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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Miedo y futuro
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
2 de abril de 2020
alcalorpolitico.com
¡Qué difícil es escribir (y vivir) en tiempos de crisis! Y cuando la crisis provoca miedo o pavor, lo que uno quiere es salir corriendo, o saber por dónde huir lo antes posible y de la mejor manera posible. Sin embargo aquí estamos: sumidos en una crisis que nos vino de repente, sin saber exactamente por qué, aunque tal vez podamos encontrarle un para qué.
 
Los griegos, que a todo le encontraban sentido y razón y lo explicaban con una fascinante imaginación y acierto, inventaron los mitos. No esos mitos que engañan y falsean la realidad, que sirven a las mentes enfermizas que pretenden revolcarnos en la mentira y así, empanizados de miedo y falsedad, aprovecharse de nuestras filias y fobias. Así no eran los griegos. Ellos nos heredaron los mitos: hermosas (a veces, terroríficas o subidas de color) historias que explican de manera intuitiva, plástica y admirablemente acertada, pasiones y sentimientos, dudas e ignorancias, tristezas y alegrías, sucesos históricos y fenómenos naturales, de todo y para todos los gustos.
 
Así, un día, ante la curiosidad de algún pequeño, surgió la pregunta: ¿qué es y de donde viene el miedo y su hermano mayor, el pánico? Y, tal vez, el anciano, abuelo o maestro interrogado sacó de su baúl imaginativo esta historia: Mira aquel lucero en el cielo: es rojo y brillante, como la sangre. Ese lucero es el dios Ares, que los romanos llaman Marte. Es el padre de la guerra, las catástrofes y los horrores. Por eso es rojo-sangre. Él cruza el cielo en su carro conducido por su hermana Belona y sus dos hijos: Deimos y Fobos: el Miedo y el Pánico, acompañados de Eris-la Discordia y Figé-la Huida.
 

Cuando la guerra de los dioses, en aquellos tiempos en que estaban enfrascados en ver quién podía apoderarse del trono del monte Olimpo, se enfrentaron dos partidos: los liberales (los puros-puros) y los conservadores (los puros-puros). Al primero pertenecía Ares y al segundo Atenea-Minerva, la Inteligencia. Ares trató de ensartar a Atenea con su lanza, pero la diosa, bien protegida con su égida y su casco, evitó la estocada y de una pedrada descalabró al belicoso Ares. (Y un paréntesis sabroso: la égida era la piel de Amaltea –aquella cabra que alimentó a Zeus y es la dueña de la patente de las leches «malteadas» –, zalea que Zeus puso sobre su escudo y fue el regalo que le hizo al nacer a su hija Atenea). Afrodita-Venus, diosa del amor, acudió en auxilio de su amante Ares. Pero alguien había llevado al Olimpo el cuento de que Ares y Afrodita tenían amores prohibidos, pues la bella diosa era esposa del cojo y maltrecho Hefestos-Vulcano (destartalado habitante de los volcanes y dueño de la patente de las vulcanizadoras). Ares le había encomendado a su amigo Alectrión que estuviera vigilante, pero este se durmió y Helios-Apolo-el Sol los sorprendió in fraganti y llevó el chisme a Hefestos. En venganza, el ofendido marido envolvió en redes a los dos amantes, desnudos y en pose, y los exhibió para escarnio público). Ares convirtió al dormilón Alectrión en gallo, con la misión de servir de eterno vigilante y alertar, cada mañana y a quienes deba hacerlo, de la inminente llegada del sol, por si las dudas...).
 
De ese amor clandestino entre Ares y Afrodita nació una hermosísima bebita, digna heredera de la sin par bella Afrodita (quien ha posado gentilmente para muchas pinturas y esculturas, entre estas la encontrada en la isla de Milo, cuyas medidas y proporciones sirven de modelo para cuantificar y valorar la belleza femenina). Aquella preciosa bebita, por ser hija de dioses, creció con impresionante rapidez y fue bautizada de inmediato con un nombre que es toda una esperanza para quienes son víctimas de las terribles consecuencias que acarrean las guerras y sus réplicas, las pandemias. El nombre de esta belleza es Hermione, que traducido al cristiano da Harmonía o Armonía. (Y otro detalle ilustrativo: Hefestos, por supuesto, no encontró nada agradable el resultado de ese amor entre Ares y Afrodita y, cuando Hermione-Armonía se casó con Cadmo, le regaló un vestido blanco con unas manchas de sangre, como presagio de que sus hijos tendrían un final trágico).
 
La humanidad espera que de esta guerra que enfrenta nazca una nueva Armonía, no como fruto de un amor prohibido entre un dios sanguinario y una diosa que se dejó seducir por la apostura y vigor de aquel, sino como resultado de un esfuerzo por entender que, más allá de riquezas y poder, más allá de una ambición insana por ser dueños del mundo y depredadores de la naturaleza, hay una Madre-Tierra que debe ser querida, respetada y cultivada, y ella dará el pan y el vino para nutrirnos sin dañar a nadie.
 

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