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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Bitna bajo el cielo de Seúl
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
30 de enero de 2020
alcalorpolitico.com
Bitna es una jovencita de unos 18 años. Nacida en Corea del Norte, hija de pescadores provincianos, se traslada a Corea del Sur con el propósito de hacer una carrera. Se hospeda con una tía y una prima que le hacen la vida imposible. Al asistir a una librería, conoce al encargado que le ofrece un trabajo: contar historias a Salomé, una pobre mujer paralítica, agobiada por una enfermedad terminal.
 
Con el fin de escapar de los maltratos de su tía y de las impertinencias de la prima, acepta el trabajo y se traslada a una pequeña habitación, en un sótano. Allí encuentra un poco de la libertad que buscaba y se da a los estudios y a conocer la ciudad de Seúl. Al mismo tiempo, logra ingresos suficientes para sostenerse independiente gracias a su habilidad para contar historias que, como la inmortal Scherezada, mantienen en constante anhelo a la enferma Salomé.
 
Esta relación es un tanto difícil: Salomé es exigente y pronto se hace enteramente dependiente de Bitna, no obstante que es atendida diariamente por servidumbre que logra pagar gracias a los recursos que sus padres le dejaron al suicidarse. En tanto, para Bitna, este trabajo llega a ser molesto y lo soporta por la necesidad del dinero que le pagan. Pero pronto también su vida encuentra un nuevo sentido con la invención de fantásticos relatos que va ideando para cumplir los requerimientos de Salomé. Y cual nueva Sherezada, en su imaginación (pero todo como producto de historias que le contaron o vivió, según dice a través de ella el novelista Le Clézio), sus narraciones les proporcionan a ambas, narrador y oyente, nuevas perspectivas y horizontes.
 

Así, Bitna cuenta a Salomé del señor Cho, portero de un edificio, ex policía, emigrado del Norte a donde quedaron sus lejanos familiares, quien cuida y adiestra una parvada de palomas mensajeras heredadas de su abuelo para un día enviarlas con sendos mensajes para sus familiares a quienes no volvió ni volverá a ver. Asimismo, la historia de la misteriosa «Señorita Kitty», una gata que trae y lleva recados y noticias entre los habitantes de una vecindad; la frustrada vida de Nabi, quien quiere hacer carrera de cantante de rock, pero es víctima de los abusos de un pastor protestante, y la aventura de Hana, enfermera que secuestra una bebé de la casa de maternidad donde trabaja.
 
Entre estas historias, Bitna intercala fragmentos de su propia vida: su conflictiva relación con el librero que le consiguió el trabajo de cuenta cuentos, o la de un extraño «perseguidor», que se le aparece y la vigila constante y subrepticiamente...
 
Todas estas historias se dan en una relación desigual entre Bitna y la enferma. Para Bitna es, por lo menos al inicio, solo un medio para subsistir y pagarse sus estudios, aunque le llega a ser molesto al grado de negarse a ir a la casa de Salomé. Para Salomé es una forma, la única, de encontrar un sentido a su sacrificada vida, hasta el momento en que esta y las historias llegan a su fin.
 

Esta singular, y hasta ahora última novela de J.M. Le Clézio, premio Nobel de literatura 2005, aparece como una explicación de la propia actividad del autor. En su incansable recorrido por muchas partes del mundo, incluida su larga estancia en México, Le Clézio dice que tuvo la fortuna de escuchar muchos relatos y de aprender a revivirlos, recrearlos y contarlos con su propio estilo. Así confiesa a través de la imaginativa Bitna: «Sabe de sobra que no me estoy inventando nada. Nunca he sabido inventar, solo cambiar nombres e imaginar lugares».
 
Y trae a la mente la incomparable Mil y una noches, de la literatura árabe, así como la novela de Mario Vargas Llosa, El hablador (1987), obras que enaltecen la función del escritor como creador de fantasías, de ilusiones, de ficciones que se mezclan, se intercalan y muchas veces suplen las limitaciones de la propia realidad y le permiten al hombre vivir y encontrarle un sentido a su existencia, lo que hace tantísima falta en un mundo materializado hasta el grado de consumir lentamente al hombre: «Si uno no tiene ficciones, es como si no tuviera sueños, enloquecería pasadas unas cuantas noches», dice el propio Le Clézio, o como indica Vargas Llosa: «En este mundo hay muchas cosas que escapan al control de la razón. Cosas extrañas, sorprendentes, increíbles, fantásticas. Son ellas las que convierten la vida en una impredecible aventura».
 
(J.M.G. Le Clézio, Bitna bajo el cielo de Seúl. Lumen, 184 pp.)
 

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