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Columnas y artículos de opinión
La reelección presidencial en puerta
Luciano Blanco González
8 de febrero de 2019
alcalorpolitico.com
Los enardecidos adversarios del señor Presidente de la República padecen ya una rasquiña permanente por los constantes avances políticos, que no económicos, del ahora distinguido tabasqueño a quien las críticas de sus adversarios le hacen lo que el viento a Juárez, nada, ni siquiera despeinarlo y al parecer ni siquiera le preocupan.
 
El coraje que les da es que ahora muy a su pesar y tratando de ser honestos o cuando menos intentando parecerlo, tienen que reconocer que el régimen morenista se afianza por todos lados y que es muy difícil romper esa ola de aprobación general que diariamente se acrecienta entre la población, según las encuestas y el ambiente de aceptación a todo lo que dice y hace.
 
Hasta ahora las valoraciones son precipitadas, pero el segmento de quienes gozan y gozarán de los beneficios decretados en la república amorosa a favor de los ancianos, los jóvenes sin empleo, los estudiantes, (pensiones y becas) aumento de salarios a toda la clase trabajadora, incorporación de las trabajadoras domésticas al seguro social con todas las prestaciones, por ello saben que estos potenciales electores le vivirán eternamente agradecidos de su política, y que esta será una razón por la que su gratitud se manifestará en las urnas para sostener y fortalecer a su proyecto y a su partido.
 

Y esto es lo que más molesta a sus detractores que desean encontrar una rendija para fracturar la hasta ahora solida e impenetrable fortaleza, que les permita reconquistar el poder, ya sea con los partidos políticos existentes o con nuevos partidos que representen una nueva mentalidad que se viene gestando en los ideólogos viejos y nuevos de la oposición.
 
En este intento de reorganización, cuando el INE le dice adiós al PES y al PANAL. Más de treinta organizaciones han solicitado a la autoridad electoral su inscripción para participar en la constitución de nuevos partidos. Sin embargo, es de anotarse que esta pulverización de fuerzas hará más difícil de lograr en corto tiempo que una sola le arrebate el poder al morenismo.
 
Históricamente los movimientos que surgen abanderados por un caudillo, que sabe dar consistencia a sus ideas y sabe conducir a las masas hacia un partido político dócil y monolítico, logra subsistir si en su desarrollo no es destruido por sus propias contradicciones internas o por las corrientes que crecen y se desarrollan en su propio seno dirigidas por líderes más radicales y exigentes que crecen por ser aún más atractivos en sus posturas. Y a decir verdad, solo se observan pequeños gérmenes que por la carga emocional que conllevan, parece que a largo plazo corroerán la unidad, como los pronunciamientos del Senador Ricardo Monreal con aquel detalle de las tarjetas de crédito.
 

Pero el movimiento populista mexicano es sólido, su líder Andrés Manuel es un político previsor, con larga trayectoria, que sabe intuir la traición y las conspiraciones, si alguien en el interior pensara en disputarle o en discutirle el poder sabría de inmediato qué hacer y no exponer ni la hegemonía ni la existencia misma de su organización, haciendo lo que tiene que hacer y como las circunstancias lo exijan, sin tentarse el corazón.
 
Qué hubiera pasado si León Trotsky, el jefe del Ejército Rojo, se hubiera apoderado del control del politburó ruso y hubiera tenido la osadía de destruir la burocracia estaliniana, que luego lo exilió y le dio continuidad a la Revolución de Octubre con una línea dictatorial que barrió todo lo que no coincidiera con la dictadura del proletariado.
 
O qué hubiera pasado en Cuba si Fidel Castro, una vez triunfante la revolución, deja avanzar la corriente romántica del socialismo exigente y puro que encabezaba El Che, a cuyo carisma y voz se sumaban las tropas, los revolucionarios cubanos y todos los revolucionarios del mundo, lo que hubiera sucedido es que la revolución se hubiera o caído o truncado, porque el poder en su ejercicio no se puede compartir. En México por ejemplo qué hubiera pasado si deja crecer tantito más a Tatiana Clouthier. Obvio, tendríamos dos voces.
 

Los líderes populares van creando su imperio con acciones radicales y largos discursos que obnubilan y marean a las muchedumbres, atándolas por la fuerza de las palabras a las que dan un valor mágico y contundente, la demagogia siempre está presente en sus discursos con una fuerte dosis de emociones que revolotean en lo más profundo de las vísceras sociales ofendidas y hastiadas de los excesos de poder y las lujosas excentricidades de los gobernantes en turno, lo que permite a los caudillos ser admirados y vistos por sus interlocutores como los salva patrias o como los auténticos constructores del paraíso terrenal.
 
Adolfo Hitler en Alemania, Benito Mussolini en Italia, Hugo Chávez en Venezuela, Fidel Castro en Cuba, atiborraban las plazas públicas hambrientas de ser alimentadas con las mensajes de los mesías que prometían patrias poderosas y la reivindicación de las causas populares, sus discursos eran de largas horas y verdaderamente convencían a sus países de lo necesario que eran como gobernantes, parecían gigantes de hierro con el poder de las palabras y de las armas, en cada ciudadano tenían un promotor de sus ideas y un defensor de sus personas a quienes no se les podía tocar ni con el pétalo ofensivo de la insinuación y sin embargo aquellos grandes imperios europeos fueron destruidos junto con sus dictadores.
 
En América sobreviven y se transforman las revoluciones cubana y venezolana asidas a un reciente pasado que corre a transformarse o a desaparecer porque ya cumplieron un ciclo dentro del desarrollo de sus sociedades, que ahora se muestran renuentes al estilo político de los nuevos gobernantes, que evidentemente no tienen en sus dosis discursivas las genialidades oratorias que les hagan soñar con el progreso, con la libertad y con la esperanza de salvación.
 

Ese es el triste futuro que le espera a México, ante la ausencia de liderazgos substitutos que posean la vitalidad y la energía suficiente para dirigir a este país, en donde se dan las más grandes contradicciones y por lo mismo ante la falta de otro Andrés, seremos capaces de caer en un cruento enfrentamiento, más cruel que el que ya vivimos frente a la delincuencia, máxime cuando las tuercas están flojas y nadie se atreve a apretarlas.
 
El señor Presidente es rehén de su propio estilo al asumirse como intocable porque el pueblo lo protege, y ese fatal descuido lo exhibe como frágil y expuesto a los malévolos designios de cualquier desequilibrado, así lo ve el pueblo que con preocupación morbosa, enciende la televisión sólo para ver si no le ha pasado algo al Presidente. Dios nos libre de una substitución de esta naturaleza.
 
Todas las oposiciones están razonablemente preocupadas por las elecciones federales del 21, pues estaban seguros que en la próxima contienda ya no se enfrentarían a Andrés Manuel, que ya no lo tendrían en campaña porque ya no sería candidato y que lo tendrían amordazado en Palacio Nacional, sin entrometerse ni opinar sobre el proceso electoral, lo que les permitiría mover a su antojo el abanico y cargarse un buen número de curules en el Congreso.
 

Pero un político que se precie de serlo, como el señor Presidente, debe de conocer y debe de saber manejar perfectamente los instrumentos legales del Estado para dominarlo y si no cuenta con los instrumentos crearlos a su gusto y capricho, pues bien así está sucediendo con la reforma que ya se promueve para instaurar en la Constitución de la República la revocación de mandato, que a simple vista parece la reforma más democrática de la historia que nos permitirá remover al Presidente mediante una consulta constitucional que se celebraría precisamente el día de la elección.
 
La principal consecuencia de aprobarse esta reforma sería que en la próxima elección simultáneamente tendríamos a López Obrador en intensa campaña hablando de las maravillas de su partido y apadrinando a todos sus candidatos, invitando veladamente al electorado porque lo ayuden a continuar su programa íntegramente con el oculto propósito de controlar las dos cámaras y entonces sí, instaurar una nueva Constitución, donde el punto central sería darle figura al sueño de todo presidente mexicano, legitimar la reelección presidencial.
 
Por eso como otra opción, él habla de revisar la duración de los mandatos con la escondida intención de ampliarlos, el pretexto es que el tiempo que tienen asignado actualmente los periodos gubernamentales les es insuficiente para hacer sus obras, se haría primero en los ayuntamientos, luego en las gubernaturas y luego seguramente la presidencia, claro si no le pega a una reforma le pegará a la otra.
 

En fin, que en las circunstancias actuales tenemos morenismo para rato, así será mientras continúe surtiendo efectos la principal divisa que ostentan y explotan en el reparto de la riqueza nacional, que fue generada por varias generaciones y que ahora se gasta en pago a un clientelismo creciente y costoso, que agotara las arcas si de inmediato no tenemos mayor inversión extranjera y nacional, mayor captación de impuestos o adelgazamiento del Estado, con costosas purgas a la golpeada burocracia nacional.
 
Los partidos deben de seleccionar sus rumbos para que sean atractivos, pues ya no se siente que en la conciencia de la nación afloren los deteriorados ideales de la revolución, si existe la idea de rescatar un México de instituciones donde se privilegie la democracia real y la justicia verdadera, así como la idea de darle rumbo edificante a la nación, pero todo esto quedará como falso si no se reviste y se realiza con líderes honestos.
 
Por ahora, es momento de sumarse a la cuarta transformación y apoyar al Presidente en su lucha tenaz contra la corrupción, que cuando menos en esta administración ya se acabó y esto nos obliga a confiar que en el combate a la inseguridad.- el otro lastre.- Se arrecie el paso y no tengamos que esperar como desafortunadamente lo dijo Alfonso Durazo, 3 largos años para que nuestras fuerzas armadas se hablen de tu con la delincuencia.
 

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