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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Todos son el enemigo
Miguel Molina
11 de junio de 2020
alcalorpolitico.com
En eso estábamos cuando una mano anónima entregó al gobierno el plan secreto del Bloque Amplio Opositor (BOA) para sacar del poder al Movimiento Regeneración Nacional y a Andrés Manuel López Obrador de la silla presidencial. De ese tamaño. Y nosotros, los medios, armamos el escándalo.
 
Según el documento, que dio a conocer el presidente en su conferencia de prensa del martes, los integrantes del BOA serían principalmente los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional, de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano.
 
También entrarían a la rebatiña los partiditos, los gobernadores, los alcaldes "de las principales ciudades" (si se toma como grande una ciudad de medio millón de habitantes, sólo participarían treinta y una de las ciento diecisete más pobladas que hay en el país).
 

A estos cuadros políticos se sumarían grupos empresariales, medios de comunicación y comunicadores, redes sociales y organizaciones de la sociedad civil. Es decir, medio mundo, cuyos nombres y oficios y filiaciones ya casi todos conocen. La cosa es que se vayan estos para que vengan otros.
 
El diagnóstico del BOA o de quienes quieren formarlo, es que todavía hay una fuerte aceptación del trabajo presidencial y que Morena se proyecta como la primera fuerza en la Cámara de Diputados en las próximas elecciones.
 
Según el vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas (porque el mandatario reconoció que no ha leído bien el documento), los partidos grandes buscarían presentar candidatos únicos con buena fama pública "en los distritos con mayor rentabilidad", con apoyo de las cámaras empresariales.
 

La idea es centrar el discurso político del bloque en el desempleo y en la inseguridad, y contratar "a grupos de redes sociales, influencers y analistas" para insistir en la destrucción de la economía, de las instituciones democráticas y el autoritarismo político" del gobierno de la cuarta transformación.
 
No me atrevo a seguir. Tampoco me atrevo a pensar en el origen del documento, porque su existencia implica dos cosas: que es un documento real, legítimo, o que alguien lo escribió para joder a otro o a otros. No hay cómo perderse. Da temor y da risa.
 
En el primer caso, significaría que alguien sorprendió a las personas y las instituciones presuntamente involucradas en este movimiento, y descuidó un documento así, con nombres y dignidades dignas de escándalo. Muchos de los nombrados se han deslindado formalmente de la BOA, y otros nomás se han reído ante la ocurrencia, porque esa vaina no tiene padre ni madre.
 

En el segundo, que alguien pensó que sorprendería a toda la gente y a todas las instituciones que se oponen a la cuarta transformación si inventaba un plan de subversión política y exhibía nombres y dignidades para hacerlos ver y quedar mal.
 
Ya hay mexicanos de unos y de otros, y nada de lo que hagan o digan unos va a convencer a los otros, ni viceversa. Este documento – inútil si es real y bajo si es falso – es lo que faltaba. Pero no había necesidad, no hay necesidad.
 
Aunque tal vez es demasiado tarde. Unos y otros, desde arriba hasta abajo, han abierto – o han contribuido a abrir – entre los mexicanos una herida que tardará en sanar. Hemos llegado al momento en que los que no están con uno están con otro, y todos son el enemigo. Es de no creerse.
 

A veces, cuando miro el mundo desde la ventana de mi cuarentena, y veo a la gente que – como dijo Garcilaso – con el sol presente/va de nuevo al oficio/y al usado ejercicio/ do su natura o menester le inclina, entiendo que la idea de hacer Patria en México corre el riesgo de volverse un ejercicio de tener el poder para poder tener, como dice el clásico, y no la tarea de construir un país mejor, justo y bueno, para todos, con el esfuerzo de todos.
 
Así no vamos a ninguna parte, carajo.