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Columnas y artículos de opinión
Causas y efectos
Pandemia y estallido social
Alfredo Ríos Hernández
3 de abril de 2020
alcalorpolitico.com
*Arrebatan equipos médicos
*Sumar brazos y esfuerzos
*Extirpar pánico y hambre
 
Las otras pandemias, las del quebranto financiero, las del encierro y las del miedo, que se acrecientan ante la incertidumbre que abarca ya amplios sectores de la población (en gran parte del mundo no sólo en México) constituyen escenarios que no deben ser minimizados en ningún punto del orbe, ni mucho menos en los ámbitos de la Cuarta Transformación, porque el tratar de ocultarlos maquillando una realidad que ensombrece a múltiples familias, equivaldría a pretender tapar los estragos socioeconómicos que (por el momento) ha originado el coronavirus, paralelamente a la generación de efectos negativos de mayor impacto, como lo es el crecimiento en el número de víctimas fatales, que podrían influir en que el colectivo social transitara con mayor rapidez, de la ya angustiante parálisis y aislamiento al que se ha visto obligado, hacia efectos que de manera natural podrían inducirnos hacia estallidos de angustia, miedo y desesperanza, que en los marcos sociales históricamente han sido el apropiado caldo de cultivo para el estallido social.
 

Hoy los especialistas de todo el mundo coinciden en que los días de aislamiento transcurridos, registran impactos angustiantes no sólo por el miedo y la zozobra por el crecimiento diario de víctimas de la pandemia, algunas de las cuales no han encontrado el respaldo médico apropiado para su posible recuperación, e incluso ya en algunos países se habla de cadáveres abandonados en las calles, al tiempo que territorios poderosos económicamente aprovechan su beligerancia financiera (que también constituye un arma) para arrebatar insumos y equipos médicos en el mercado internacional, dejando con las manos extendidas a otras regiones que se encontraban con anterioridad en “la lista de espera”, como es el caso de los ventiladores producidos en China.
 
Por otra parte, en otros países europeos como sucede en las tierras británicas, las autoridades han girado ordenamientos notoriamente destacados como el disponer que la industria de la Gran Bretaña, aproveche su tecnología y personal para producir ventiladores pulmonares que permitan salvar vidas en los hospitales y, es que no son tiempos de producir coches o computadoras, no son tiempos de producir juguetes o equipos de sonido, son tiempos de producir medicinas y equipos médicos, son tiempos de llamar a todos los médicos, enfermeras y personal especializado en hospitales, para convertir escuelas, estadios, edificios públicos y centros asistenciales en áreas de atención médica de emergencia e incluso de primer nivel.
 
Paralelamente a ello, es tiempo de sumar (lo peor sería seguir dividiendo y restando) sumar manos y brazos, sumar empeños y esfuerzos, para frenar la pérdida de vidas y dotar de verdadero humanismo todas las acciones en el territorio nacional, las de los trabajadores, las de los profesionistas, las de los agentes viales, militares y personal de seguridad, las de los legisladores y gobernantes, las de los obreros, empleados y campesinos, las de amas de casa y jóvenes en los general, todos sumarlos sin excluir a nadie “porque todos hacen falta y todos son necesarios”, circunscritos en la idea de un proyecto multitudinario de superación, bien organizados, con las necesarias medidas de autoprotección ante la pandemia y con objetivos concretos, que refieran la existencia no sólo de la unidad nacional sin distinción de fifís y chairos, sino la capacidad de reacción del pueblo mexicano pero en los marcos positivos y científicamente requeridos.
 

Sumemos esfuerzos sin distinción de “chairos o fifís”, no son días de marcar diferencias partidistas, sino que por el contrario, son tiempos en el que se requiere la suma de todos hacia fines concretos, hacia acciones científicamente valederas, así como conductas del conglomerado social claramente correctas y ajenas a tendencias partidistas, apegadas a los lineamientos apropiados ante una emergencia de vida o muerte para nosotros o para nuestros descendientes, como la que hoy afronta la faz de la tierra.
 
Es tiempo que observemos con la celeridad que nos sea posible, todo aquello que pudiera estar funcionando con éxito en otros países y apliquemos lo que sea prudente en nuestra tierras, es tiempo que entendamos que no todos los mexicanos tenemos las mismas ideas políticas y mucho menos partidistas, pero ello no quiere decir que estemos ajenos los unos de los otros a valores morales, esa calificación representarán conclusiones del conglomerado social que inevitablemente se registrarán en la historia, pero la historia de hoy es salvar vidas, sin distinción alguna y con la idea de extirpar el pánico, la impotencia y el sufrimiento de quienes son flagelados por la pandemia.
 
Cada hora y cada día crece el número de víctimas fatales en el mundo, al tiempo que en México crece también la preocupación, porque las medidas de seguridad para contener la epidemia podrían no alcanzar su objetivo y el desarrollo de la pandemia así lo empieza a reflejar, por lo mismo es impostergable sumar voluntades, circunstancias que sólo pueden generarse con inteligencia médica, instalaciones, equipos, medidas de aislamiento de la población y la aplicación de programas, que no sólo orienten sobre las conductas que se deben de asumir en el conglomerado social, sino que paralelamente a ello se atiendan a los desvalidos, se proteja la subsistencia de los trabajadores y sus familias, así como brindar asistencia efectiva hacia los desposeídos, escenarios en los cuales mucho nos falta por hacer, porque son muchos los que ya no registran ingresos y, ello constituye uno de los escenarios más riesgosos en los marcos de la pandemia.
 

Innumerables son los núcleos de personas “que viven al día”, e innumerable es el número de aquellos que hoy, en éste día, ya no disponen con recursos ni para comprar tortillas.
 
La mendicidad refiere crecimiento, a las casas arriban cada día mayor número de mujeres con niños solicitando ayuda para comprar tortillas, esos son los otros escenarios de elevado riesgo para la tranquilidad social, mismos que muchos años atrás fueron referidos con puntualidad en el bello poema titulado “Los Motivos del Lobo”, que en una de sus líneas refiere: “Y recomencé aquí, a mi defender y a mi alimentar, como el oso hace, como el jabalí, que para vivir tiene que matar”.
 
Las pandemias históricamente han originado hambruna, el hambre en los marcos de todo colectivo social, sea cual fuere, constituye el más selecto caldo de cultivo para el desarrollo delincuencial, por lo mismo lo emergente en los días actuales no es sólo combatir apropiadamente la pandemia, sino aparejado a ello encontrar las vías para que, quienes queden sin la oportunidad de ingresos ante el cierre de fuentes de trabajo, no quede precisamente en los espacios de la orfandad y que, para sobrevivir, se vea obligado a violentar la legalidad (“como el oso hace, como el jabalí, que para vivir, tiene que matar”).
 

Estamos ya ingresando a las etapas más devastadoras de una pandemia, que insisto, siempre han reflejado efectos directos e impactos colaterales no simples de afrontar, estamos ante ello obligados a sumar (nunca ha restar) y las sumas fundamentales siempre deben registrarse en la cúpulas de los mandos, estamos prontos para registrar los resultados si es que se nos brinda tiempo para ello y, no queda de otra, es casi obligado inclinarse hacia el pensamiento que México con sus líderes en los ámbitos políticos, empresariales, religiosos y sociales en lo general, logrará salir adelante con el menor daño posible, pero por el momento pareciera que “las cosas en palacio van despacio” y ello (si no se corrige de inmediato) podría resultar en días de mayor adversidad, pero incluso en esos contextos prefiero que mi apreciación resulte equivocada... Ya veremos, ojalá nunca arribáramos a la real y preocupante fase tres.