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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Regreso a la tribu
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
17 de abril de 2020
alcalorpolitico.com
Dos o tres cosas quiero resaltar de sendos documentos de Mario Vargas Llosa, premio nobel de literatura, y quien, como todos los seres prudentes de este mundo, está confinado en su casa.
 
El primero es una entrevista de este domingo (https://elpais.com/cultura/2020-04-12), y el otro, su artículo «¿Regreso al Medievo?» (https://elpais.com/elpais/2020/03/13). Obviamente, ambos textos referentes a lo mismo: la pandemia que azota duramente al mundo entero.
 
Al referirse a nuestra demasiada confianza en el progreso, como si este se alcanzara mediante el uso y abuso del poder que el hombre ejerce sobre la naturaleza, la sentencia de Vargas Llosa es inapelable: «Nosotros teníamos la impresión de que con el progreso y la modernidad habíamos dominado la naturaleza. ¡Pues no! Una gran idiotez. La prueba es que esto nos ha pillado por sorpresa prácticamente a todos los países. Ninguno estaba preparado para un desafío así. Un chino se come un murciélago y eso provoca una pandemia que aterroriza al mundo. Ningún país estaba preparado para un desafío semejante. Esto significa lo relativo que es el progreso, cómo podemos llevarnos sorpresas muy desagradables con esa confianza. Y una de las lecciones que hay que sacar es que tenemos que estar mejor preparados para lo imprevisible».
 

Y estar preparados para lo imprevisible es escuchar a los ecólogos, a los científicos y sabios que reiterativamente nos están avisando de lo que estamos haciendo con la naturaleza, con el estilo de vida que se nos induce basado en una comodidad sin límites al costo de sacrificar valores fundamentales como el humanismo, el trabajo limpio y honesto, la sencillez y modestia en la vida diaria, la rectitud en el desempeño de las profesiones, el uso ético de la ciencia y la tecnología, el compromiso por buscar un bienestar más ampliamente compartido, valores que son no solo necesarios sino indispensables para la supervivencia de todos. Que la adoración al asno de oro, la vida de lujos desmedidos, el sacrificio de unos usados como escalón para la comodidad de otros pocos, levantar muros, alambradas y ejércitos para impedir que lleguen los «bárbaros» (léase Coetzee: Esperando a los bárbaros), no son sino escenarios para que aparezca un mundo cada vez más cruel y despiadado, como el que ahora presenciamos espantados.
 
¡Hemos dominado la naturaleza! Gritan los incautos, y esta nos responde con un soplamocos que, tal vez, nos sirva de lección...
 
La segunda reflexión de Vargas Llosa tiene que ver, y mucho, con los abusos que se ejercen desde los más altos mandos de los pueblos. Su segunda sentencia es para pensarse, y muy profundamente: «Nadie parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo si China Popular fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es. Por lo menos un médico prestigioso, y acaso fueran varios, detectó este virus con mucha anticipación y, en vez de tomar las medidas correspondientes, el Gobierno intentó ocultar la noticia, y silenció esa voz o esas voces sensatas y trató de impedir que la noticia se difundiera, como hacen todas las dictaduras. Así, como en Chernóbil, se perdió mucho tiempo en encontrar una vacuna. Sólo se reconoció la aparición de la plaga cuando ésta ya se expandía. Es bueno que ocurra esto ahora y el mundo se entere de que el verdadero progreso está lisiado siempre que no vaya acompañado de la libertad. ¿Lo entenderán de una vez esos insensatos que creen que el ejemplo de China, es decir, el mercado libre con una dictadura política, es un buen modelo para el tercer mundo? No hay tal cosa: lo ocurrido con el coronavirus debería abrir los ojos de los ciegos».
 

Progreso sin justicia y sin libertad, abuso de la naturaleza, fragilidad del ser humano, fracaso de la fantasía del bienestar exclusivo de unos pocos, mentira de la felicidad en el poseer sin cuenta ni medida, sacrificio del bien común en aras de ideologías, todo esto y más nos ha traído este pequeño monstruo. Pero, como rezan los refranes que son destilaciones de la sabiduría popular: no hay más ciego que el que no quiere ver y si un ciego guía a otros ciegos, todos caen en el foso.
 
Para concluir, a la pregunta de si «comparte las advertencias sobre la posibilidad de que las normas para combatir la pandemia lesionen las libertades civiles», Vargas Llosa advierte: «el terror de esta pandemia corre el riesgo de retrocedernos hacia esa especie de regreso a la tribu, creyendo que esas fronteras van a protegernos mejor contra la pandemia. No es cierto»...
 
Regreso brutal a la tribu, como narra premonitoriamente Saramago en Ensayo sobre la ceguera.
 

El que quiera ver, que abra los ojos.
 
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