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Columnas y artículos de opinión
Tierra de Babel
¿Un amuleto de esperanza?
Jorge Arturo Rodríguez
10 de septiembre de 2020
alcalorpolitico.com
“El hombre sin los demás no es nada, no se podría expresar. Lo que cuenta es lo que nos une: la solidaridad”. (Max Aub).
 
Vivir la vida; nacer para vivir; vivir y morir; vivir muriendo; muriendo en vida y otras más expresiones que en nuestro hacer y quehacer cotidiano las vamos escupiendo y algunas veces esculpiendo de acuerdo a como nos trate nuestra sobrevivencia. Joan Manuel Serrat en “Romance del Curro (El Palmo)”, canta: “La vida y la muerte/ Bordada en la boca...”
 
Entretanto, nuestros gobernantes, autoridades y políticos, se llenan la boca de dimes y diretes, aun cuando la realidad los desmiente, puesto que sólo se vuelve mercadería de ofertas gastadas y palabrerías de las que estamos hartos, vengan de donde vengan.
 

Las soluciones no sólo se ofrecen; se construyen. Algo así como, más vale pájaro en mano que cientos volando, o como aquello, bastante sabido, que más acciones que predicciones, o más recursos que discursos. El tiempo va, no se detiene, y la realidad de México sigue sin cambiar mucho. Pese a la pandemia, por todos tan temida, parece que estamos paralizados por no saber qué madres hacer, nos agarraron con los calzones abajo y apenas viene lo peor. ¿Y dónde los responsables de la instrumentación de acciones concretas para enfrentar las enfermedades y demás problemas que la sociedad en general sufrimos? La sociedad intenta hacer lo suyo –algunos como que les vale madre-, pero la situación no es tan fácil como pretenden hacernos creer. No sé si sean los de arriba o los de abajo o los de en medio, o los otros, o nosotros mismos. El chiste es que vamos a la deriva. Satanás entre nosotros, dijera entre broma un amigo.
 
Por más que buscó un amuleto de esperanza y atármelo al cuello, no lo encuentro, menos en mis semejantes. Sencillamente porque no se trata de amuletos, sino de actitudes. Como en el twitter de Alejandro Jodorowsky: “CUANDO TODOS APRENDAMOS A PONERNOS EN EL LUGAR DE LOS OTROS, SIN DEJAR DE RESPETARNOS A NOSOTROS MISMOS, EL MUNDO SERÁ MÁS AGRADABLE. DIJO AMBROSE BIERCE: "UNA PATA DE CONEJO A TI TE DA SUERTE, PERO NO SE LA DA A UN CONEJO." (@alejodorowsky).
 
Al preguntársele sobre la “nueva normalidad”, el escritor Enrique Vila-Matas contestó: “¿Y qué era la normalidad antes? Recuerdo que antes era, por ejemplo, creerse que salir en automóvil nos creaba la impresión de libertad, de avanzar hacia adelante. Era fantástico ir al volante, con toda la carretera por delante. Pero hoy la pregunta asoma al fondo de todo, y asoma terrible: ¿Hacia dónde creíamos avanzar? Además, la pandemia está poniendo al descubierto —confirmando diría yo— que hay un único mal que nos aqueja: la Estupidez. Una Estupidez formidable y universal.” ¡Gulp!
 

Luego, al referirse a su país España, comentó: “El país es uno de los mejores del mundo para vivir. Por ejemplo, por la solidaridad del ciudadano común. Lo horrible es que hemos de convivir con la población más inculta y holgazana de esta tierra: la clase política española. Como señaló el otro día el gran Manuel Vicent, la cultura solo necesita libertad y prestigio. La cultura nace de una euforia colectiva en la que los escritores y artistas se inspiran mutuamente hasta crear un clima creativo. Pero la cultura de un país siempre va a caballo de su hegemonía económica y política. Y en España ya me dirá usted qué se puede hacer si, por ejemplo, solo hay unas cinco mil personas que leen. Algunos hablan del embrutecimiento de la plebe, pero se habla de esto en términos injustos, porque más bien lo que habría que hacer sería ilustrar, culturalizar, educar a la ignorante clase política. ¿Y quién va a ser el guapo que lo intente?”
 
Quien entendió, entendió.
 
Los días y los temas
 

Lo escribió Xavier Velasco: “Hay tiempos en los que uno se define según el respeto que le inspira la muerte. No es que le tenga miedo –alguno sentiré, eso sin duda, aunque igual no acostumbro tenerlo presente– sino que a estas alturas del campeonato preferiría evitarme la póstuma pena de protagonizar una muerte idiota. Que las hay por montones, y más en días como los que corren. Todavía en el caso del virus VIH la gente se contagia por darle fuego al sexto mandamiento, pero ahora despiertas agonizando porque un desconocido te estornudó en la nuca, o hasta por mucho menos. ¿Quién dijo que a la muerte le hace falta un por qué?
 
“Escuché una vez, de labios de un policía granuja, que participar en una balacera es una de las experiencias más intensas que puede uno vivir. Adrenalina aparte, queda al menos a cada contendiente el consuelo de haber librado un pleito equitativo, donde cada quien supo cómo y cuánto arriesgó. ¿Pero quién que se mire en medio de una lluvia de balas perdidas no teme, con razón, estar en la antesala de una muerte idiota? ¿Qué hago aquí confinado, sino tratar de negarle a la parca el gustazo de faltarme al respeto?”
 
¡Ah, qué estupidez la nuestra!
 

De cinismo y anexas
 
Por si les sirve de algo, en tiempos, ¿eternos?, de contingencia, va un aforismo de Franz Kafka:
 
“No es necesario que salgas de casa. Quédate junto a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera. Pero ni siquiera esperes, quédate completamente quieto y solo. Se te ofrecerá el mundo para el desenmascaramiento, no puede hacer otra cosa, extasiado se retorcerá ante ti”.
 

Ahí se ven.