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Columnas y artículos de opinión
Causas y efectos
Amor y Paz... O Ley y Orden
Alfredo Ríos Hernández
29 de junio de 2020
alcalorpolitico.com
*Derrumbes en la cumbre
*Hospitales: Honor y Gloria
*El “volado” pandémico
 
Mucho se dice en tierras mexicanas sobre la violencia que, por sus espantosas dimensiones en el territorio México, se ha convertido en el tema central de todos los ámbitos del colectivo social, incluyendo los cotidianos espacios de “sobre mesa” al interior de los millones de familias, que conforman al pueblo de México, tema que inició la invasión de tales espacios con impresionante velocidad en el transcurrir de las últimas dos décadas, referencia que nos remite al primer apunte que no resulta nada ocioso, sobre el claro derrumbe de la imagen presidencial.
 

Si en los últimos veinte años transitamos en México por creciente niveles virulentos, la primera conclusión debe referir que en materia de seguridad, han sido fundamentalmente los últimos cuatro gobiernos estatales (incluyendo a los actuales), así como administraciones federales e incluso autoridades municipales (éstas en mayor número de periodos) las que se encuentran directamente vinculadas con decisiones erradas, e incluso timoratas e incompetentes (no quisiera pensar en ámbitos de colusión) en la aplicación de acciones hacia el objetivo de restaurar la tranquilidad social en las rancherías, congregaciones, municipios, entidades y en todo el territorio nacional en lo general.
 
Está claro que la alteración a la tranquilidad social, que impacta de manera negativa y en forma contundente el bienestar social, no constituye un escenario reciente, tanto así que tal perversión ya se refiere en marcos de estadísticas que nos indican un permanente, pernicioso y contaminante crecimiento delictivo, que incluso conforman rutinarias estadísticas difundidas en los medios de comunicación, que para el caso de reclamos colectivos por parte de rancherías, pueblos y ciudades, constituyen contundentes testimonios de pavorosa tolerancia, notable incompetencia e incluso espacios de colusión, pero para los ámbitos gubernamentales han representado cifras “alarmistas” que por lo mismo en nada los obliga y, mucho menos los motiva para actuar clara, contundente y con notoria eficacia, hacía el enérgico y emergente rescate de la tranquilidad social.
 
Hoy impera el apunte repetitivo hasta el cansancio de “Abrazos... No balazos” y, en lo esencial no desagrada la referencia, pero ello constituye una aspiración hacia un futuro ya “construido” en ámbitos de plena, clara e invariable tranquilidad social, no aplicable en tiempos actuales y, tan no lo es, que apenas el pasado fin de semana, a unas cuadras de donde se encuentra el Palacio Nacional, suntuosa residencia presidencial, se registró una emboscada de características escalofriantes, que incluso originó severos daños colaterales con víctimas ajenas tanto a las esferas de seguridad, como a los sectores delincuenciales...
 

¿Dónde quedaron los abrazos?...
 
¿Dónde los arriesgados viajes hacia la serranía, para presentar y extender personalmente el propio Presidente sus muy afectuosos saludos y respetos?...
 
¿Dónde la efectividad de una Guardia Nacional?...
 

¿Dónde están los efectos positivos de las estrategias con programas asistenciales, para diluir oportunidades laborales hasta extinguir el derramamiento de sangre?...
 
La respuesta que enmarca la cruda realidad, se encuentra en los hechos de violencia ejercidos de manera implacable el pasado fin de semana en la capital del país.
 
Si en el centro del poderío gubernamental del país, cabecera de los mandos cupulares en materia de seguridad, en lugar de abrazos existen ráfagas de armas altamente mortales, dirigidas en contra de los cuerpos de seguridad de mayores rangos en el territorio nacional, con todo y encontrarse resguardado por un comando de élite en renglones de seguridad, qué entonces se podría esperar en torno a espacios de seguridad de un empresario, de un profesionista, de un empleado, de una ama de casa con todo y sus chiquitines en su entorno...
 

De hecho y con la marcada ironía que ante frustraciones forma parte de un estilo de ser y reaccionar del pueblo mexicano, ya en los marcos del conglomerado social, se escuchan comentarios irónicos, en los que se apunta la existencia no de dos, sino tres sectores de la población en pugnas abiertas por “el control del poder” en el territorio nacional: Unos se asegura que lo conforman “los Fifís”, cuya identidad se las otorgó la propia Casa Presidencial ubicada frente a la plaza central de la capital del país; los otros son “los Chairos” referencia cuya autoría se le otorga a ciertos núcleos de “Fifís” y, el tercer sector en pugna por el control nacional lo constituyen “las fuerzas armadas del sector delincuencial”, cuyo reflejo contundente de su virulenta existencia y poderío, queda de manifiesto en el atentado registrado en la misma capital del país, sede de los tres Poderes de la República: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
 
La cruda realidad (por más que se pretenda maquillar) es que México (con o sin el coronavirus) atraviesa por escenarios de aguda, notoria y angustiante incertidumbre, sobre todo porque el otro virus que nos lastima, que es el de la inseguridad, con niveles de crecimiento y daños realmente pandémicos, en lugar de disminuir se ha incrementado y, hoy incluso acechan, tanto a comandos de seguridad del más elevado nivel, como a miembros de la Guardia Nacional, creada como la aportadora de esperanzas hacia un México de mayores niveles de confort y bienestar en lo general.
 
La opinión generalizada que se lee y escucha hasta los enclaustramientos pandémicos de las familias mexicanas, es que el “exceso de confianza” que anida en el suntuoso Palacio Nacional, nos está conduciendo hacia la aplicación de una Transformación que se intenta construir en base al “amor y la paz”, en lugar de la “Ley y el Orden”, escenario que está dando curso a que “La Transformación” en México, por la que sufragó la mayoría de los mexicanos, pudiera “transformarse” en más de lo mismo, o un poquito peor, sólo con las clásicas y eternas referencias “del estilo personal de gobernar”.
 

Citemos referencias de nuestros escenarios con toda serenidad y, obviamente sin tratar de acreditar tendencias partidistas en la materia:
 
a).- La economía en México está en decrecimiento tanto por yerros en proyectos y medidas, como por factores circunstanciales o externos, escenario que se registra desde que iniciamos el “proceso transformador”... Las cifras del primer año transformista fueron hacia la baja y en el segundo vamos peor, los números tanto en lo referente a inversiones como lo concerniente a generación de empleo así lo indican, al margen del gigantesco agregado por la prolongada cuarentena que aún tiene para rato.
 
b).- El tema delincuencial es la referencia de mayor descalificación que la sociedad mexicana le acredita a la administración transformadora, porque los “abrazos no balazos” han colocado a instituciones de elevado prestigio como lo es el Ejército Nacional, en escenarios que lastiman vergonzosamente su trayectoria y contradicen sus orígenes y objetivos, al tiempo que deja de ser eficaz su actuar en la búsqueda de rescatar la tranquilidad social... Los hechos a fuego cruzado del pasado fin de semana, en espacios metropolitanos que conformar parte de la cúpula gubernamental del país, constituyen referencias claras e incuestionables del agudo quebranto que persiste en materia de seguridad.
 

c).- En otro contexto, el comportamiento frente a las agresiones pandémicas pareciera resultado de improvisaciones, tanto así que ya se nos ubica en espacios internaciones entre los países con menor eficacia frente al coronavirus, reflejado en el número de contagiados y en la cifra de fallecimientos, panorama que no ha llegado a tendencias decrecientes y que incluso origina pronósticos de mayor dramatismo, marco en el cual urgidos por el quebranto económico cuyos escenarios ahora sí “prácticamente sostenidos de un hilo” (referencia que traslado de sexenios del pasado hacia el presente) no anuncian la menor posibilidad de que logremos cerrar el año en escenarios de mayor bienestar financiero.
 
Claramente en la agenda gubernamental se deben referir y cimentar con acciones concretas, todos los temas que sustancialmente le interesan al pueblo mexicano que fundamentalmente son: Seguridad, fuentes de empleo y bienestar colectivo, rubros que no han sido en un año y medio consolidados por el gobierno transformista, pero a más de ello, se debe insistir en que las cifras oficiales están refiriendo, ya no sólo estancamiento socioeconómico, sino se advierte que transitamos por un notorio retroceso, que de alguna forma lastiman la solidez de la actual administración gubernamental, cuyos efectos dejan sin esperanzas a quienes (como decenas de millones de mexicanos) tienen sus esperanzas puestas en una real Transformación que consolide el desarrollo y bienestar de los de arriba, de los de en medio y en especial de los de abajo, perspectivas que ante vivencias del momento no refieren posibilidades cimentadas en los ámbitos del territorio nacional... “La esperanza muere al último”.
 
Lo que se lee
 

De acuerdo a la última encuesta difundida por Consulta Mitofsky, el Presidente de México Andrés Manuel López Obrador, registra un decrecimiento severo en su popularidad que lo coloca con el 46.1% de aceptación ciudadana, cuando apenas hace pocos meses registraba cifras de aprobación superiores al 79 por ciento.
 
La propia empresa encuestadora acredita tal desgaste en la imagen presidencial, primordialmente “al mal manejo” de los escenarios en torno a la pandemia, así como a posturas en relación al ámbito delincuencial, referencias sobre las cuales una significativa parte de la colectividad, no coincide con los criterios aplicados por el Presidente de México.
 
De hecho, el preocupante deslizamiento hacia la baja en la popularidad del Presidente de los mexicanos, tiene también como orígenes, diversos factores relacionados con la economía nacional, pero también se insiste en que sus gestiones, no del todo exitosas, vinculadas tanto en materia de inseguridad como en el renglón pandémico, sumados al retroceso en el desarrollo económico, han sido factores determinantes para que de manera significativa se opacara la popularidad de López Obrador...
 

Seguramente ante los muy significativos retrocesos en aceptación, habrán de registrarse revaloraciones sobre su actuar por parte del propio Presidente de los mexicanos, quien debe tener claro que es más complejo recuperar niveles de simpatías, que el decrecimiento de las mismas... No faltan quienes señalan que seguramente le hubiese originado menor derrumbe en aceptación, el haber utilizado “tapa-bocas” y no sólo en los espacios pandémicos, sino de igual forma en torno a ciertas declaraciones mañaneras y nocturnales.
 
Lo que se ve
 
Nunca antes como ahora en el transcurrir (por lo menos) de los últimos cien años, en nuestro territorio nacional se había confrontado una sensación de preocupación, dolor y muerte en áreas hospitalarias, como por la que actualmente transitamos prácticamente en todo el territorio nacional, con ciertas diferencias en intensidad y recurrencias en el número de contagios, pero la realidad es que ante la depredación pandémica, las tierras mexicanas se han enlutado y las lágrimas se esparcen por todo el territorio nacional, incluyendo ahora en el centro de esta tragedia, precisamente a los responsables de salvarnos la vida, los auxiliares, intendentes, oficinistas, y en especial todo el personal que conforman los cuadros de heroicos y heroicas enfermeras y enfermeros, así como médicos de todas las áreas y niveles, que pese a su especialización y sobre todo, a sabiendas del elevadísimo riesgo de contagio, prestan sus servicios en beneficio de la humanidad, escenario que en tales círculos ha cobrado la vida de verdaderos héroes, que sin duda alguna “ofrendaron su existencia salvando vidas”.
 

Sí... No escatimemos en lo más mínimo lo que ha representado, para los que ya partieron rumbo a los cielos ofrendando su vida al atender a quienes siguen vivos y, de la misma forma, a quienes prácticamente murieron ante sus ojos y les brindaron su atención incluso en los dolorosos espacios de la agonía.
 
Ya son numerosos en el país, e incluso en nuestras regiones, quienes como personal de enfermería y del área médica, perdieron su vida cumpliendo con el juramente de auxiliar a quien lo requería, no los debemos de olvidar, por el contrario debemos de extrañarlos eternamente y, eternamente recordar con honores a quienes depositaron sus manos en la frente, las manos y el cuerpo todo del que agonizaba, aún a sabiendas del riesgo frente al mortal del contagio... HONOR Y GLORIA para todo el personal hospitalario de nuestro lastimado territorio nacional.
 
Lo que se oye
 

Hoy se inicia de manera paulatina en gran parte del país la etapa pandémica calificada como “semáforo naranja”, o sea, una reducción en los niveles de enclaustramiento de la sociedad para salir de casa y reiniciar las actividades laborales, no precisamente en todos los renglones y áreas diversas del país, como tampoco en todas sus áreas o dimensiones, pero lo que se pretende es de alguna manera reactivar la economía, pese (debe señalarse) al riesgo de un posible contagio, en tanto que nunca será lo mismo resguardarse en el hogar para “evitar cercanías” con el coronavirus, que reiniciar la actividad laboral transitando por las calles y conviviendo en el contexto social y laboral con quienes no lo hemos hecho en los últimos meses.
 
Ya se verá si las nuevas disposiciones resultaron apropiadas (lo que todos hacemos votos para que así resulte) o si, por el contrario, habremos de presenciar una debacle aún mayor en materia de bienestar y obviamente de salud... Me comentaba un apreciado conocido: “Amigo: Se trata de un volado al aire, no sabemos a ciencia cierta si habrá de ser “Bueno o Malo”... “Águila o Sol” no existen otra alternativa.