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Columnas y artículos de opinión
Causas y efectos
Por qué estamos como estamos
Alfredo Ríos Hernández
10 de septiembre de 2019
alcalorpolitico.com
*Arbitrariedades del poder
*Desaciertos recurrentes
*Senderos equivocados
 
Recibo el mensaje de un amigo cordobés de toda la vida, que incluso forma parte de algunas de mis gratas experiencias registradas tanto en lo personal como en mi actividad informativa, quien indignado ante los panoramas diversos que privan en el México actual, cuestiona a medios de comunicación, acreditando ciertos niveles de tibieza a los comentarios que se externan sobre los desatinos que se registran en los ámbitos de la actual administración del gobierno federal, incluyendo a rangos estatales y municipales.
 

Incluso para cimentar sus puntos de vista, nos envía un video que ya con anterioridad habíamos contemplado, en el cual un veracruzano señala a funcionarios de anteriores administraciones estatales y municipales de tierras costeñas, específicamente de la región conurbada Veracruz-Boca del Río, acusándolos de abusos de poder y ejercicio indebido en los marcos de la función pública.
 
La realidad es que la presencia de desatinos y obvias ilegalidades ejecutadas a la sombra del poder público, no constituyen una escenografía nueva, ni es específica de Veracruz, los que transitamos ya en los marcos de la séptima etapa de la vida, tenemos claro que muchos hechos de injusticia y abusos del poder, como el encarcelamiento del dirigente ferrocarrilero Demetrio Vallejo, al igual que los disparos certeros en contra de Luís Donaldo Colosio, así como la persecución y acoso a innumerables líderes regionales cuyos pecados fueron tratar de defender los derechos de los explotados, son hechos que por sí mismos reflejan que no siempre hemos transitado sobre un lecho de rosas.
 
Porque claro tenemos que la explotación ejercida por siglos en contra de millones de obreros y, aún más de campesinos, de alguna forma ha estado presente en el México del pasado y en el del presente, sin que sexenio tras sexenio existieran acciones gubernamentales que se convirtieran en perennes hacia la búsqueda de justicia real, pronta y expedita, en favor de los sectores más desprotegidos de la población, así como en beneficio de los perseguidos por diferir de opinión ante niveles de lacerante autoritarismo.
 

El triunfo electoralmente contundente del actual Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, paralelamente al de Cuitláhuac García Jiménez, como ejecutivo estatal veracruzano y al de muchos otros funcionarios federales y estatales de alto nivel en el territorio mexicano, también militantes de MORENA, deben ser acreditados con toda precisión, no a los aciertos en campaña de los posteriormente candidatos triunfadores y hoy funcionarios, sino que tal escenario tiene su origen en el hastío de la colectividad ante tantos yerros en el mando y, sobre todo, abusos que empobrecen al país y enriquecen a los poderosos.
 
Tales apuntes no son novedosos, no constituyen un panorama nuevo, han sido parte de nuestra lastimosa historia encuadrada en sindicatos laborales que todo lo toleran y en generaciones de legisladores que todo lo solapan, claro, a cambio de beneficiarse del carruaje de la corrupción.
 
Quienes dirigen Partidos Políticos se han transformado en virtuosos jornales de alto nivel “apapachados financieramente” con recursos públicos, que dejan de ser riqueza para fortalecer la agricultura, la ganadería, el desarrollo de parques industriales y mejores servicios públicos en lo general… Así, en esos lastimosos escenarios y normas se hacen campañas electorales que se encuentran cimentadas precisamente en la pobreza de nuestro pueblo.
 

En tales “desfalcos a la nación” los culpables al final del día prácticamente lo somos todos los “mejicanos” (ahora sí con jota de jodidos) porque hemos permitido que las olas de corrupción nos arrastren hacia escenarios nada saludables para retornar al desarrollo integral, tanto así que sufragamos en los comicios anteriores para favorecer el arribo al poder de quienes hoy (de manera mayoritaria) gobiernan las entidades y dirigen los pasos del Gobierno de la República, intentando otorgarle curso exitoso a una “Cuarta Transformación” predicando para ello el Edén que en un futuro inmediato nos espera, si para tal tierra prometida, todos marchamos aparejados con quienes encabezan la marcha hacia el paraíso que “efectivamente” se prometió desde la campaña.
 
Pero se da el caso que en la ruta hacia tales tierras prometidas, los niveles delincuenciales han subido de tono, incluso al interior de las estructuras del poder y, paralelamente a ello, compromisos como la conformación de la Guardia Nacional siguen pendientes, en un marco donde se apuntan escenas incomprensibles como el apedrear, desarmar y vejar a elementos del sector militar del país, institución que representa toda una historia de honor y valentía incluso para el México de nuestros tiempos, hechos deleznables que, por sus características, no sólo contravienen los intereses de la nación, sino que otorgan claros rangos de indefensión al pueblo de México en lo general.
 
Porque de siempre, lo más respetable que hemos tenido en materia de seguridad nacional, lo ha sido el Ejército Nacional, sobre todo y en especial en las últimas décadas, bajo tal criterio, resulta una aberración que empaña al país el que nuestras fuerzas armadas sean exhibidas como endebles, objeto de vejaciones que llevan la intención para degradar una de las instituciones en las que más confía y respeta la sociedad de todo el país.
 

Hoy referimos en el marco del colectivo social el proceso de transformación presidido por un “Gobierno bueno” emanado del sufragio libre y soberano de la ciudadanía, pero en Veracruz se apuntan hechos delictivos supuestamente registrados en esferas oficiales, que no son investigados, ni serán sancionados, y, se debe entender con claridad que “no se es bueno” tolerando lo que resulta inaceptable, porque ello coloca a toda la colectividad en rutas hacia el “estado de indefensión”, escenarios que anteceden a los ámbitos de la anarquía que dan curso a la “aplicación de justicia” ejercida irreflexivamente por las multitudes, que no es sino la negación del Estado de Derecho.
 
Cierto, el país atraviesa por retos complejos que deben ser superados con celeridad, como lo son improductividad, decrecimiento de inversiones empresariales, deficiencias en los programas agrícolas, pobreza en amplios sectores de la población, todo debe ser redirigido para superar viejos escollos, pero poco se avanzaría en dichos renglones, si para ello no se restaura en México la paz y sensación de seguridad que reclaman todos los sectores de la población y, tales objetivos, no se podrían refrendar si nuestros sectores que constituyen instrumentos para restaurar la tranquilidad social, no cuentan con el claro respaldo de quienes tienen en sus manos las riendas municipales, estatales y federales… Ahí la dejamos.