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Columnas y artículos de opinión
Muchos nos parecemos a López Obrador
Luciano Blanco González
4 de diciembre de 2020
alcalorpolitico.com
Tiene razón el Señor Presidente de sentirse contento y orgulloso con su labor aún inacabada y, por lo mismo, no suficientemente evaluada por una minoría que se siente agredida e insatisfecha por las medidas económicas que les han afectado.
 
Nos sentimos identificados con el Presidente por la forma de aplicar el presupuesto para disminuir la pobreza del pueblo necesitado y a veces hambriento, así como con su obstinación por erradicar la corrupción, aplicar el ahorro y la austeridad, y su decisión de no seguir hundiendo al país con cuantiosa deuda con la banca extranjera. Esto aunque algunos no coincidamos con el modo de hacerlo y con la forma agresiva en que despotrica en contra de un pasado que forjamos todos, con un programa de desarrollo del país que parecía marchar viento en popa y que ahora parece truncado.
 
No son coincidencia las altas cifras de aprobación a su política que arrojan las encuestas levantadas por empresas de comunicación, las cuales son calificadas por la opinión pública como serias y cuyos resultados coincidentes en un promedio de 65% las validan como auténticas y confiables, aunque no son de dudar “los otros números” más elevados que orgullosamente fanfarronea y presume el primer mandatario.
 

Pero la aprobación no es sólo producto de su trabajo, pues aun sin éste, una gran masa social de millones de mexicanos lo siguió incondicionalmente hasta lograr sentarlo en la silla presidencial al identificarlo como un líder valiente, capaz de enfrentarse a las fuerzas más poderosas sin ningún miedo, como a veces todos deseamos hacerlo ante las arbitrariedades, abusos y dispendios de quienes nos gobiernan.
 
Somos como él en su osadía para tomar las grandes decisiones, llegando a ser temerarios, retando a todo lo establecido. Pareciera un signo “valemadrista” propio del carácter de esta raza de bronce, que con tal de salirnos con nuestras ideas, caprichos o sentimientos, somos capaces de arriesgar y de sacrificar todo, inclusive de jugar vencidas con el diablo.
 
Nos identificamos con su lenguaje hostil y directo en contra de los capitalistas mezquinos que lucran y soberbios se enriquecen a costa de los pobres, porque sus reclamos son las mentadas de madre a la pedantería que las masas resentidas en contra de sus explotadores quisieran lanzar y que no pueden por lo etéreo y por lo lejano que se encuentran sus verdugos, pero que en el silencio y en la ronda lo musitan, lo platican y lo ensalzan con toda la grotesca picardía que surge mordaz y espontánea, revelando el rencor y la antipatía natural por aquellos que lo tienen todo y de sobra, en contraste con aquellos que sólo tienen para mal vestirse y para mal comer.
 

Por eso Andrés es la voz del pueblo, es la voz del sacerdote y del pastor. Es la voz paternal en el hogar, es la voz juvenil pregonando y rogando el amor y la paz en el atrio, en la tribuna, en el hogar; en el discurso, en el sermón, en el “chumeo”, en la alcoba, como lo hacen todos los hombres buenos, enemigos de la violencia y de todo aquello que enturbie las sanas conciencias.
 
Por eso el pueblo siempre tiene sabias respuestas para defender al tabasqueño de aquellos que lo critican y lo señalan por haber supuestamente militarizado al país, sacando de los cuarteles a los militares y llevarlos a realizar tareas ajenas a la seguridad nacional como el encomendarles tareas de albañiles en la construcción del aeropuerto de Santa Lucia o en la construcción de los Bancos del Bienestar, o mandar a los marinos a hacerse cargo de las aduanas.
 
Si usted reprueba y critica estas acciones enfrente de un ciudadano “amlista” le tendrá por tonto, por mal intencionado y ciego, celebrando al Presidente que al fin puso a trabajar a los militares y los sacó de la comodidad del cuartel, en donde se la pasan flojeando y haciéndose tontos todos los días, y sin más exclamará: “¡Vaya hasta que los puso a hacer algo de provecho¡”. Y más le vale callarse para no parecer retrógrada.
 

Si usted opina que el Presidente se excede en sus funciones y que está concentrando todos los poderes, sin razonamiento que valga, le dirá el pueblo que para eso lo eligieron y que él no está concentrando nada puesto que en la elección le entregaron también la mayoría de Senadores y de Diputados, es decir el poder Ejecutivo y el Legislativo.
 
Han sido dos años en que ya quedaron sentadas las bases de la transformación de este país. Se ha construido un sistema de leyes que serán las herramientas para instaurar un sistema político que no permitirá los negocios desde el poder público, que se opondrá a los lujos y al derroche pero que sobre todo subraya el compromiso más importante e indeclinable de que en toda acción y decisión se inclinará por privilegiar la idea de que en su gobierno son y serán primero los pobres.
 
En temas de la violencia también el querido pueblo sabio y bueno se identifica con el Presidente y no es un tema que le quite el sueño. Inclusive piensan como él: que el robo, el asalto, la extorsión y el secuestro son problemas de ricos, de gente pudiente que tiene dinero y bienes que le roben, pues bien dicen, al jodido los delincuentes ni siquiera voltean a verlo.
 

En materia de narcotráfico el pueblo vive con la idea que sembró Rafael Caro Quintero, allá en los años 90 del siglo pasado, quien en una desafortunada declaración manifestó que si a él lo dejaban trabajar libremente, en 3 años pagaba toda la deuda externa de México. Y cuando la gente ve que estos delincuentes construyen caminos, hacen iglesias, apoyan con despensas, ayudan y organizan las fiestas del pueblo, celebran con festivales artísticos a los niños, a las madres, a los docentes y llevan alegría con carreras de caballos, peleas de gallos y protegen sus comunidades impartiendo justicia en contra de los delincuentes comunes, pues para qué hacerse enemigos de ellos, para qué combatirlos, si con la gente no se meten. Por el contrario la protegen y los hacen grandes para que con ellos ─el pueblo─ nadie se meta y los demás los respetan. Mejor que los dejen trabajar. Así de grande y de peligrosa es la ignorancia.
 
No nos gusta que nos critiquen, no nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer, no nos gusta que nos pongan condiciones. Nos gusta mandar, nos gusta que nos obedezcan. No nos gusta que se haga algo a nuestras espaldas y sin nuestro consentimiento, no nos gusta que nos chantajeen. Nos gusta que nos quemen incienso. No nos gusta que nadie sea más que nosotros, no nos gusta que se metan con nuestra familia, no nos importa ni el que dirán ni la opinión de los demás. Nos gusta castigar a los infieles. No nos gusta que compitan en contra nuestra. Nos gusta ser valentones, retadores e irreverentes. Nos gusta ser corajudos, exigentes y a veces hasta groseros; nos gusta hacer desplantes, nos gusta ser presumidos y burlarnos de los demás. No nos gustan los de otras religiones distintas a las nuestras. En fin que por esas causas y actitudes nos identificamos y apoyamos al Presidente y esa es la razón que no tan solo por sus hechos, sino porque es igual que nosotros seguiremos apoyándolo en las encuestas, porque sentimos que tenemos el Presidente que merecemos y que queremos.
 
Es lamentable que sólo haya un Andrés Manuel López Obrador al que fatalmente vencerá el tiempo y no hay a la vista quien lo substituya. Su partido no tiene cuadros visibles capaces siquiera de imitarlo. En su partido no hay confiabilidad pues mucho se han desgastado sus líderes y funcionarios en su afán de conservar y continuar en el poder con acciones deleznables y torpes que de continuar se dirigen a una triste derrota electoral que también le cambiará todo el panorama al Ejecutivo, pues de perder la mayoría en la Cámara de Diputados, los que queden obstaculizarán todo avance y todas las buenas intenciones. Para ello no importa el alto nivel y reconocimiento popular de López Obrador; importarán mucho las ideas, imagen y formación de la figuras y los cuadros políticos que contiendan.
 

Finalmente, como corolario de los dos años de gobierno, hay que reconocer que hemos entrado tímidamente a la gobernabilidad y que al fin se ha entendido el valor de la negociación. Ya no hay bloqueo de las vías del ferrocarril, ya se recuperaron las casetas, ya se está impidiendo el bloqueo de carreteras. La Alianza Federalista se muestra más prudente, Frenaa más tranquila, los agricultores de Chihuahua calladitos, la migración silenciosa; los pilotes y montajes de la refinería de Dos Bocas para arriba, los terraplenes del Tren Maya avanzan a toda velocidad. El General Cienfuegos está en su casa, lo que garantiza tranquilidad en las fuerzas armadas y ¡albricias! en tiempos de crisis y de pandemia el dólar frisando increíblemente en los 20 pesos mientras los millonetas del país ahora sí van a invertir miles de millones de pesos en obras de infraestructura, lo que nos permite pronosticar un 2021 de plena actividad económica que muchas simpatías habrán de acarrearle al gobierno. Para mejor panorama, el año venidero gozaremos de tranquilidad; ya viene la muy esperada vacuna anticovid que salvará muchas vidas y nos permitirá rehacer nuestra existencia en plenitud de convivencias.
 
En fin, que renacen las esperanzas en un futuro mejor para todos, máxime que se abrirán las válvulas de las ollas de presión con la próxima elección del 2021, cuando todos tienen la oportunidad de desfogar sus buenos y malos humores en las calles, en los mítines si los hay, en las conferencias, en la publicidad, en la visita domiciliaria, en la pancarta, en la bambalina, en el cartel, en las redes sociales; en todas las formas permitidas de participación en la búsqueda de ganar la voluntad popular, cuyo resultado ─no hay duda─ fortalecerá las instituciones y podrá imponer un vuelco contundente a la política. O bien servirá para imprimir mayor énfasis al programa y a las acciones de nuestro Presidente por el bien de la causa.