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Columnas y artículos de opinión
Causas y efectos
La grandeza de Obeso Rivera
Alfredo Ríos Hernández
14 de agosto de 2019
alcalorpolitico.com
*Primer Cardenal veracruzano
*Todo entregó a su feligresía
*Lágrimas en su despedida
 
Calificado como un hombre y religioso sin par por todo seminarista que lo trató, cuando de regreso de su estancia en el Vaticano dedicó sus esfuerzos en la ardua tarea de formar nuevos sacerdotes, ejemplar actividad de la cual nunca se apartó pese a su intensa trayectoria sacerdotal, que lo convirtió en el único Cardenal de origen veracruzano que hasta la fecha registra la historia, lo que por sí mismo, deja clara constancia del respeto y reconocimiento que hacia su elevada vocación sacerdotal, priva incluso en El Vaticano, centro y cúpula mundial de la Iglesia Católica, ámbitos donde el propio Sumo Pontífice Francisco, externó con notoria consternación el más conmovedor pésame de la Iglesia Católica, por el sentido fallecimiento de Monseñor Sergio Obeso Rivera.
 

Para muchos o probablemente para todos los católicos con arraigo en estas “tierras del sol y del son”, así como del incontable número de fiestas y actividades religiosas que se efectúan a lo largo y ancho del territorio veracruzano, el fallecimiento del especialmente apreciado Cardenal, pasa a formar parte del calendario de la historia religiosa de éstas tierras, que han tenido prelados eclesiales de extraordinarias referencias por sus honrosas trayectorias, pero las lágrimas en el marco de la despedida al Arzobispo Obeso Rivera, indudablemente riegan la siembra de bondad que distinguió al distinguido y siempre afectuoso prelado.
 
Figuras de significativa calidad humana y sacerdotal como el inmenso Monseñor Rafael Guizar y Valencia (hoy elevado a los altares por su santidad), así como el siempre benévolo monseñor Pío López y Estrada, a quien la correspondió convertirse en el primer arzobispo de la ya para entonces Arquidiócesis de Xalapa, figura de enorme calidad humana y quien fuera en aquellos días quien abrió las puertas del seminario favoreciendo el ingreso del adolecente Sergio Obeso Rivera, para conducirlo hacia el apostolado sacerdotal…
 
Tiempo después fue designado el sacerdote Emilio Abascal y Salmeron, como nuevo Arzobispo de Veracruz, y precisamente bajo su desempeño como pastor de la Iglesia Católica en tierras veracruzanas, al tiempo que ya el joven sacerdote Sergio Obeso Rivera, después de su estancia en Roma, dedicaba su mayor esfuerzo para alcanzar espacios apropiados que le permitieran servir a la colectividad católica, incluyendo la formación de nuevos sacerdotes.
 

Los hoy ministros de la Iglesia católica en Veracruz, incluso de elevado rango, así como muchos ex seminaristas que no culminaron sus estudios sacerdotales pero que hoy son hombres de bien, todos ellos, claro tienen en su mente las lecciones determinantes para el bienestar y la felicidad, brindadas por el entonces joven sacerdote con estudios Teologales en Roma, Sergio Obeso Rivera, y todos ellos bien recuerdan los diálogos sostenidos con el que se convirtiera en uno de los directivo más activos y productivos que en su historia ha tenido el Seminario Diocesano de Xalapa, una de las instituciones por su estilo y modalidad, de las mayormente reconocidas incluso en El Vaticano y, de donde se han ordenado sacerdotes que se han convertido en ejemplo de vida y esperanza para la feligresía en tierras de Veracruz.
 
Sacerdote amable, discreto, eficiente y con un profundo y ejemplar cariño hacia la colectividad en lo general, fue depositario de una vocación que interpretó como la oportunidad que el creador le brindaba para SERVIR Y APOYAR a sus semejantes, en tales dimensiones que nunca y nadie se quedó con las mano extendida frente a él, por el contrario, buscó a muchas manos para brindarles su apoyo espiritual e incluso material, sobre ello se escuchan narraciones desde tiempo atrás que estimulan la reflexión, en el sentido de que sí existen hombres buenos y, el maestro de generaciones de sacerdotes y pastor ejemplar de millones de veracruzanos, monseñor Obeso Rivera, incuestionablemente ha sido uno de ellos, quién a más de tales empeños, ciertamente con su conducta cotidiana predicaba con el ejemplo y, tal virtud le otorgaba mayores niveles a su calidad sacerdotal.
 
Pero paralelamente a tales referencias de grandeza sacerdotal, quienes de cerca lo conocieron saben que jamás pensó, imaginó o intentó convertirse en alto prelado de la Iglesia Católica, porque a lo que siempre aspiró fue el ser sacerdote al servicio de la feligresía, así como estimular a jóvenes que aspiraban al servicio sacerdotal, para que lograran su aspiración, por ello siempre estuvo vinculado con el Seminario, espacio donde sus conversaciones con los jóvenes dejaron huellas positivamente indelebles, las cuales fortalecieron el espíritu incluso de aquellos que no culminaron la formación sacerdotal y que, hasta la fecha, se refieren con especial admiración y reverencia a una figura eclesial sin mancha en su trayectoria y sin dobleces en sus afanes cotidianos por apoyar a quienes más lo necesitaban.
 

En los jardines, canchas, aulas y espacios diversos del anterior y actual seminario, se encuentran por conducto de varias generaciones de sacerdotes, las referencias de sus conversaciones con los jóvenes seminaristas, de sus apuntes, de sus reflexiones e incluso de sus anécdotas que por su formación intelectual y espiritual, se refieren por numerosos veracruzanos como parte de un anecdotario que por la riqueza de su contenido, obliga a destacar el sobresaliente nivel intelectual y la invaluable calidad moral de quien, sin pretenderlo, se convirtió en el primer Cardenal de la Iglesia Católica en las tierras veracruzanas, suelos, espacios, cielos y pueblo que amó intensamente, dispuesto siempre a entregar lo mejor de sí mismo para aliviar carencias y fomentar bienestar.
 
Por la grandeza de su espíritu, por la rectitud de su conducta, por la lealtad a sus convicciones, por su enorme capacidad como guía espiritual y forjador de pastores, por la bondad de su comportamiento apoyando siempre a los sectores más necesitados, incluso con recursos de su propio peculio y, porque ha sido un veracruzano ilustre, propositivo, siempre solidario con los más necesitados y honesto con sus propias convicciones, que nos ha heredado una lección de vida y de solidaridad hacia la colectividad, por todo ello, Monseñor Sergio Obeso Rivera, ha pasado con todo y su modestia, al lado de la historia de los grandes y venerables en tierras veracruzanas, que por lo mismo, al trascender su lamentable partida, mereció palabras de reconocimiento del más alto prelado eclesial del mundo, el Papa Francisco, a las que se sumaron las lágrimas y oraciones de millones de veracruzanos, testigos presenciales de esa trayectoria ejemplar, de quien incluso en su lecho de muerte, nos heredó sus bendiciones para que Veracruz, las tierras que amó hasta el último respiro, recupera la tranquilidad y los senderos de la prosperidad… Que en santa paz descanse Monseñor Sergio Obeso Rivera (+).