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Columnas y artículos de opinión
Causas y efectos
La espantosa tragedia
Alfredo Ríos Hernández
13 de enero de 2020
alcalorpolitico.com
*Tendencia exterminadora
*Los “jinetes apocalípticos”
*¿Y la doctrina humanista?
 
Pareciera que, con el vicioso transitar en la últimas décadas por los senderos de la irresponsabilidad, en lo relativo a la protección enérgica y contundente de nuestro medio ambiente, incluyendo en dichos ámbitos no sólo lo relativo a la pureza del aire y la riqueza de los mantos acuíferos, así como de nuestros bosques, sino incluso, desatendiendo a la vez el bienestar de la colectividad en lo general, al dejar crecer por nuestro insolente descuido la pobreza extrema, así como la pérdida de valores e incompetencia en la administración de justicia que irrefutablemente estimulan vicios sin igual, como lo es la práctica de hechos delictivos que, por sus aterradoras dimensiones, originan escenarios como la espantosa “tragedia” suscitada en una escuela de Torreón, pareciera (insistimos) que todo ello conjuntamente con muchos factores suscitados en marcos negativos a la vista de la colectividad en lo general, constituyen parte de una especie de sentencia infernal, dictada con tendencias de auto extermino por la propia colectividad.
 

Que existen países mejores que otros ni dudas caben, pero indudablemente la amenaza de la violencia se ha convertido en una constante, cuyos tentáculos alcanzan a diversos países que se encuentran vinculados irremediablemente en el contexto internacional de las naciones, al tiempo que la destrucción de pulmones y fuentes universales de vida, como lo son las selvas amazónicas, así como la riqueza vegetal y de fauna de Australia, se transforman en áreas convertidas en cenizas, mientras en Irán e Irak se hacen referencias a conflictos bélicos, cuyos efectos indudablemente colocan en elevado riesgo la estabilidad y el bienestar de la economía mundial.
 
Refería el histórico luchador social norteamericano Martín Luther King, que existen conglomerados sociales “que han transitado de la barbarie a la civilización sin haber conocido la cultura”, muchas décadas han transcurrido de aquellas reflexiones de igualdad que le costaron la vida al respetado luchador social, que con su propio asesinato nos legaba la verdad de sus pensamientos, los cuales referían la tendencia malsana de cultivar un “pragmatismo perverso” que da curso a la barbarie en lugar de adoptar la cultura de la igualdad, del esfuerzo colectivo para bien de todos, de la suma de voluntades no sólo para erradicar actividades delincuencias que atentan contra la tranquilidad, el bienestar e incluso la vida, sino para favorecer el equilibrio en oportunidades de desarrollo tanto individuales, como familiares y del conglomerado social en lo general, sin discriminación ni aislamientos.
 
Y la amenaza de la catástrofe ambiental que de seguir avanzando podría originar que el autodestructivo destino nos alcance a todos, forma parte indudable de esa lista de jinetes apocalípticos ya anticipados en escritos diversos, incluidos textos que son considerados como sagrados por diferentes religiones que se practican en el mundo.
 

Pero los pecados capitales siguen presentándose sin tendencia diferente, hechos que alcanzan afectaciones que representan impactos de exterminio de especies como el oso koala que, de hecho, se encuentra en riesgo de extinción; depredaciones que se han registrado pese a la presunción de doctrinas humanistas y de respeto al entorno que por siempre hemos presumido en el contexto mundial.
 
Y en esos marcos catastróficos (porque no se deben calificar de otra forma) surge en un México como el nuestro, el registro escalofriante de un niño que escenifica en Torreón un drama que marcará dolorosamente la historia del México actual, de un México en donde aún existen quienes se asombran y repudian los conflictos en el Oriente, en el Occidente y en cualquier parte del mundo, un mundo que internacionalmente se manifiesta contrario a las intervenciones armadas de un país contra otro; de un México que proclama una nueva transformación para beneficio del bienestar, pero que paralelamente a ello registra llanto, espanto y dolor por los disparos que sembraron angustia, escalofríos y lágrimas al interior de un núcleo escolar, referencias que se expanden sembrando incertidumbre por todo el país y que, incuestionablemente nos habla en el sentido que estamos fallando a lo más valioso que cobija el universo, esa joya que conforman todos los niños del mundo entero.
 
Evitemos reflexiones a diestra y siniestra que suenan a doctorales y que muchas de ellas contradicen nuestra realidad, siempre hemos apuntado que aquí y del otro lado del mundo; que aquí y hacia todas las coordenadas de la rosa náutica que apunta hacia todos los confines del universo, lo más valioso de nuestra hábitat lo es el medio ambiente, el desarrollo integral, el bienestar colectivo y, muy en especial quienes integran el real y verdadero futuro de la humanidad, sector invalorable que lo conforman todos los niños, de todos los continentes y de todos los países y rincones del universo.
 

Por ello es obligado referir que en el marco de todas las catástrofes que se escenifican en todo nuestro hábitat, la peor de ellas es que, producto de los escenarios exterminadores que protagonizamos los mayores, estamos agotando la posibilidad de la subsistencia no sólo de nuestro medio ambiente, no sólo de nuestros recursos y de las oportunidades para transitar por rutas de mayor bienestar, sino que paralelamente ello y por nuestras propias necedades, ambiciones e incompetencias, estamos influenciando de espantosa confusión, desconcierto y desesperanza, al interior de lo más preciado de nuestro tesoro, que lo constituyen las nuevas generaciones, las que supuestamente estamos capacitando para que encuentren mejores niveles hacia el desarrollo integral, el bienestar y la felicidad.
 
No sólo depredamos nuestros recursos naturales como bosques, aire, mares, ríos y mantos acuíferos, sino que estamos sembrando desaliento, confusión, desorientación y angustias en las nuevas generaciones, que constituyen nuestro mayor valor y primordial sentido de nuestra existencia.
 
Lo registrado en Torreón, como ya ha sucedido en otros países, no es por la simple imitación de escenarios similares, tales hechos van más allá de la mera imitación, en tanto que representan actos que forman parte de una conducta alterada por la violencia en nuestro entorno… Constituyen la esencia, las sombras, los efectos, los escenarios que se registran al interior del colectivo social, núcleo nacional al que se agregan rasgos internacionales, que por sus propias características han dado curso a la formación de sectores agresivos, que consideran “hasta apropiado” utilizar la violencia para alcanzar sus metas preñadas de ruindad.
 

Tales son las causan que hoy nos estremecen y que nos deben de obligar a la corrección inmediata de los escenarios y del rumbo, con firme determinación, para salvar las selvas y los bosques, para restaurar una mayor esperanza de desarrollo integral, para fortalecer los valores que deben prevalecer en la colectividad, para ser ejemplos ante nuestra descendencia como una población que no vive de la violencia ni con virulencia, sino que la paz y el bienestar es el mayor valor.
 
La depredación de nuestras regiones naturales, el extermino de especies que forman parte de nuestro universo, la violencia de tiempos bárbaros como vía para obtener (malsano) bienestar, sólo nos podrán conducir a la angustia de nuestra desesperanza y soledad, que son la ruta hacia el abismo de nuestra extinción. El esfuerzo honorable es lo que debe fortalecer la fuerza de nuestra descendencia, objetivo en el que pareciera que dramáticamente estamos acercándonos al espantoso fracaso y, ello, podría representar el ocaso que algunos identifican como “El Juicio Final”… Ahí la dejamos.