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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Greta y Creta
Miguel Molina
26 de septiembre de 2019
alcalorpolitico.com
Vimos a Greta Thunberg hablando con toda seriedad ante las Naciones Unidas desde la altura de sus años, y nos dio tristeza y preocupación escuchar sus palabras y saber que los presentes – jefes de Estado y de gobierno de todos o casi todos los países – la escuchaban sin entender qué les decían. Aplaudieron, como si fuera la primera vez que les dicen que el planeta está en grave riesgo, pese a lo que digan los Trump del mundo.
 
Aplaudieron, como si el discurso de Greta no les reprochara de frente que no han hecho nada y no han asumido compromisos concretos, como si fuera natural vender el alma personal y la capacidad política por poder y por privilegio. Aplaudieron.
 
Volvieron a aplaudir cuando algunos grupos de capital ofrecieron retirar inversiones en combustibles fósiles, y se mencionó la posibilidad de conseguir financiamiento para proyectos de adaptación y mitigación del cambio climático. Se hicieron declaraciones optimistas y promesas, y después cada quien volvió a ser lo que era antes, Y seguían aplaudiendo. Daba tristeza y causaba preocupación.
 

Muchas Gretas
 
También sintió uno tristeza, molestia y preocupación cuando vio lo que le hicieron al Río Blanco. Lo que tendría que ser una corriente de agua se convirtió en un caudal de basura en el que había de todo: era la imagen de lo que hemos hecho con el mundo.
 
Esta vez hubo respuesta pronta, y un ejército de ciudadanos y de instituciones de todo tipo y rango logró limpiar el río antes de que lo que flotaba en él llegara al sistema de lagunas de Alvarado, y de ahí al mar, donde termina lo que la gente tira en otras partes.
 

Creo que pocas veces se ha visto una reacción tan rápida y tan solidaria para resolver un problema que nos perjudica a todos. Algo parece haber cambiado, aunque la mano de la ley siga siendo suave y la letra de la ley siga siendo vaga. Muchas empresas pagan una multa y vuelven a hacer lo que hicieron antes, y si los multan vuelven a pagar y así sucesivamente.
 
Uno piensa que ha llegado la hora de tomar en serio el daño que se está causando al ambiente, y de parar en seco las operaciones – públicas y privadas – que perjudiquen lo que es de todos, aunque digan que contribuyen al desarrollo y generan empleos y vainas de esas.
 
No podemos esperar a que surja una Greta Thunberg en México o en Veracruz, ni debemos esperar a que ella venga a México. Tenemos mucho qué hacer ahora. Crear dos, tres, muchas Gretas, por ejemplo.
 

Creta
 
Nos fuimos a Creta, isla de mitos, porque era hora de no hacer nada. Nos sentamos varios días frente al mar con la vista fija en la distancia, o leíamos algo que al rato dejaba de ser interesante y volvíamos a ver el mar, y cuando pasaba el bote que va a otra playa pedíamos la primera cerveza, y dormimos siestas bajo un ventilador mientras el sol pasaba su mano caliente por las cosas.
 
Comimos albóndigas y estofados y pescados frescos y ensaladas, y yogures y miel y galletitas con pasas y ajonjolí y aromas de canela, y nos reencontramos con el vino cretense bajo un emparrado del que colgaban racimos de uvas doradas y púrpuras.
 

A veces venía de las montañas un ventarrón en busca del mar, y se pasaba horas aullando sobre el agua, y luego se transformaba en brisa y en silencio. Entonces salíamos al balcón a mirar el alto cielo de la noche, todas esas estrellas que vieron, aunque fuera fugazmente, al Minotauro.