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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Ernesto Cardenal, una voz que se extingue
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
5 de marzo de 2020
alcalorpolitico.com
Después de 95 años, tras una vida de tenaz lucha contra las tiranías (las viejas y las nuevas) y a favor del humanismo, del amor, de la poesía, de los pobres y marginados, de la objeción de conciencia, de su propia rebeldía, este domingo 1 de marzo, murió Ernesto Cardenal, admirado y querido poeta nicaragüense.
 
Conocí a Cardenal a través de su de sus libros: Epigramas y Salmos, allá, a principios de los años setenta. Esos libros no se fueron en la donación masiva que hice y han permanecido siempre al alcance de mis ojos. Recientemente, los epigramas, «amorosos y políticos», han vuelto a mis manos y me he recreado con su aguda ironía, su profundo sentido del verso como voz de los que no la tienen, de los que quieren la libertad y el amor.
 
Epigramas es un pequeño poemario de 62 páginas escrito por Cardenal entre 1950 y 1956, un poco antes de ingresar a un monasterio trapense, y sus pequeños y lúcidos poemas versan sobre dos temas: el amor y la política. En los primeros, escribe con pasión a las muchachas, reales todas ellas, a las que amó en su tierna juventud, amores que guardó siempre en un rinconcito de su corazón: «Muchachas que algún día leáis emocionadas estos versos/ y soñéis con un poeta:/ sabed que yo los hice para una como vosotras/ y que fue en vano». «Tú eres sola entre las multitudes/ como son sola la luna/ y solo el sol en el cielo...». «Ayer te vi en la calle, Myriam... Y tan bella te vi que me parece que/ ninguna mujer es más bella que tú/ ni ningún enamorado ve ninguna mujer/ tan bella, Myriam, como yo te veo a ti/ y ni tú misma, Myriam, eres quizá tan bella/ ¡porque no puede ser real tanta belleza!/ que como yo te vi de bella ayer en la calle;/ o como hoy me parece, Myriam, que te vi».
 

Sin embargo, a tan sensibles y amorosos versos, Ernesto Cardenal añade los terribles y ácidos epigramas contra el dictador nicaragüense Anastasio Somoza («Tú no mereces ni siquiera un epigrama»), poemas que bien se pueden aplicar a todos los de la misma ralea, antiguos y recientes. Alguien comparó estos demoledores versos a los alacranes: con el letal veneno en la punta de la cola: «¡Mi gatita tierna, mi gatita tierna!/ ¡Cómo estremecen a mi gatita tierna,/ mis caricias en su cara y su cuello/ y vuestros asesinatos y torturas!». «Tal vez nos casemos este año,/ amor mío, y tengamos una casita/ Y tal vez se publique mi libro,/ o nos vayamos los dos al extranjero./ Tal vez caiga Somoza, amor mío». «Uno despierta con cañonazos/ en la mañana llena de aviones/ Pareciera que fuera revolución/ pero es el cumpleaños del tirano».
 
Y a los pobres dedica este otro: «Pero en la noche, ves tu arroz y tus frijoles fritos,/ con una cuajada fresca, y una tortilla caliente,/ o un plátano asado, lo comés sin guardaespaldas/ Y tu jícara de tiste no la prueba primero un ayudante,/ Y después tocás si querés en tu guitarra una canción ranchera, /y no dormís rodeado de reflectores y alambradas y torreones». Y a la violencia: «Se oyeron unos tiros anoche./ Se oyeron al lado del cementerio./ Nadie sabe a quién mataron, o los mataron./ Nadie sabe nada./ Se oyeron unos tiros anoche./ Eso es todo».
 
En cuanto a su poemario Salmos, Ernesto Cardenal hace una paráfrasis ingeniosa, actual, vibrante de algunos de los salmos de la Biblia. Solo como ejemplos vayan estos: Salmo 1: «Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido/ ni asiste a sus mítines/ ni se sienta en la mesa de los gansters/ ni con los Generales en el Consejo de Guerra/ Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano/ ni delata a su compañero de colegio/ Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales/ ni escucha sus radios/ ni cree en sus eslogans/ Será como árbol plantado junto a una fuente». Y el Salmo 25: «Hazme justicia, Señor, porque soy inocente/ Porque he confiado en ti y no en sus líderes/ Defiéndeme en el Consejo de Guerra/ defiéndeme en el Proceso con testigos falsos y falsas pruebas/ No me siento con ellos en sus mesas redondas/ ni brindo en sus banquetes/ No pertenezco a sus organizaciones/ ni estoy en sus partidos/ ni tengo acciones en sus compañías/ ni son mis socios/... No me pierdas con los políticos sanguinarios/ en cuyos cartapacios no hay más que crimen/ y cuyas cuentas bancarias están hechas de sobornos/ No me entregues al Partido de los hombres inicuos, ¡Libértame Señor!». / Y un fragmento del Salmo 11: «Libértanos tú porque no nos libertarán sus partidos/ Se engañan los unos a los otros/ Y se explotan los unos a los otros/ Sus mentiras son repetidas por cien radios/ sus calumnias están en todos los periódicos/ Tienen oficinas especiales para hacer Mentiras/ Esos que dicen: “Dominaremos con la Propaganda/ La Propaganda está con nosotros”»...
 

Este es Ernesto Cardenal a quien el papa Juan Pablo II reprendió y dejó arrodillado.
 
Leerlo es oír esa voz que se extingue cada día más...
 
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