11 de febrero de 2021
alcalorpolitico.com
Dos niñas bajaban por la vereda del parque en bicicletas, y se iban riendo. A veces pasan por esa vereda señores taciturnos que van a pasear a sus perros, o parejas o grupos, o personas ensimismadas en sus celulares. A veces no pasa nadie, pero siempre pasa algo. Un ruido, una luz, el olor del tomillo cercano, o niñas en bicicleta.
Lo de las niñas me recordó que en la lejana Xalapa hay inconformes – no muchos – con el proyecto municipal de hacer ciclovías. Unos dicen que los comercios de las calles donde haya carriles para bicicletas van a sufrir pérdidas, y dicen que la ciudad no se presta para andar en bicicleta, aunque nadie exigiría que se eliminen las aceras porque la ciudad – ahogada por carros, carrotes, camiones y camionetas – tampoco es apta para peatones.
La idea de las ciclovías, si uno no se equivoca, es alentar una manera más limpia, más económica, más sana y tal vez más cómoda para ir y venir. Contrariamente a lo que han dicho o han pensado algunos, no todos van a sentir la urgencia ni van a tener la necesidad de subir por las calles más empinadas cada vez que salgan de sus casas.
Oponerse a las ciclovías porque son idea de una administración municipal impopular con algunos (con las talacheras, que usan la vía pública como talleres, o con los pequeños comercios que temen perder los pocos clientes que les quedan, aunque sus clientes sean más bien sus vecinos, o con la oposición política), no resuelve el problema de las congestiones de tránsito ni de la contaminación, ni hará que la gente llegue más pronto a donde va, que es de lo que se trata.
Muchas de las opiniones que uno encuentra en las redes sociales son de personas que al parecer no han leído el proyecto, ni están dispuestas a cooperar para que la ciudad cambie: que se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre...
Se burlan diciendo que el alcalde (no el Ayuntamiento sino el alcalde) sueña con hacer de Xalapa una ciudad como Ámsterdam o Londres, como si eso fuera malo, como si Xalapa estuviera sentenciada a ser siempre igual que ahora, un chilehuevillo de calles llenas de carros que a duras penas van o que están perpetuamente estacionados.
La idea de establecer ciclovías no es una ocurrencia de ahora poco, como algunos han sugerido: el plan municipal de desarrollo 2018-2021 (páginas 64-65 y 92-93, por ejemplo), menciona la necesidad de organizar los sistemas de transporte público y reducir el uso del automóvil para tener una ciudad menos complicada. Hace ocho años un Ayuntamiento priista trató de hacer lo mismo, y le fue mal.
Tener ciclovías no significa que todos los xalapeños y todas las xalapeñas, y muchos más que no son ni una cosa ni la otra, anden todo el tiempo en bicicleta, sino que la usen lo más que puedan. Habrá quien celebre un día como las niñas que bajaban por la vereda del parque en bicicletas, y se iban riendo.
Desde el balcón
Uno sale al balcón a ver la nieve, con la esperanza de que hoy vuelvan a pasar las niñas que se ríen cuando bajan del parque en sus bicicletas, pero no.
Entonces queda tiempo para imaginar que en México comienza el proceso electoral, en el que millones votarán por la ilusión, como cada vez que hay que votar, pese a las experiencias que han tenido con candidatos malos o simplemente inútiles.
No se sabe cuántos son. Todavía nadie sabe qué piensan, ni qué piensan hacer ni cómo piensan hacerlo, pero ya hay candidatos a lo que sea: uno o dos o tres para quinientas curules federales y veintiún mil trescientos ochenta y tres cargos estatales en nuestra suave Patria.
A ver qué ofrecen. Y a ver quién les cree. La nieve que cayó anoche comenzó a derretirse.
Lo de las niñas me recordó que en la lejana Xalapa hay inconformes – no muchos – con el proyecto municipal de hacer ciclovías. Unos dicen que los comercios de las calles donde haya carriles para bicicletas van a sufrir pérdidas, y dicen que la ciudad no se presta para andar en bicicleta, aunque nadie exigiría que se eliminen las aceras porque la ciudad – ahogada por carros, carrotes, camiones y camionetas – tampoco es apta para peatones.
La idea de las ciclovías, si uno no se equivoca, es alentar una manera más limpia, más económica, más sana y tal vez más cómoda para ir y venir. Contrariamente a lo que han dicho o han pensado algunos, no todos van a sentir la urgencia ni van a tener la necesidad de subir por las calles más empinadas cada vez que salgan de sus casas.
Oponerse a las ciclovías porque son idea de una administración municipal impopular con algunos (con las talacheras, que usan la vía pública como talleres, o con los pequeños comercios que temen perder los pocos clientes que les quedan, aunque sus clientes sean más bien sus vecinos, o con la oposición política), no resuelve el problema de las congestiones de tránsito ni de la contaminación, ni hará que la gente llegue más pronto a donde va, que es de lo que se trata.
Muchas de las opiniones que uno encuentra en las redes sociales son de personas que al parecer no han leído el proyecto, ni están dispuestas a cooperar para que la ciudad cambie: que se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre...
Se burlan diciendo que el alcalde (no el Ayuntamiento sino el alcalde) sueña con hacer de Xalapa una ciudad como Ámsterdam o Londres, como si eso fuera malo, como si Xalapa estuviera sentenciada a ser siempre igual que ahora, un chilehuevillo de calles llenas de carros que a duras penas van o que están perpetuamente estacionados.
La idea de establecer ciclovías no es una ocurrencia de ahora poco, como algunos han sugerido: el plan municipal de desarrollo 2018-2021 (páginas 64-65 y 92-93, por ejemplo), menciona la necesidad de organizar los sistemas de transporte público y reducir el uso del automóvil para tener una ciudad menos complicada. Hace ocho años un Ayuntamiento priista trató de hacer lo mismo, y le fue mal.
Tener ciclovías no significa que todos los xalapeños y todas las xalapeñas, y muchos más que no son ni una cosa ni la otra, anden todo el tiempo en bicicleta, sino que la usen lo más que puedan. Habrá quien celebre un día como las niñas que bajaban por la vereda del parque en bicicletas, y se iban riendo.
Desde el balcón
Uno sale al balcón a ver la nieve, con la esperanza de que hoy vuelvan a pasar las niñas que se ríen cuando bajan del parque en sus bicicletas, pero no.
Entonces queda tiempo para imaginar que en México comienza el proceso electoral, en el que millones votarán por la ilusión, como cada vez que hay que votar, pese a las experiencias que han tenido con candidatos malos o simplemente inútiles.
No se sabe cuántos son. Todavía nadie sabe qué piensan, ni qué piensan hacer ni cómo piensan hacerlo, pero ya hay candidatos a lo que sea: uno o dos o tres para quinientas curules federales y veintiún mil trescientos ochenta y tres cargos estatales en nuestra suave Patria.
A ver qué ofrecen. Y a ver quién les cree. La nieve que cayó anoche comenzó a derretirse.