icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Menage atroz
Miguel Molina
19 de noviembre de 2020
alcalorpolitico.com
Un lejano día de septiembre –porque la pandemia ha alterado muchas cosas, entre ellas la percepción del tiempo– Jesús Zambrano, presidente del Partido de la Revolución Democrática, anunció que podría haber una alianza política con los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional para las elecciones del año próximo en varios estados, entre ellos Veracruz, donde se van a renovar doscientos doce ayuntamientos y los cincuenta escaños del Congreso local.
 
Según Zambrano, las candidaturas de la alianza se definirán sin distinción de grupos o partidos políticos e impulsarán al mejor perfil "para contrarrestar a la Cuarta Transformación". La idea no es nueva, porque los dirigentes locales de los tres partidos ya habían hecho declaraciones sobre la alianza desde mayo. La cosa es hacerle frente al gobierno y tomar el poder.
 
Del otro lado, el Movimiento Regeneración Nacional ya estableció alianza con los partidos del Trabajo y Verde Ecologista Mexicano, que no se han caracterizado ni por su seriedad política ni por su consistencia ideológica. Pero por ahora veamos la alianza de oposición.
 

Basta con leer los documentos básicos de cada organismo político y tomarles la palabra.
 
El PRD es, según su declaración de principios, una organización de izquierda, democrática y progresista, que lucha contra el neoliberalismo y considera al capitalismo un sistema de explotación, dominación y opresión, y aspira a construir un socialismo democrático "desde abajo mediante la participación directa y organizada de la sociedad en sus decisiones fundamentales", como un partido "de firme oposición, de causas y claras propuestas" en los lugares donde no sean gobierno.
 
Los principios de la doctrina original del PAN, su futuro aliado, sostenían que el partido debía "impulsar ideas y acciones para plantear serenamente las soluciones a los problemas del país y llamar a la concordia entre los mexicanos", y que la vida y el destino de México "son incompatibles con el establecimiento o la conservación de un estado social desordenado o injusto, como lo sería fatalmente el que parta de toda negación de la dignidad de la persona humana o de la proclamación de una necesaria división violenta de la unidad nacional por la lucha de clases".
 

Y la declaración de principios del PRI advierte que el partido cree en las alianzas y las coaliciones "siempre que estén fundadas en afinidad de tendencias que se expresen en auténticos programas comunes", y rechaza "aquellas que se sustentan en coincidencias de mera coyuntura, simulando la identidad política vinculante, y que solo manifiesta una simple y llana ambición de poder por el poder".
 
Aunque pocas sorpresas puede ofrecer el sistema mexicano, no deja de parecer extraño que organizaciones políticas de signos tan opuestos se unan con el objetivo (equivocado, desde mi punto de vista) no de ganar sino de hacer que pierda Morena.
 
Históricamente, no puede haber partidos más diferentes: la tradición de izquierda del PRD, la biografía conservadora del PAN y como se llame lo que piensa el PRI, establecen con claridad la línea que divide ideologías, maneras de plantear la vida del país, opciones. No importa cómo se mire, esa alianza – pardon my French – es un menage atroz...
 

Desde el balcón
 
Quedan pocas hojas en los árboles, y el solazo no alcanza a calentar la brisa fría –tímida pero fría– que esta semana nos recuerda que el otoño no es una estación tibia ni mucho menos en estos rumbos, y que en estos tiempos pueden pasar cosas inesperadas. Y así es.
 
Uno lee que Guillermo Fernández Sánchez, secretario de Desarrollo Social de Veracruz, declaró sin problemas que una familia de cuatro personas puede vivir con mil pesos quincenales (aunque no se incluye lo que hay que pagar de agua, de luz, de internet, de telefonía y de otros servicios que ahora son más esenciales que nunca).
 

Sería cosa de que el señor secretario ­–que gana cuando menos sesenta mil pesos al mes– fuera de compras para demostrar que es verdad lo que dijo, o para evidenciar que no va al mercado desde hace tiempo. Eso calienta, como habría dicho el clásico.