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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Los libros baratos ¿motivan a leer?
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
28 de febrero de 2019
alcalorpolitico.com
«Qué caros están» es una expresión común ante los libros. Y, ciertamente, algunos tienen precios asignados por las editoriales no en función de su calidad o de la cantidad de páginas que contengan, sino por la fama, real o ficticia, que se le atribuye al autor. A veces, por la simple cintilla que la misma editorial encarga a algún afamado escritor (y paga generosamente, casi siempre más que al mismo autor). Otras, argumentando que el libro vale lo que cuesta porque ya es un best-seller, del que se han vendido tantos y tantos miles o hasta millones de ejemplares.
 
Sin embargo, con esto de los libros sucede lo que con aquellos que regatean el precio al marchante, pero lo pagan con creces y sin chistar en un supermercado y quienes se espantan con su precio, pero no dudan en gastar más en cualquier fruslería.
 
Esto viene a cuento por el anuncio del improvisado y veleidoso recién ungido director del Fondo de Cultura Económica, quien, por cierto, no ha tenido recato en mostrar su mofa de las leyes y ciudadanos del país que le da cobijo. Recientemente, en la población de Mocorito (que no cocorito, como él mismo dijo y repitió), en el estado de Sinaloa, se anunció la Estrategia (así se llama ahora) Nacional de Lectura. Desde luego, con la omnímoda presencia del ejecutivo federal.
 

Ya se sabe que se leen pocos libros. Según datos del todavía sobreviviente Inegi, el 55% de los mexicanos no leyó ni siquiera una revista o un periódico en el 2018. Menos, libros. Y como el señor encargado de esta nueva Estrategia sentenció que el problema es fundamentalmente económico («El precio de los libros es muy caro», dijo), el antes afamado FCE ahora editará ejemplares baratos y por montón: a 10 pesos o a nada, simplemente regalados, para evitar la apatía lectora, como se regalan condones para evitar más pobres en el país…
 
Vamos por partes: primero: según los mismos datos del Inegi, cuando se preguntó a los encuestados por qué no leen, solo el 1.7 % dijo que era por razones económicas. La mayoría argumentó falta de tiempo y desinterés. No tiene tiempo para leer porque el tiempo libre se ocupa en la televisión, en los videojuegos, en ver y responder mensajes en el celular o, simplemente, en no hacer nada. Segundo: no es bajando el precio de un producto como se va a crear la necesidad, y ni siquiera el deseo, de adquirirlo. ¿Qué me puede importar que baje el precio de los calamares si no me gustan o si no siento la necesidad de comerlos? Tercero: el señor habló de «forzar» (esa palabra usó) a la industria editorial a que baje los precios, y sustituir las importaciones de libros. Esto es meterse de lleno en los costos de un proceso de producción bastante complejo, que incluye a los autores (por cierto, los más fregados en esta cadena), los materiales, traductores, correctores, diseñadores, operarios, distribuidores, vendedores y, un asunto muy importante: los costos de los ejemplares no vendidos que simplemente van a dar al reciclaje y son pérdida total.
 
El amor a la lectura, lo he comprobado, escrito y predicado como un obseso, no se logra regalando libros. A veces es hasta contraproducente. Aprender a gozar la lectura, a sentir como imprescindible el tener un libro en las manos, a disfrutar (literal y etimológicamente) una buena obra literaria es algo que se puede lograr (y no siempre se garantiza) con un ejemplo vivencial, con una inducción temprana en el hogar, con un programa apropiado, bien pensado, en la escuela; con un buen maestro que te descubra la riqueza que existe en las páginas de una buena historia, con alguien que te seduzca a la vivencia de lo inesperado. Y buena quiere decir bien escrita, con valor literario, instructiva, con mucho valor humano; no con basura publicitaria e impregnada de morbo.
 

El jefe del ejecutivo dijo, allá en Mocorito, que «su política» tiene dos propósitos: «buscar el bienestar material y buscar también, al mismo tiempo, el bienestar del alma. Y por eso es que estamos promoviendo la lectura, porque necesitamos fortalecer valores culturales, morales, espirituales» (https://www.gob.mx/presidencia).
 
No sé si leer contribuya al «bienestar del alma», pero ciertamente, cuando se le encuentra lo bonito, no solo libra de los engatusados mecanismos de la seducción política y comercial, es, sobre todas las cosas, un enorme placer...
 
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