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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La visión de los vencidos
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
10 de octubre de 2019
alcalorpolitico.com
En una ocasión, mientras asistía a unos cursos de pedagogía, sicología y antropología en la ciudad de México, justo en aquellos últimos días veraniegos de 1968 cuando, al tiempo que se preparaban los juegos olímpicos, los estudiantes eran acosados, perseguidos y, después, asesinados por el gobierno de Díaz Ordaz y adláteres, visité el Museo de Antropología, inaugurado cuatro años antes. Mientras recorría la sala de Teotihuacan, se produjo un gran alboroto. La gente dejó de ver las piezas arqueológicas y, con gran premura, se dirigió a la sala donde se encuentra la maqueta de la gran Tenochtitlan y se acomodó en las gradas. Momentos después entró un señor, que después supe se llamaba José Luis Guerrero, e inició una conferencia sobre la conquista de México. Nunca, en las clases de historia, había escuchado una explicación e interpretación tan nuevas y extraordinarias.
 
A partir de aquel momento, busqué en bibliotecas libros sobre la historia de México que tuvieran esa, para mí, novedosa explicación. Pasaron los años sin hallar nada hasta que, comentando con un amigo, me confió que conocía y era amigo, a su vez, de aquel conferencista. Me ofreció pedirle el texto de esa conferencia, que me proporcionó en una casi ilegible copia al carbón, escrita a máquina en unas amarillentas hojas tamaño oficio. Era el borrador de su tesis de licenciatura en historia y el texto completo del que extrajo su conferencia, y que después editaría como libro. Esto me llevó, por fin, a las fuentes que él utilizó y a descubrir libros que me eran entonces absolutamente desconocidos. Así llegué a conocer las obras de Miguel León-Portilla, particularmente la La filosofía náhuatl y La visión de los vencidos. Estos, a su vez, me condujeron al maravilloso trabajo de fray Bernardino de Sahagún.
 
Así fue como entendí que, muy lejos de la que yo había recibido en la escuela, la conquista de México tenía otra versión, y esta nada más y nada menos que narrada por los propios vencidos. Ya había leído la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, atribuida al soldado Bernal Díaz del Castillo, que reforzaba la versión «oficial» de aquel episodio fundacional de la patria. Y años después leí las Cartas de relación del propio Hernán Cortés. Pero los textos de León-Portilla, traducidos por el doctor Ángel María Garibay directamente de los tlamatinime, informantes nahuas de Sahagún, me estaban dando no solo una narración histórica, sino una interpretación, una visión filosófica mucho más profunda y completa. Como lo dice el mismo León-Portilla en la Introducción de La visión de los vencidos editada por la UNAM: «Un estudio comparativo de los textos y pinturas indígenas mostrará sin duda numerosos puntos de desacuerdo respecto de las diversas crónicas y relaciones españolas de la Conquista. Sin embargo, más que constatar diferencias y posibles contradicciones entre las fuentes indígenas y las españolas, nos interesan aquí los textos que van a aducirse en cuanto testimonio profundamente humano, de subido valor literario, dejado por quienes sufrieron su máxima tragedia: la de ser destruidos no ya solo sus ciudades y pueblos, sino los cimientos de su cultura» (XXVI).
 

Desde entonces, tanto los textos de José Luis Guerrero como los de León-Portilla y de fray Bernardino de Sahagún han sido inseparables compañeros de viaje.
 
No entiendo porqué esta otra visión de la Conquista causa tanto malestar y es sacrificada en aras de una visión parcial como es la que se inculca a los estudiantes, especialmente en la educación básica, inclusive en el bachillerato. Quizá sean los prejuicios raciales, ideológicos, políticos, todos marcados por un profundo sentido de exclusión. Pareciera como si la indagación del sentido más profundo y completivo de la historia patria pudiera socavar los cimientos en los que se fundamenta un sistema que oculta sistemáticamente los hechos y la interpretación de los mismos. Como si se siguiera pretendiendo que existe una «verdad histórica» que es pregonada y remachada utilizando los medios modernos de comunicación y adoctrinamiento.
 
Hace años, en la clase de Literatura Hispanoamericana y Mexicana, dejé a los alumnos que leyeran a Díaz del Castillo y Hernán Cortés y los textos de León-Portilla y luego, en una puesta en común, la mitad del grupo defendió la visión española y la otra mitad, la versión indígena. Creo que el resultado fue el esperado. Y no es otro que el señalado por el sabio y sencillo (por sabio) Miguel León-Portilla en su libro: «El examen sereno del encuentro de esos dos mundos, el indígena y el hispánico, de cuya dramática unión México y los mexicanos descendemos, ayudará a valorar mejor la raíz más honda de nuestros conflictos, grandezas y miserias, y, en una palabra, del propio “rostro y corazón”, expresión de nuestra fisonomía cultural y étnica».
 

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