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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
La respuesta del licenciado
Miguel Molina
26 de marzo de 2021
alcalorpolitico.com
Hoy tengo que hablar sobre la respuesta del licenciado. Hace unos días vi la andanada de comentarios dedicados al juez Juan Pablo Gómez Fierro, quien para bien o para mal frenó de manera provisional la ley de la Industria Eléctrica que propuso la Presidencia y aprobó el Congreso.
 
Lo menos que le dicen al titular del Juzgado Segundo de Distrito en Materia Administrativa, especializado en Competencia Económica, es traidor a la Patria. Le sigue una lista de insultos comunes: corrupto, vendido a los intereses transnacionales, lacayo del extranjero, enemigo del interés nacional, y un largo etcétera sin ton ni son que salió, mayormente, de las bocas – es un decir – de quienes están listos para descalificar y atacar a quien no piensa como ellos.
 
Se me ocurrió pensar sobre la condena tan extrema para el juez. Como ignoro tantas cosas, pregunté quién define el interés nacional, y pregunté si alguno de los opinadores había leído la decisión del juez, y pregunté si la decisión legal del magistrado lo convertía en traidor a esta Patria tan traicionada de tantas maneras.
 

No supe si me dieron risa o lástima las respuestas que recibí, pero lo que mejor ilustra el ánimo de las personas y el nivel del debate es lo que me dijo el licenciado, cuyo nombre y su nivel académico no vienen al caso:
 
Si tú lo leíste y estás de acuerdo con el juez, entonces a ti te beneficia esta ley, pero al PUEBLO MEXICANO le afecta, porque esté (sic) no tiene porqué (sic dos) pagar la luz de los empresarios BIMBO, OXXO, WALMART, o tal ves (sic tres) eres un DERECHANGO CONSERVAS (sic cuatro) NEOLIBERAL, cinico (sic cinco) y corrupto, (sic seis).
 
Hasta ahora no he leído muchas opiniones que remitan a las bases legales del amparo que otorgó el juez para evitar que se aplicara la reforma de la Industria Eléctrica. Lo que se ha visto es la reacción de expertos repentinos, como el licenciado que les cuento, cuyo comentario tiene que ver más con el hígado y la obnubilación que con el derecho.
 

El momento en que ya nada valga la pena
 
Sé que todos queremos otro país, aunque no estemos de acuerdo en el país que queremos. Pero el cambio no se va a producir por decreto del gobierno ni por los gritos de la turba: la solidaridad, la honestidad, la empatía, la conversación sobre los grandes temas nacionales, son cosas que dependen de la propia gente que ahora pierde el tiempo ofendiendo al otro en vez de buscar salidas al laberinto en que estamos.
 
Nadie querría vivir en un México gobernado por ninguno de los dos grupos que creen que la renovación nacional se va producir con gritos y con insultos. Nadie querría vivir en un país profunda y tristemente dividido por los actos y las palabras de unos y de otros, en una nación orgullosamente ignorante, desinformada, víctima de los rumores y los chismes que circulan casi todos para joder a quien se pueda.
 

Así no es la cosa. No puede ser así. En el caso del licenciado que les cuento es como hablar con la oposición, pero al revés. Y eso no vale la pena. Lo que hay que temer es que llegue el momento en que ya nada valga la pena y se venga abajo el México que tanto trabajo costó construir a pesar del sistema que gobernó durante tantas décadas. Entonces habrán triunfado los verdaderos enemigos del país.
 
Desde el balcón
 
El miércoles uno llega con media hora de adelanto a la cita con la vacuna contra el Covid-19. Pase usted de todos modos, dijo el guardia de la entrada. Otro guardia señala una silla en la que no tiene uno tiempo de sentarse porque hay que ir con un doctor que revisa los documentos y lo manda a uno de plano al cubículo cincuenta y cinco.
 

Llega Sebastien con una bandejita: desinfectante, gasa, una curita y una jeringa con la vacuna. Uno habla con él (en francés misanteco, un poco en inglés, y otro poco en portuñol), mientras se quita la camisa. Sebastien inyecta la vacuna, desea buenas tardes y se va por donde había venido. Otro doctor viene al poco tiempo con un certificado de vacunación.
 
En la puerta, junto al frasco grande de gel desinfectante, hay un cronómetro que suena a los quince minutos, cuando entra una señora dispuesta a limpiar el cubículo. Uno habla con ella (muy poco en francés, y luego en español, porque la señora es de Galicia), uno se levanta, le da las gracias y sale a la calle a la hora en que tenía que haber llegado.
 
Media hora después uno se sienta en el balcón a ver cómo cae la noche, y sopla una brisa más fría que fresca quién sabe de dónde. El hombro duele.