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Columnas y artículos de opinión
Queremos calor presidencial
Luciano Blanco González
31 de julio de 2020
alcalorpolitico.com
El ilusionismo macabro de las estadísticas de fallecidos por el terrible virus del Covid y las noticias alentadoras de que ya está próxima la vacuna y la cura para contener el aplastante avance de la pandemia, nos hacen que, confundidos, no apreciemos la realidad y nos refugiemos en la idea de que el mal pronto nos alcance y que a pesar de ello subsistamos.
 
La experiencia colectiva y la realidad solo nos muestran la incapacidad de los gobiernos del mundo para controlar la recia acometida de la peste viral, ni los métodos represivos del aislamiento forzoso, ni los altos índices de disciplina de los países más civilizados lo han logrado, como tampoco aquellos que admiramos por su alto nivel de alimentos saludables y alta calidad en los servicios para su higiene particular, nadie hasta ahora, ninguna civilización puede decirse triunfante.
 
La sociedad, casi en su conjunto, ha subrayado su desconfianza en las instituciones de salud a las que ya no asiste ni siquiera por otro tipo de enfermedades diferentes al Covid, pues afirman de casos de conocidos, amigos o familiares que yendo a consultas por nimiedades, han sido retenidos y en poco tiempo sus acompañantes avisados de una muerte casi inmediata.
 

Ahora la gente se asiste en sus domicilios con sus propios recursos, pues perciben que es en los hospitales en donde se encuentra la mayor fuente de peligros de contagio, las parturientas, por ejemplo, se van a clínicas particulares a ser atendidas, pues han leído notas de terror en que en nuestro sistema de salud, regresan con sus bebes ya contaminados.
 
Es relativamente cierto que en algunos casos las estadísticas registran menos contagiados y fallecidos, pero en gran parte se debe a que los enfermos permanecen en su domicilio atendiéndose, en el mejor de los casos por expertos internistas, por el médico amigo y de confianza que esmeradamente lo cuida a él y a su familia.
 
Es tan grande el colapso provocado por el Covid, que los médicos y las enfermeras se encuentran concentrados en las brigadas anti Covid, que la medicina general está abandonada y para atender no hay personal, ni medicinas, así que ni se les ocurra enfermarse.
 

Es momento en que nuestros gobernadores hagan un alto y reflexionen para reorganizar este sistema tan estratégico para los mexicanos, depositar más responsabilidad en los particulares y no abandonar las demás áreas, se está descuidando el aspecto preventivo de las vacunas, pronto y de hecho algunas ya no las hay y enfermedades que se tenían como erradicadas, refiriéndonos por ejemplo al paludismo, a la tuberculosis, a la influenza entre otras, rebrotarán y grandes padecimientos azotarán de nuevo.
 
Se ha descuidado la atención a los enfermos de diabetes, las diálisis temporales, el chequeo a los hipertensos, se han diferido las operaciones programadas.
 
Según se percibe, por las múltiples quejas que se difunden y por la demanda de servicios de salud, la garantía constitucional que tenemos los mexicanos de atención médica y medicinas que el gobierno debe de otorgar gratuitas, resulta ahora nugatoria porque no hay médicos, ni medicinas, es gratuito, pero no hay.
 

El sueño idealista y benefactor del Presidente para hacer del sistema de salud mexicano, uno de los mejores del mundo se ve muy lejano, el INSABI, su máxima creación en esta materia no se siente, parece diferido, cuando menos el objetivo no era la cura del Covid, pues el instituto nació antes y parece muerto, porque el oxigeno que lo alimentaría cada día se agota, ya que se está acabando todo el dinero, las reservas monetarias están menguadas, las fuentes de riqueza, como el petróleo y el turismo, sin visos de resurgimiento, los impuestos entrarán en picada muy pronto, el moderno sistema de salud al paso que vamos, será eso, solo un sueño.
 
Y ahora enredan y entrampan nuevamente al Presidente con la tonta idea de que es más barato comprar la medicina en el extranjero, que adquirir la nuestra, supuestamente embarrada por la nefasta corrupción de los moches, contradiciendo lo que nos ha hecho pensar de que ésta ya se acabo con sus funcionarios limpios y honestos.
 
No importó que desampare a mas de cien mil trabajadores de esta industria que se quedarán sin trabajo, sin alimentos y sin seguridad social, dando con ello un fuerte golpe, no a la corrupción sino a la autonomía en la fabricación de medicinas, cuyos procesos de elaboración son celosamente vigiladas, el licenciado piensa que los fabricantes de medicinas tienen grandes volúmenes a disposición para cuando alguien las quiera y no es así, todo elemento químico tiene un periodo de actividad que en determinado tiempo deja de serlo y se vuelve caduco, volviéndose peligroso o inútil su consumo.
 

Lo último, crear una agencia para distribuirlas medicinas será de lo más torpe, máxime la ineficiencia que arrastra siempre la administración del estado para estas tareas, pues su funcionalidad y administración serán un pesado lastre, simplemente pensemos en los gastos operativos; personal, oficinas, mobiliario, telefonía, adquisición de camionetas, camiones, gasolina, mantenimiento, viáticos de hospedaje y alimentación para los operadores, seguros para los vehículos y no dudaríamos que para ahorrar encargara también esta tarea al Ejército o a la Guardia Nacional que además en este país tan inseguro serán necesarios para proteger los traslados.
 
Posiblemente esta sea una concepción que emana de los tiempos recientes, pero cada pueblo de México se llenaba de emoción cuando se anunciaba la llegada del candidato López Obrador que hacía temblar a todos los caciques de la comarca, en los estados, en los municipios, en las colonias, en las aldeas, se podía hablar con él y tocarlo, aquellos tiempos parecen soñados cuando ya no lo vemos, es cierto por el radio, la prensa, la televisión y las redes lo escuchamos, pero ya no nos ve y quizás esa sea la razón de que él piense que los pobres están bien y la verdad una gran mayoría sigue desatendida y se abate por la necesidad cada día mayor.
 
Señor Presidente el pueblo lo necesita junto a él, necesitan saber que usted está pendiente de su vida, de su salud y de todas las necesidades, estábamos acostumbrados a que en caso de desastres como inundaciones, temblores, sequías, pandemias, quien estaba en primera línea era el Presidente en persona, la verdad nos dio pena verlo guardadito en los patios del Palacio Nacional, hablando despreocupado por su celular, mientras afuera imperaba el miedo, la incertidumbre, el temor de quedarse sin sus casas o el perder a sus familiares.
 

Nos indignó ver cómo miles de familias lo perdieron todo por las crecientes que provocó el huracán Hannah en Nuevo León y Tamaulipas, y mientras sus pobladores buscaban refugio desesperados y lloraban por la destrucción de sus casas, de sus bienes, de sus siembras, de su ganado y de hasta algunas vidas, usted se regocijaba burlándose de los ex presidentes que como jefes de Estado de nuestro país entonces fuerte y poderoso, les mostraba a los morbosos periodistas y televidentes ese avión que ya constituye un pesado lastre a su administración.
 
Y no supimos de que uno solo de sus rimbombantes funcionarios se apersonara en su nombre para llevar consuelo y ofrecer ayuda, al respecto de lo que si nos enteramos es su decisión de desaparecer el fideicomiso para atender los desastres dejando a la deriva a todos los mexicanos para apoyar a los afectados en este tipo de eventualidades.
 
Finalmente, deseamos que el presidente López Obrador en su nueva gira no escuche tantas quejas y lamentos de los vecinos ni de los gobernadores, lamentablemente la voz de ambos será unánime pidiéndole apoyo para atacar los problemas más ingentes como la pandemia, la seguridad, el empleo y el comercio, a ellos no les interesa Odebrecht, Lozoya o el avión presidencial, les interesa incluso su calor político, el pueblo quiere seguir respirando la esperanza que sembró en 18 años de agotadora campaña.
 

Pues aun cuando se les ha brindado apoyo, éste ha sido a la manera de usted, destacándole que las ayudas no han sido ni serán suficientes porque las necesidades han aumentado considerablemente y es tiempo de que se detenga y reflexione sobre la necesidad de reorganizar el gasto y atender sin remilgos a los problemas que comienzan a desbordarse como la salud y el desempleo.- Por el bien de la causa.