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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Así no
Miguel Molina
28 de agosto de 2020
alcalorpolitico.com
En un descanso del cambio de casa, con un vino que refresca la tarde y abrillanta la mirada, leo la noticia de que este domingo la bancada de Morena en el Senado va a decidir si impulsa la consulta ciudadana para procesar a los expresidentes de México (sic). 
 
La idea, que flota en el ambiente político desde que la mencionó el presidente Andrés Manuel López Obrador el año pasado, es preguntarle a los mexicanos si quieren que se someta a juicio a quienes gobernaron el país durante el "período neoliberal", es decir de Carlos Salinas de Gortari a la fecha.
 
Lo bueno de tener un balcón, porque ahora hay un balcón grande que permite ver un muro de árboles desde el cuarto piso, y partes de un jardín público todavía lleno de flores, es que las emociones fuertes se suavizan. Me peina el viento los cabellos mientras leo que la consulta sería parte de las elecciones del año próximo.
 

En teoría, mientras los mexicanos elegimos diputados federales y locales, y varios gobernadores y alcaldes, también podremos decidir si se aplica la ley a quienes presuntamente la violaron cuando estuvieron en el poder. Todo bien, pero ahí hay una falacia grande que echa a perder la idea de justicia.
 
Es verdad que muchos piensan –pensamos– que los expresidentes Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto tienen que responder por lo que hicieron y dejaron hacer durante sus sexenios sin que nadie los llamara a cuentas. Hasta ahí vamos bien. Pero la cosa cambia cuando se quiere someter la ley al capricho de la opinión pública.
 
Si algo hemos aprendido de las redes sociales es que prevalece la voz de quien grita más, de quien publica más, aunque ni los gritos ni las publicaciones se molesten con los hechos. Y a esas voces sin nombre y a las manos alzadas en reuniones insuficientes y proscritas por las leyes de salud y el sentido común les tocará decidir qué vaina.
 

Así no. Dejar la turba a cargo de la ley es alentar el linchamiento a manos de quienes creen que los rumores que se comparten en la internet y en la calle son ciertos, de quienes están convencidos de que conocen cómo se mueven las hojas del árbol del poder aunque nunca hayan estado bajo esa sombra.
 
Pero la ley no es asunto de opinión, como ya dirá la Suprema Corte de Justicia cuando llegue el momento. Ni el Presidente ni la Cámara de Diputados tienen razón para promover una consulta sobre los asuntos turbios y de otros que se les atribuyen a los expresidentes, porque todavía no hay pruebas de nada, aunque haya sospechas de todo y de casi todos.
 
A fin de cuentas, en el país que queremos cada quien recibe según sus derechos, la justicia es recta y la letra de la ley es clara. Que pague quien se aproveche de su encargo, y que a los responsables vivan la vergüenza histórica de haber sido y el dolor político de ya no ser.
 

Pero no así. En una democracia directa –que no es la mexicana– los ciudadanos deben expresar en las urnas sus opiniones sobre asuntos fundamentales de la cosa pública, explica Porfirio Muñoz Ledo: una variable "es el referéndum que teóricamente significa la expresión de la voluntad ciudadana para avalar o rechazar una ley que ya haya sido aprobada por el congreso o un acto administrativo para su ratificación".
 
La otra variable "es el plebiscito por el cual se entiende la pregunta a la población sobre una decisión política que no se ha tomado aún y que es de trascendencia para el electorado".
 
Y ya. En el balcón, uno concluye que lo único que se necesita es que la Fiscalía se decida a investigar, que descubra delitos, que revele irregularidades, que exponga corrupciones, que exhiba complicidades ilícitas, que consiga pruebas concretas, que prepare casos inexpugnables, que siga la letra y el espíritu de la ley, y que acuse a quien haya que acusar porque la ley es la ley o no es ley, como alguien dijo una vez entre tragos en otro balcón.
 

Otro trago
 
Una vez, hace años, en un hotel del centro de El Paso, me tomé un trago con Carlos Castillo Peraza y conversé con él. Me dijo una verdad tan grande como un sistema político: todos llevamos un pequeño priista dentro porque aprendimos a hacer política cuando el único modelo era el PRI.
 
Tal vez seremos otros cuando ese bicho muera. Aunque vendrán otros bichos.