icono menu responsive
Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
El primer día de clases
Miguel Molina
27 de mayo de 2021
alcalorpolitico.com
Ah, el primer día de clases. Lápiz con punta, cuaderno nuevo, cara lavada, uñas limpias. El mundo era un pastel que nos íbamos comiendo a pedacitos, y terminábamos sudorosos y agitados por lo que el día había traído, y jugábamos con otros niños antes, durante y después de clases, y caíamos rendidos en un sueño sin pesadillas hasta que era hora de despertar y volver a la escuela. Pero hace mucho de eso.
 
Esta semana, los niños de Veracruz despertaron y algunos fueron a la escuela aunque la pandemia sigue ahí, allá, en todas partes, y los semáforos – que cambian de lugar, de color y de talante cada tercer día – terminan por confundir más a todos porque lo que es naranja hoy puede ser rojo o verde mañana, y porque cualquier persona, niño o adulto, puede contagiarse y contagiar a otros sin darse cuenta.
 
Dentro de poco los niños de todo el país irán a la escuela si no pasa gran cosa. La secretaría de Educación de Veracruz publicó un prolijo Manual de Reincorporación a las escuelas que en sesenta y siete páginas explica cómo será el regreso a clases durante la tercera ola de coronavirus (seguramente otros estados hicieron lo mismo, pero no busqué más porque ya no estoy para filigranas). Parece que ya la hicimos, aunque no la hemos hecho ni la vamos a hacer si seguimos haciendo lo mismo.
 

Al parecer, no importa si hay riesgos. Los medios de medio mundo han comenzado a contar que hay muchos más más niños que antes con covid, lo mismo en América Latina que en Asia, y aunque muchos de ellos no presentan síntomas pueden transmitir la enfermedad. En Estados Unidos, los niños representan más de veinte por ciento de los nuevos casos de infectados.
 
El doctor Sean O'Leary, vicepresidente del Comité para enfermedades infecciosas de la Academia Americana de Pediatría, explicó a la radio pública de Estados Unidos que hay cada vez más casos que tienen que ver con las escuelas y las actividades escolares. "Parece que las medidas de mitigación que hay en las escuelas contribuyen a que haya menos casos que en el resto de la comunidad", dijo el doctor. "Pero cuando los contagios aumentan en la comunidad también aumentan en las escuelas".
 
Y – aunque todavía no hay suficiente información – a muchos médicos les preocupan los efectos que la covid pueda tener a largo plazo en los niños. La virgen no está para tafetanes.
 

La covid es un mal serio, insistente, peligroso, que no se puede detener con declaraciones ni con semáforos. El virus no tiene pies: alguien lo lleva y alguien lo trae, porque alguien se expone a alguien que lo tiene. Entre más puertas se abran – escuelas, turismo, centros deportivos, manifestaciones políticas de oposición, recintos cerrados – hay más riesgo de contagios. Abrir las escuelas es criminal e irresponsable.
 
El optimista piensa que ya llegará el día en que las escuelas vuelvan a oler a lápiz, o huelan a lo que van a oler las tabletas y los celulares, y los niños puedan volver a ser niños, aunque sea de otro modo, y el pesimista se jode porque ya no podemos volver a serlo de ninguna manera.
 
Desde el balcón
 

Uno sale al balcón a ver si es cierto eso de que – a falta de mar – en el sol la vida es más sabrosa. Y sí, pero un rato. Uno se distrae oyendo cómo pasa el viento entre los árboles de más allá, oye un pájaro distante en la tarde callada bajo el solazo. Y entonces uno se da cuenta de toda esa luz caliente, y regresa a la sombra, y a la mesa, y al callado ejercicio do su natura o menester l'inclina.
 
A salvo de la luz, uno piensa en lo que está en juego en las elecciones, y no halla mucho. O seguimos como va o seguimos como íbamos. Uno sirve otro whisky. Carajo.