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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
La batalla perdida
Miguel Molina
6 de marzo de 2020
alcalorpolitico.com
El aeropuerto de Ginebra estaba medio vacío a las cinco de la mañana. La fila en seguridad era breve, y la multitud que normalmente llena las salas de espera a esa hora no estaba en ninguna parte. El avión iba medio vacío. Un hombre con tapabocas se sentó junto a la ventanilla en mi fila y no dejó de mirar su teléfono.
 
El aeropuerto de Gatwick, en Londres, también estaba medio vacío. Media hora después de aterrizar – a la hora pico – tomé el tren y encontré un asiento. Junto a mí, frente a mí, a mi alrededor, vi a hombres y mujeres con tapabocas. Cerca de la puerta, un señor leía un libro y se rascaba la nariz. Vivimos el año del coronavirus.
 
La última vez que vi una cosa parecida fue hace once años, cuando la fiebre aviar intimidaba al mundo. En ese entonces me tocó viajar a varios países de Sudamérica acompañado por hombres y mujeres con tapabocas que se limpiaban las manos con gel cada cinco minutos.
 

En Argentina cancelaron conciertos y partidos de futbol, y en otros países hacían caminar a los recién llegados sobre un tapete con quién sabe qué germinicida antes de que se acabara el mundo. El susto duró varios meses.
 
Ahora estamos como antes, pero peor. Desde hace varios días se agotaron en Londres los geles para las manos y los tapabocas, y más recientemente la gente parece estar comprando papel higiénico y comida en grandes cantidades, por si las dudas.
 
El miércoles, a la hora en que la gente sale del trabajo y regresa a su casa, uno de los tabloides londinenses informó que el gobierno ha reconocido que es altamente probable que se registre una epidemia de coronavirus en Gran Bretaña.
 

Y el jueves, mientras escribo estas líneas, me entero de que el banco HSBC desalojó sus oficinas porque uno de sus empleados tiene síntomas de este nuevo mal que aflige las vías respiratorias y el sistema inmune del organismo.
 
La semana pasada, el gobierno suizo determinó suspender los eventos con más de mil personas. Entre los afectados se encuentra el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que sesiona en estos días. La presidenta del Consejo me confirmó el viernes que se cancelarían muchas reuniones a las que asisten delegados de varios países...
 
También es muy probable que los equipos de la primera división del futbol inglés jueguen en estadios vacíos para prevenir contagios entre los aficionados, como harán en Italia.
 

La nueva estrategia del gobierno británico ya no es impedir que el virus entre al país sino impedir que se propague, aunque según el profesor Neil Ferguson, experto en enfermedades infecciosas, se trata de una batalla perdida.
 
La intención de responsabilizar
 
Si uno creyera todo lo que lee en las redes sociales – que se han convertido en una arena de discusión pública en la que participan quienes saben y quienes no tienen ni las más remota idea – pensaría que México se va a acabar en cualquier chico rato.
 

Una de las quejas más frecuentes es que los hospitales no tienen medicinas para atender a los potenciales enfermos en caso de una epidemia, pero ningún país tiene esas medicinas porque por el momento no hay nada que cure a los infectados.
 
También hay quien señala que no se revisa a los pasajeros que llegan del extranjero, aunque no hay manera de saber si una persona que no tiene síntomas está infectada, como se ha visto en otros países afectados por la epidemia. Nadie revisó a los que llegamos a Londres y nadie nos va a revisar cuando lleguemos a Ginebra...
 
Lo que uno puede leer entre líneas no es la preocupación por la enfermedad sino la intención de responsabilizar al gobierno de algo que todavía no pasa, aunque pueda pasar. La discusión sobre este mal de nuestro tiempo está empantanada en ver quién tiene la culpa en vez de establecer qué se tiene que hacer y qué puede hacerse cuando llegue la ocasión.
 

Como hace más de una década, el mundo no sabe qué hacer ante un mal nuevo. En la clínica donde me dan atención médica hay letreros que advierten a los pacientes que más les vale quedarse en sus casas si tienen tos y fiebre, porque no hay panacea que valga. Si acaso, hay remedios que pueden atacar los síntomas sin eliminar la enfermedad.
 
Lo que no tiene remedio es el rencor.