corrupción y la impunidad» (http://www.ofmx.com.mx/inicio/wp-content/uploads/2019/01).
 
Y a este requerimiento debe sumarse la urgente transformación de los programas de materias como el español, las ciencias sociales, eso que se llama la formación cívica y ética y hasta de las mismas matemáticas, todos cojos, mancos y tuertos, con muchos contenidos insulsos y, en el caso específico del español, con una criminal ausencia de los recursos gramaticales mínimos para entender y elaborar correctamente un escrito.
 
Podrá haber muchas promesas, muchos programas, muchas batallas, muchos ofrecimientos a jóvenes sin trabajo y sin escuela, a campesinos, obreros y huachicoleros, y muchas reformas para adecuar leyes y elegir funcionarios ad hoc para lograr lo que este gobierno busca y pretende, pero mientras el sistema educativo siga igual, no podemos esperar, en la realidad, una verdadera y profunda transformación del país.
 

Esa es la urgencia.
 
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