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Columnas y artículos de opinión
Causas y efectos
Respalda Congreso a Cuitláhuac
Alfredo Ríos Hernández
9 de octubre de 2019
alcalorpolitico.com
*Pernicioso estancamiento
*Reflejan nuestros pecados
*Desaliento e inestabilidad
 
Y les asiste toda la razón a los legisladores federales integrantes de la cuarta transformación, cuando ayer ya entrados en las sombras del anochecer, desecharon de manera tajante el proceder a la desaparición de poderes en el Estado de Veracruz, refiriendo como fundamental argumento que no es el actual gobernador de los jarochos, Cuitláhuac García Jiménez, el responsable de los ámbitos de violencia que en la actualidad privan en tierras veracruzanas, sino que tales escenarios ya existían de tiempo atrás, o sea, que le fueron heredados por la administración anterior, presidida en su momento por el entonces gobernante de los jarochos, Miguel Ángel Yunes Linares.
 

Por lo mismo, bajo tales evaluaciones y conclusiones, la Comisión de Gobernación del actual Senado de la República, refirió ante demandas específicas por los elevados índices de inseguridad, que ni en tierras veracruzanas ni tamaulipecas, al igual que en las guanajuatenses, son los actuales gobernantes responsables de los altos índices delincuenciales, porque tales escenarios les fueron heredados por las anteriores administraciones.
 
E incuestionablemente, tales apuntes se encuentran fundamentados en la realidad de los hechos, porque efectivamente los ámbitos delincuenciales en cualquier núcleo social no surgen “de la noche a la mañana”, mucho menos con los efectos y dimensiones que privan en Veracruz, al igual que en muchos otros puntos del país, sino que las causas de tales escenarios provienen de años atrás, al tiempo de acreditarlos obligadamente a diversos escenarios que fortalecieron su dramático desarrollo.
 
Nadie en México o el mundo podría referir con sustento irrefutable, que escenarios de elevada y dramática inseguridad se originan de la noche a la mañana, en esos marcos los especialistas puntualizan que tales panoramas se fueron conformando por diversos factores, que no sólo tienen que ver con la inadecuada formación y ausencia de valores, sino que también se derivan de las desigualdades sociales, de la falta de oportunidades, de la ausencia de sistemas apropiados para la apropiada formación de las nuevas generaciones, así como de fallas en la formación al interior de las familias.
 

Muchos son los especialistas que sostienen que las tendencias hacia ilegalidad y la violencia se encuentran vinculadas a los elevados impactos negativos, tanto de la desintegración familiar, como a la falta de reales oportunidades para cimentar, con efectividad, rangos apropiados en el marco social que permitan el desarrollo integral de la colectividad.
 
En tales contextos se debe coincidir con el Congreso de México, cuando sin restar responsabilidad refiere que en México se ha incrementado la violencia en el transcurrir de los últimos años, el apunte es correcto, pero en el mismo contexto los legisladores se abstienen de referir, de puntualizar, de acreditar las causas que han convertido a nuestro país, en un territorio que contraviene los ámbitos de legalidad al tiempo de mantenerse, de alguna forma estático, en marcos de elevada inseguridad, lo cual, de manera directa impacta negativamente en el desarrollo empresarial, incluyendo los renglones agrícolas y ganaderos, efectos que nos arrastran hacia niveles de improductividad y, por lo mismo, de notorio desempleo y estancamiento social, escenografía de retroceso que al final abre las puertas hacia ámbitos de mayor desarrollo delictivo.
 
Porque es incuestionable que los efectos de alto impacto delictivo que hoy estremecen a la colectividad, son hechos en el presente que (en gran proporción) se gestaron en el pasado, no hay dudas sobre ello: La violencia en México y obviamente en tierras veracruzanas en los niveles actuales, registró su gestación hace diez, quince, 20 años o más, lo que nos obliga a reflexionar que constituye un resultado de nuestros propios pecados, entre los que figuran la injusticia de la pobreza; la ambición desmedida de los poderosos; el quebranto en ámbitos agrícolas de las familias campesinas; el desgaste de valores en centros educativos y al interior de los hogares; las desviaciones en objetivos ofertados en la administración pública por partidos y funcionarios; la inefectividad en materia de seguridad, la tolerancia y complicidad en tribunales, la perniciosa ineficacia clara y contundente en programas de desarrollo agrícola, industrial, turístico y comercial.
 

Porque es preciso insistir que todo colectivo social altera perniciosamente su ruta, si en el entorno privan rangos de ineficacia que nos condenarán irremediablemente al desaliento y la inestabilidad.
 
No es sólo la vigencia del “crimen y castigo” lo que hace fructificar sociedades estables y de avances hacia el desarrollo integral, sino que se requiere fomentar, impulsar, consolidar una cultura hacia el desarrollo integral, enmarcada en los ámbitos de la justicia y del valor que representa la suma de esfuerzos, paralelamente al reconocimiento, remuneración apropiada y clara valoración al empeño personal.
 
¿Realmente respetamos a los productores del campo cuando pagamos miserias por su valiosa producción?... ¿En verdad respetamos al amplio sector laboral cuando sufre el impacto de injusticias sin que nadie realmente lo defienda?... ¿Cuánto gana un pescador?... ¿Un conductor de urbano?... ¿Un locatario en el mercado?... ¿Un modesto pero eficiente empleado?... En fin: ¿Cuánto ganan la mayoría de los mexicanos que con frecuencia no les alcanza ni para pagar la renta del modesto departamento?
 

Los orígenes de la violencia no sólo se encuentran enmarcados en ambiciones desmedidas con tendencias criminales; no sólo existen como resultado de adoptar una ruta “escandalosa y supuestamente fácil” para vivir con mayor abundancia, sino que también constituyen resultados de graves yerros en los programas de desarrollo social integral, que por su escasa cimentación y metas no apropiadas ni supervisadas, regularmente originan retrocesos en lugar de avances con secuelas altamente dañinas para todos los sectores de la colectividad.
 
Hoy en los marcos de la Cuarta Transformación, se intenta apoyar con hechos concretos e inmediatos a los que menos tienen, extendiendo tales beneficios en favor de todo el conglomerado social, como un gesto de apego a lo que es justo, el objetivo se aprecia saludable para la colectividad en lo general, pero seguimos con problemas en materia de seguridad, renglón que debe atenderse sin tardanza en tanto que sin rangos de seguridad apropiada, será imposible alcanzar metas de mayor desarrollo integral en beneficio de toda la colectividad.
 
Cierto, los panoramas actuales de violencia y miedo, vienen de tiempo atrás, pero hoy es obligación de las actuales estructuras de gobierno afrontar el reto con efectividad, para rescatar la tranquilidad en beneficio del desarrollo integral del país… Ahí la dejamos.