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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La madre de Frankenstein
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
22 de abril de 2021
alcalorpolitico.com
Decidido a no dejar de leer ninguna de las novelas que forman parte de la serie Episodios de una Guerra Interminable, todas de Almudena Grandes, me encontré con el volumen cinco: La madre de Frankenstein.
 
No se necesita adentrarse mucho en el texto para encontrar a los tres protagonistas: Aurora Rodríguez Carballeira, Germán Velázquez y María Castejón. El lugar y el tiempo: España (la España franquista), 1954-1956.
 
La historia se inicia con la sorpresa que se lleva el niño Germán al ver que al consultorio de su padre, prestigiado psiquiatra, entra una mujer y su abogado. Van a pedir al médico que testifique la enfermedad mental de Aurora, quien acaba de asesinar a su hija. Notable intelectual, autodidacta y pianista, de pronto descubre que su también brillante y precoz hija, Hildegart Rodríguez, está a punto de ser víctima de una conspiración de agentes de las potencias internacionales y decide que parte de su responsabilidad materna es evitarlo. Para ello, le dispara cuatro tiros. Aurora es recluida en un manicomio, en donde pasará el resto de su vida. Allí conoce a María Castejón, auxiliar de enfermera y nieta del jardinero, a quien enseña a leer y escribir. Por gratitud, María atenderá a Aurora y será su lectora no obstante que ella mantiene, casi toda su vida, un enconado desprecio por la jovencita. En un episodio de aparente gratitud, Aurora le fabrica un muñeco de trapo, al que no faltan los detalles fenotípicos del sexo masculino, como parte de su entusiasmo por crear una nueva raza libre de aquella supuesta conspiración.
 

En ese mismo manicomio, Aurora conoce al doctor Germán, el hijo de aquel psiquiatra al que acudió Aurora recién cometido el filicidio. Germán ha estudiado en Suiza y es, como su padre, un notable psiquiatra. En el hospital suizo ha aprendido a aplicar un medicamento que atenúa los trastornos de los enfermos mentales y decide regresar a España a trabajar en el manicomio donde se encuentra Aurora, a quien atiende con una admirable devoción profesional.
 
Los tres personajes, real el de Aurora, y recreados los de Germán y María, narran en sucesivos capítulos sus propias vidas, vidas enmarcadas en un escenario político, social y religioso, el «nacionalcatolicismo», franquista y represor.
 
Los tres protagonistas (a quienes acompaña un elenco de más de cien personajes) sufren en carne propia las aberraciones de ese sistema. Germán verá muy pronto que un militar (literalmente, «por sus pistolas») prohíbe la aplicación del medicamento, pues a un régimen totalitario, nazi-fascista, le importan un comino los enfermos (menos, los mentales), y su ideal es favorecer la eugenesia (y la eutanasia) para crear estúpidamente la «raza superior» con la que sueña. Al regresar a España descubre que «lo que había encontrado era lo que había, un país fracturado, fragmentado, donde nadie era libre en absoluto, ni siquiera para enamorarse fuera del carril social al que estaba asignado desde su nacimiento» (314). Un país en donde tampoco tenía derecho a ejercer libremente su profesión siendo hijo de un notable catedrático que prefiere suicidarse en la cárcel donde está recluido por no secundar al Generalísimo, y en un país donde saber es poder y este solo pertenece a quienes ganaron la guerra (348).
 

Aurora, recluida en su paranoia, solo percibe que su vida no le importa a nadie, que su expediente clínico solo contiene escuetísimas anotaciones y que la misión que se le tiene encomendada es librar al mundo de esas nefastas conspiraciones e iniciar el nacimiento de una nueva raza. Para ello, convence a Germán, aunque solo sea en su magín, para que sea el padre de esa nueva criatura que redimirá al mundo. Para ello festeja que a su avanzada edad vuelva a menstruar, sin entender que simplemente está siendo víctima de un cáncer terminal.
 
Por su parte, María es ícono de las mujeres, en general, pero más particularmente de las humildes, de las clases bajas y medias, que no tienen derecho a ser alguien en esa sociedad. Jovencita víctima de un médico de la clase «alta» que la seduce, jamás se verá libre del apelativo de prostituta que la perseguirá toda su vida. Obligada a abortar y a abandonar su anhelo de estudiar enfermería, se refugia en aquel manicomio en donde, entre atender a Aurora y compartir vivencias y sueños con Germán, pasará gran parte de su vida, hasta el momento en que consigue evadirse de esa España castrante y tener una vida digna.
 
Almudena Grandes ha logrado dar voz en esta novela a una multitud de personajes: intelectuales, profesionistas, mujeres, enfermos mentales, etc., que no tienen cabida en una sociedad marcada por un gobierno feroz y tiránico, en donde estas eran «Historias que no se sabían, que no se comentaban, que nunca habían llegado a suceder» (497)...
 

(Almudena Grandes, La madre de Frankenstein, Episodios de una Guerra Interminable, Tusquets, 558 pp.)
 
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