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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
De traición y traidores
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
24 de junio de 2021
alcalorpolitico.com
Cuentan de un político que, al ser vencido en unas elecciones por una coalición de partidos opositores y sintiendo que sus días de poder y gloria estaban contados, trató de sonsacar a los integrantes de algunos de sus adversarios políticos para realizar con ellos una alianza, no obstante haberlos menospreciado y insultado (con motivos o sin ellos) sistemáticamente.
 
Esta propuesta fue recibida con oposición y no faltó quien opinara que hacer alianza con quien se había declarado enemigo acérrimo era traicionar, no tanto los principios de su partido (estos, tan manoseados y de tan poca estima y respeto), sino la confianza de sus agremiados y hasta su misma dignidad. Como se sabe, en política los amigos son de mentiras y los enemigos de verdad.
 
Sea o no traición, en la historia sobran ejemplos de quienes la han practicado y de quienes se han mantenido en la raya, sin ceder un palmo. En el primer caso, tenemos a uno de los discípulos de Jesús de Nazareth, Pedro, de quien se dice en la Biblia que negó y renegó hasta tres veces ser discípulo de su maestro cuando este estaba en vísperas de ser aprehendido gracias a la traición de otro alumno: Judas. La escultura que se encuentra en la segunda de las tres fachadas de la iglesia de la Sagrada Familia, en Barcelona, obra del artista Antoni Gaudí, muestra el rostro apesadumbrado, engarrotado y sumido en una profunda amargura de aquel que sería uno de los discípulos preferidos y que había sido ya nombrado jefe indiscutible de la naciente religión católica.
 

Cambiando de escenario, en Atenas, después de que Temístocles, general en jefe que dirigió la guerra contra los persas de Jerjes y los derrotó rotundamente; después de que logró engrandecer a Atenas, crear la flota naval más fuerte de su época, construir una muralla prácticamente inexpugnable y ser aclamado en los juegos Olímpicos del año 476, este superhéroe fue condenado públicamente en la asamblea al ostracismo, que implicaba como castigo la expulsión de su patria. Temístocles se retiró a Argos y, cuando se enteró de que había orden de aprehensión en su contra, se refugió en Asia. Allí supo que el Gran Rey persa ofrecía cuantiosa recompensa por su cabeza. Con su habitual osadía y disfrazado de cortesana, llegó a la misma sala de audiencias y se entregó. El sultán le pagó la recompensa por su propia captura y le ofreció vivir en su reino. Pero pronto las hostilidades se reanudaron entre Atenas y Persia, y el rey pidió a Temístocles su consejo y ayuda para enfrentar a los atenienses. Temístocles pensó que, si ya era bastante vivir en los dominios de un antiguo rival, ya era demasiado traicionar a su patria y se suicidó. El rey persa entendió la honestidad del general y protegió a su familia. Los atenienses obtuvieron su cuerpo que fue enterrado con honores en el puerto del Pireo.
 
Otra historia, todavía más impresionante, es la de Pausanias, héroe de Esparta, a quien los aliados de este Estado en la misma guerra contra los persas acusaron de coludirse con Jerjes y entregarle Esparta y el resto de Grecia a cambio de que el rey persa le otorgara a su hija. Pausanias fue juzgado por traición, pero fue absuelto por falta de pruebas. El general, molesto, organizó una rebelión de los ilotas, especie de esclavos de los espartanos, pero uno de ellos lo denunció. Los espartanos lograron confirmar la denuncia. Cuando Pausanias se enteró de lo que se le venía encima, se refugió en el templo de Atenea, de donde sacarlo sería un sacrilegio. Los espartanos sitiaron el templo y decidieron tapiar la entrada. Al enterarse su madre, fue ella misma quien se presentó al acto y colocó la primera piedra, pues prefirió tener un hijo muerto a un traidor vivo.
 
Por último, se cuenta que cuando Alejandro Magno derrotó a los persas, un general de este gran imperio se presentó en la tienda del macedonio y le descubrió el paradero del rey. Alejandro Magno mandó que le ataran al denunciante los brazos y las piernas en sendos árboles, previamente tensados por las cuerdas. Luego ordenó cortar los amarres y los miembros del persa traidor volaron por los aires. Cuando uno de sus generales (diadocos) le preguntó por qué lo hacía, Alejandro contestó: quien traiciona una vez traiciona siempre...
 

El historiador Javier Negrete (La gran aventura de los griegos) comenta: «Las luchas internas por el poder pueden atentar contra los intereses generales de una ciudad (y de un partido político, por cierto)».
 
Mejor cada uno en su mecate.
 
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