icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
Causas y efectos
Muro del norte
Alfredo Ríos Hernández
17 de junio de 2019
alcalorpolitico.com
*Barrera del sur
*Sigue migración
*Vamos despacio
 
No existe la menor duda sobre las complicidades que se escenifican cotidianamente en tierras nacionales, en las cuales se amparan y se confían migrantes ilegales originarios del sur del continente y de varios países del mundo, para ser transportados del sur al norte de nuestro país, en unidades del servicio de carga, tanto así que resulta notoriamente recurrente que las enormes cajas de tráiler se conviertan en cajones para “como si fueran bultos”, trasladar a niños, mujeres y jóvenes que, tienen como esperanza, adoptar el nivel de vida estadunidense.
 

Y prueba que, por el momento, los sistemas de vigilancia en la región fronteriza no son lo suficientemente eficaces, es que en las últimas horas y días, se han capturado a unidades del transporte pesado cuya “carga” la constituyen decenas de viajeros indocumentados, originarios de distintos puntos del continente e incluso de otros puntos del mundo.
 
Tales historias no son nuevas, tampoco son acreditables a fallas específicas y privativas de la Cuarta Transformación, porque se debe referir con claridad que los programas aplicados en la actualidad, para inhibir y reducir significativamente la migración ilegal en nuestras fronteras, apenas se encuentran en su etapa inicial de estructuración y aplicación, sin ignorar que ahora resultan significativamente más notorias las acciones de éstos hechos delictivos, porque el problema que tratamos de atemperar e incluso (si fuera posible) extinguir, no podría ser calificado como “cosa menor y rutinaria”.
 
Nos hemos visto obligados por las nuevas condiciones imperantes, a crear programas sobre la marcha y de manera apresurada, ante las agudas presiones de que somos objeto por parte del Presidente de Estados Unidos, a quien se le ocurrió el endurecer argumentos de “mala vecindad” por parte de México, al no sólo “permitir” sino “fomentar con apoyos especiales”, la presencia de migrantes ilegales que cotidianamente buscan la forma de violentar las leyes mexicanos y norteamericanas, con la obsesión para ingresar furtivamente a los terrenos del Tío Sam.
 

Y muchos son los ilegales que, incluso en forma repetida, han intentado violar las fronteras estadunidenses, migración multitudinaria que, por sus propias características, no sólo se ha transformado en una amenaza para la estabilidad estadunidense, sino que sus efectos negativos están dañando significativamente a la economía y la tranquilidad de nuestro territorio.
 
Al margen de la campaña que, para ser reelecto como presidente, sostiene en tierras norteñas el señor Donald Trump, e incluso por encima del “desventajoso acuerdo” para obligarnos a los mexicanos a evitar la migración, debe reflexionarse en que desde hace muchos años, nuestro país debió aplicar programas y acciones en defensa del territorio y el bienestar de los mexicanos, resistencia que hoy nos conduce a un estado de urgencia, ante la complejidad para cumplir con el desventajoso acuerdo que hoy “nos tiene contra la pared”, tanto por el muro fronterizo del norte, como por la multitud de ilegales en el sur…
 
LAS COSAS EN PALACIO
SIEMPRE VAN DESPACIO

 
Obligadamente, por más que se quiera desacreditar la opinión generalizada de que México sigue sin encontrar los senderos hacia la paz y la tranquilidad social, continuamos en la brecha de la inseguridad y la consecuente angustia y desestabilización social que tales escenarios originan.
 
Es más, con todo y las opiniones que tratan (por la naturaleza de su propio origen) de otorgarle padrinazgo partidista a referencias y observaciones de fallas en el reglón de seguridad, nada ni nadie tendrá la suficiente argumentación para desmentir que, el miedo y la angustiante sensación de peligro, anidan en la actualidad al interior de los hogares, de los centros laborales y de quienes transitan por tierras veracruzanas.
 
Muchos somos los veracruzanos que aún recordamos nuestros viajes nocturnales conduciendo nuestros fastuosos o modestos vehículos, acompañados de nuestros hijos menores, partiendo desde cualquier parte de nuestra entidad hacia la frontera de Estados Unidos… Bien recordamos que iniciábamos el viaje al filo de las ocho o nueve de la noche, ya fuera por la ruta costera o por el centro del país, para arribar amaneciendo a la frontera norte, sin el menor incidente ni angustias por sensaciones de actividades delictivas, que no fueran los riesgos originados por la inmoderada velocidad de “camioneros u operadores de tráiler”.

 
Muchos son los que coincidíamos en tales rutas y horarios, todos confiados en que en nuestras tierras los rangos de violencia no originaban la sensación de inseguridad y terror generalizado, sino que regularmente se encontraban circunscritos a determinados ámbitos y sectores claramente focalizados.
 
Todos coincidían en aquellos días que quien delinquía y se introducía a los ámbitos de violencia extrema, incuestionablemente más temprano que tarde tendría que responder a tales desviaciones ante las autoridades respectivas.
 
Hoy las carreteras tanto de día como por la noche, se han transformado en amplios trechos de zonas con alto riesgo, cuyos lamentables efectos impactan destructivamente no sólo en los renglones de la tranquilidad social, sino que están generando daños severos al desarrollo integral del país, lo que se refleja en el decrecimiento de oportunidades para el bienestar de millones de familias mexicanas.

 
Hoy la “Guardia Nacional” se ha convertido en un sendero de esperanza para rescatar los niveles de bienestar en beneficio de todos los mexicanos, pero como siempre o con recurrencia ha sucedido en nuestro país: “Las cosas en palacio van despacio”.
 
[email protected]