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Columnas y artículos de opinión
Causas y efectos
Dejarnos como estábamos
Alfredo Ríos Hernández
29 de septiembre de 2020
alcalorpolitico.com
*Delitos por doquier
*Quebrar o arriesgar
*Austeridad electoral
 
Siempre se ha sostenido que el tiempo vuela y la verdad es que sí, porque parece que fue ayer cuando resultó electo como Presidente de los mexicanos, Don Andrés Manuel López Obrador, al igual que su gran amigo en Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez fue electo Gobernador, ambos dos hoy se encuentran prácticamente finalizando el primer tercio de sus respectivos mandatos y, la verdad clara y contundente es que, seguramente “ambos dos”, no se han de sentir claramente satisfechos de sus respectivos resultados y señalemos los talones de Aquiles como dicen en los portales porteños: “Al ojo del buen cubero”:
 

1.- La primera causa por la que Don Andrés y Don Cuitláhuac ganaron sus respectivas contiendas electorales, es porque la población se encontraba en claro desacuerdo, por el débil desarrollo productivo que de manera integral beneficiara a todos los mexicanos, o sea, el frustrante reclamo de más y mejores fuentes de trabajo para bien de la colectividad en lo general, se reflejó en los resultados electorales con sufragios que podrían acreditarse, más que como acreditación en favor de “los morenos”, como un castigo a “los rojos y azulados” por su ineficacia, precisamente para consolidar un mejor nivel de vida ajeno a la angustia cotidiana originada (en gran medida) por la delincuencia.
 
2.- Paralelamente a dichos factores el entonces candidato morenista López Obrador, aprovechó la coyuntura para que el Movimiento de Renovación Nacional, propusiera la extinción de la violencia dando curso a la propuesta de “el amor y la paz”, conceptos que en un país sacudido por olas delictivas de elevado impacto, cuyas afectaciones colocaban en estado de indefensión y de pérdidas recurrentes a comerciantes, industriales, profesionistas e inclusos trabajadores en lo general, ámbitos de ilegalidad y temor que subliminalmente plantean su erradicación, dando curso a un electorado que debía de sufragar por la paz que se había perdido... “No por más de lo mismo”.
 
Platear subliminalmente ante el elector, un “golpe de timón” para salir del “vendaval sin rumbo de los actos delictivos” y, retornar a los anhelados sueños del “amor y la paz”, le funcionó de maravilla en el marco de los discursos electoreros a los ámbitos morenistas y sus aliados, de tal suerte que obtuvieron mayoría en el Senado, en la Cámara de Diputados, así como en la elección presidencial, e incluso gubernaturas como la veracruzana...
 

Pero el tiempo pasa y... A dos años de tales reseñas, las estadísticas nos indican mayores pasos negativos que positivos, sólo que ahora a la intranquilidad por los rangos de inseguridad en vidas y patrimonios, también se suma el desarrollo de un desastre económico, nunca antes afrontado por las actuales generaciones, al tiempo que transitamos por niveles de mortandad tampoco registrados en los centros hospitalarios en años anteriores, paralelamente a que se continúa hostigando la tranquilidad social, escenarios derivados de la actividad delictiva.
 
La transformación no ha cumplido con las metas prometidas de erradicar la violencia y vivir en los espacios de la armonía y la tranquilidad, pero de la misma forma tampoco ha logrado mantener la estabilidad económica y ello, con pandemia o sin coronavirus, debería de haber sido reto cumplido porque así fue prometido, pero ni lo uno ni lo otro se registra en nuestro país, sobre todo en los entornos del sector laboral y productivo, donde los calificativos de rangos aprobatorios decrecen, escenarios que ahora obligan a pensar en que, los mexicanos se darían como “bien pagados”, si las actuales administraciones gubernamentales, cuando menos “nos dejaran como estábamos”... ¿Usted pensaría lo contrario?
 
Lo que se lee
 

Generalizada es la preocupación en la región central veracruzana por la incontenible actividad delincuencial, hechos que llenan de indignación y preocupación al colectivo social, ámbitos en los que cotidianamente se registran asaltos, levantones, secuestros, robos e incluso los dolorosos escenarios de asesinatos, referencias que apuntan con claridad la incapacidad para restaurar en tierras jarochas la paz social, joya colectiva que se viene desgastando desde años atrás y cuyas referencias, por sí mismas, hacen resaltar la notoria incompetencia de nuestras autoridades.
 
Lo que se ve
 
Que ante el quebranto económico, el diseño sobre la autoprotección financiera frente a las amenazas pandémicas, toman giros diversos. La búsqueda es diseñar la forma “apropiada”, para que la actividad productiva y obviamente laboral se sume a una “nueva normalidad”, o sea, el intento de que ahora se califique como normal lo que antes resultaba plenamente anormal, porque de hecho en ello estriba la “nueva normalidad”.
 

Lo complejo en el tema es el descifrar matemáticamente con sumas y restas, o sea, vivos y muertos, si nos conviene más arriesgar para trabajar y producir, o quebrar sin elevar los riesgos fatales, ello constituye el dilema histórico al que se enfrentan los gobernantes de nuestros días, al tiempo que los historiadores van llenando sus cuartillas con las observaciones, mientras en el Registro Público se abultan las actas por defunción.
 
Lo que se oye
 
Y ante los elevados reclamos de mayor austeridad en los espacios de procesos electorales, bien recuerdo aquella expresión de los maestros de la democracia que refiere, “la democracia le resulta cara al pueblo de México, pero vale la pena la inversión”....
 

Hoy, ante la caída estrepitosa de la economía nacional (mucho más estrepitosa de lo que muchos refieren) retornamos al tema de los costos de la vida democrática en México, escenarios en los cuales obviamente se habla de reducir las aportaciones multimillonarias a los partidos políticos y, de igual forma, reducir costos y salarios en los presupuestos que se manejan para la actividad de los partidos políticos y los candidatos, incluyendo lo referente a los organismos electorales.
 
Bien resultaría para el país que el INE aplicara una reducción del 50 por ciento a todos los partidos y que, de la misma forma, los partidos con menor número de sufragios sean dados de baja como tales.
 
Seguro que tal determinación sería respaldada por la colectividad... Ahí la dejamos.